Una pareja se acerca a la entrada del parque. Él es muy alto y muy rubio y pálido. Ella parece cansada.
–¿Entramos?
–Como quieras –La respuesta de la mujer es indiferente.
–Sí, realmente. Entremos.
Y se suman al desfile de turistas.
De un pabellón cercano llegan las notas discordantes de un rock a toda orquesta. A ratos salen jóvenes desmelenados y se unen a los grupos que caminan, sin prisa. Hay un chiquilín que se suelta, intempestivamente, de la mano de su madre, pero después de una corta carrera entre risas y saltos, vuelve.
El pabellón de espejos ofrece gratuitamente deformidades pasajeras. Al lado, hay otro de tiro al blanco.
Un grupo se ha congregado frente a un kiosko de juego. En medio se levanta una columna de metal de dos metros de altura con un surco en el centro. El juego consiste en pegar con una gran maza la plataforma sobre la que está apoyada la columna para que una pelotita salga disparada a lo largo del surco. Hay premios que nadie sacó. Muchos lo intentaron; otros ni se atreven a probar.
–¡Tres golpes por una corona! ¡Pruebe su fuerza, señor! ¡Hasta ahora nadie hizo llegar la pelotita al tope! ¡Pruebe!
El hombre se desgañita, congestionado, desafiante, por encima del rock y del arrastrarse de los pies (se refiere a los paseantes del parque).
La pareja, tomada del brazo, se detiene a observar el juego.
El hombre vacila como si fuera a adelantarse y dudara. Su mujer lo está mirando, la cara levantada, la mano en su mano, y le dice algo. Es tan fuerte la música que él tiene que inclinarse para oírla. Ella insiste. El hombre se endereza, contestando con un encogimiento de hombros, una leve negación de la cabeza, la boca distorsionada en una mueca indecisa:
–No, ahora no… vamos a ver después….
***
Hace un buen rato hay una italiano parado entre la gente. También podría ser griego: bajo, de espaldas anchas y tez aceitunada, y el cabello muy negro y crespo le cae rebelde sobre la frente hundida. La mujer lo mira con insistencia. El italiano recoge la mirada al vuelo, pañuelo arrojado desde las gradas de un circo. Se adelanta unos pasos, mientras el murmullo crece como la marea.
–¡Pruebe su fuerza, señor! ¡Hasta ahora nadie consiguió el premio! ¡Pruebe Usted!
El grito sale al vacío, sin dirigirse a nadie en especial.
La decisión está tomada y ya dos manos morenas y anchas empuñan con firmeza el mango de la maza. Lo acarician, sopesándolo, mientras su dueño calcula, avanzando y retrocediendo, la distancia hasta la plataforma.
El murmullo ha cesado en el grupo. Se oye sólo la música de rock, ahora más lejana. La tensión y la curiosidad crecen en los segundos que pasan. El italiano da vuelta y echa una larga mirada a la mujer que lo ha estado observando. Ella, entonces, hace un comentario a su marido. El hombre desvía la cabeza como buscando, en una y otra dirección, algo que se le hubiese extraviado. La maza vuela contra la plataforma en un movimiento armoniosamente circular, atlético.
La pelotita trepa, trepa, trepa con fuerza descontrolada y pega violentamente contra el tope máximo de la columna. Se diría que ya no es redonda.
Un grito unánime, sobrepasando todos los ruidos, aclama al ganador, quien se vuelve a mirar nuevamente a la mujer. Ella inclina la cabeza y le devuelve la mirada, con una casi sonrisa, apenas una luminosidad que le aclara las facciones. El italiano apoya con suavidad el mango de la maza contra la pared del kiosko y rechazando el premio con una sacudida de hombros, se aleja.
Lentamente, la pareja prosigue el paseo por los senderos, perdiéndose entre los tulipanes apagados y las notas de un nuevo rock.
LA AUTORA Laura Nicastro es argentina. Nació en Buenos Aires, donde cursó estudios de filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Vivió en Alemania durante dos años. Comenzó a escribir a su regreso del exterior. Asistió al taller de Abelardo Castillo, donde tuvo la alegría de ver publicado el primer cuento (La corona y el premio) en El Ornitorrinco. Sucesivos textos aparecieron en diferentes suplementos literarios y revistas argentinas y extranjeras. Tiene varios libros publicados y ha participado de varis antologías.