Es uno de los protagonistas de Cuatro historias de emigrantes, el menos conocido debido a su bajo perfil y escasa comunicación social. Lo conocí en su taller de chapa y pintura. Cuando estaba escribiendo ¨Historias de emigrantes¨, sin un título definido aún, uno de mis hijos me comentó que Isidoro tenía una historia muy interesante, que no dejara de conocerlo.
Cuando me presenté en su taller me encontré con un ser de mirada plácida y media sonrisa permanente. Lo primero que dije fue que el banderín de su equipo favorita R.C. Deportivo de La Coruña, estaba puesto en la pared en sentido vertical, debiendo estar en sentido horizontal. No le molestó la crítica constructiva, claro, me respondió con una amplia sonrisa, corrigiendo la posición del banderín.
Mi intención era efectuarle una entrevista pero, debería ser, sin que él se percatara de ello. Ya me habían advertido que se trataba de un ser sensible en extremo que había vivido una infancia traumática en el tiempo de la guerra civil española. Sus propios hijos me habían comentado acerca de algunos detalles de su pasado, pero desconocían la mayor parte, ya que él se negaba a hacer comentarios. Cuando comenzaba a contar algo se emocionaba demasiado y su relato terminaba en llanto al poco de empezar.
Creo que mi crítica acerca de la posición del banderín más que molestarle le calló muy bien. La animada conversación que emprendimos, ignorando él por completo mi propósito, lo llevó a soltarse como si yo fuera un amigo de mucho tiempo. Me comentaba acerca de su esposa, enferma desde hacía cinco años y él vivía exclusivamente para atenderla. Pero cuando llegábamos al tema de su infancia en la comarca de Monfero, Galicia, comenzaba a temblarle la barbilla y se le llenaban los ojos de lágrimas.
Mi experiencia como vendedor de libros me indicaba cuando debía suspender una entrevista a tiempo, antes de que me lo hicieran notar. Apliqué la misma táctica con Isidoro y la conversación derivó hacia ¨bueyes perdidos¨. Por ese primer día pensé que era suficiente. Algo había incursionado en su historia, pero no mucho. No podía llegar al punto de mayor interés. Sin que Isidoro supiera y con la complicidad de sus dos hijos, logré comunicación con una vecina de su aldea, Maruxa de Queixeiro, que tenía mayor conocimiento que los propios hijos del chapista. La colaboración fue amplia, pero aún así intuía que lo principal continuaba en las sombras.
Varias visitas más a su taller, muy pocas. Ya me daba por vencido, dudaba, no tenía claro si incluir la historia de Isidoro en mi libro en preparación que tenía la intención de legar al Consello da Cultura Galega (esa es otra historia que en forma imprevista tomó otro rumbo y de la cual hablaremos también en su momento), cuando sucedió lo inesperado. La esposa de Isidoro falleció y yo fui a acompañarlo, pensaba que por un momento, pero no. Me pidió que me sentara a su lado y lo que menos podía imaginar sucedió.
Maruxa de Queixeiro y otros amigos se acercaban pero Isidoro les daba a entender que solo quería hablar con su nuevo amigo Manolo. Y en total silencio, durante más de una hora, escuché su historia, “de punta a punta”. Sentía que debía manifestarle mi intención, pero la prudencia se hizo presente a tiempo y me limité a guardar esa historia en mi memoria. “Ya llegará el momento en que le cuente todo a Isidoro Manuel”, pensé.
En junio de 2009, a mi regreso de Santiago de Compostela, con gran impaciencia lo primero que hice fue dirigirme al taller de Isidoro para comentarle que su historia estaba incluida en un libro publicado en idioma gallego primero, después se publicaría también en castellano. Pero mi entusiasmo quedó trunco cuando sus hijos me dijeron… “Papá no se recuperó, su estado emocional por la pérdida sufrida le causó un deterioro mental. No está en condiciones de comprender…” Un tiempo después Isidoro fallecía sin saber que su historia había quedado plasmada en un libro.
Queda pendiente el comentario de cómo llegó este libro a la Editorial Galaxia, la sorpresa de la prensa, la acción de “O Portal da Cultura Galega”, por la trascendencia de las emotivas historias, incluida la de Isidoro Manuel García García, “el ilustre desconocido y desconocedor”.
El perfil de Isidoro García, escrito por Manuel Losa, lo pueden leer aquí. Fue publicado en marzo de 2020.