Carnes en la Misa | Marosa di Giorgio

Marosa por Jaime Clara


Se espantaba cuando daban caza a un animal. Sobre todo si era hembra. Oía las lastimaduras. Qué palabra ésa: hembra.

Decían: ¡Está cargada! ¡Qué bien! Me comeré el nonato. ¡Se le iban formando huevos! ¡Mira!

Pero si estaba… ¡Mira esta yema! ¡Prueba de esta clara! ¡Prueba! Ella huía a la alcoba última; cerraba las puertas a cal y canto. Se tapaba los oídos.

Pero allí adentro empezaron a crecer manzanos, con sus pomas rosas, celestes, verdes, y casi áureas, y un pompón, un goterón de miel, también.

La cazaron una tarde en la colina, cuando iba distraída, soñando casi.

Se la llevaban al hombro. Los pies y las gasas rozando el suelo. Por entre las piernas, por entre los vellos, asomaba una cabeza de manzana o niño.

Decían: ¡Qué bien! ¡Estaba doble! ¡Viene con hijuelo! ¡Tenía bombón! ¡Qué rica la carne nueva! ¡Los asaremos a las brasas! ¡Qué…! ¡Viva! ¡Viva! ¡Qué… ¡Viva! ¡Qué…!