Informe desde una bañera | Alejandro Gamero

La literatura es, en buena medida, reposo, como Daniel Ménager desarrolla en su ensayo Convalecencias. Al fin y al cabo, para leer es necesario detenerse, hacer una pausa de la vida y sumergirse en un espacio de quietud mental. ¿Y si, además del hecho en sí de leer, la trama del libro incita al sosiego, incluso desde un escenario tan poco amigo del papel como puede ser el interior de una bañera llena de agua? Esa es la invitación de Diego Garot, autor que ha ganado varios premios de relatos, como el Tigre Juan Joven y que dirige una librería en Oviedo con el significativo nombre de Kafka & Co., en su primera novela, Informe desde una Bañera, ganadora del Premio Asturias Joven de Narrativa en 2023.

Al igual que Kafka publicara en 1917 su relato «Informe para una academia» dentro del volumen Un médico rural, Garot elige también ese planteamiento de informe, ya desde el título, para marcar distancias entre personaje y narrador, así como un cierto tono analítico que hacen que el relato parezca la presentación al mundo de un sujeto de pruebas, una especie de Truman Burbank atrapado en un show. Una distancia que viene marcada ya desde el nombre, que podría ser perfectamente Sujeto de pruebas número uno, pero al que finalmente se le llama el Tipo. Es este un personaje que renuncia a la vida ordinaria para recluirse en la bañera de su casa y quedarse ahí, aparentemente, de forma definitiva. Todo lo que nos cuenta la novela serán sus impresiones en esta nueva vida de bañista o, cómo el prefiere bautizar a este estilo de vida, de bañista existencialista.

En la década de los sesenta el escritor Raymond Queneau y el matemático François Le Lionnais se unieron para buscar nuevas formas de hacer literatura y fundaron el movimiento OuLipo, convirtiéndose a sí mismos en ratas que construían un laberinto del que salir. Queneau, por ejemplo, se complicó la escritura de forma gratuita redactando un incidente trivial de 99 maneras distintas en Ejercicios de estilo, y Georges Perec, por su parte, escribe una novela lipogramática, Les reverentes, donde solo se utiliza la vocal E. Todo esto viene a que Garot, en la línea de OuLiPo, también se complica innecesariamente la escritura, haciendo una novela de más de 130 páginas con una trama en principio tan poco elástica como un tipo que decide vivir en una bañera y en un espacio tan limitado como puede ser un cuarto de baño. Y a pesar del reto que supone este desafío narrativo, no solo sale airoso sino que lo hace con nota, demostrando que cuando el narrador hace bien su trabajo se puede hacer una novela incluso con la trama más liviana, sino que se lo digan a James Joyce y al paseo de su Leopold Bloom por Dublín.

Pero es que aunque el Tipo se haya propuesto la misantropía como modo de vida, que tampoco es el caso, el hombre es un animal social por naturaleza, parafraseando la Política de Aristóteles, y por mucho que uno se empeñe en vivir como un ermitaño, siempre se acabará encontrando con otros congéneres. A pesar de que el ecosistema de Informe desde una Bañera es tan cerrado y reducido, por sus páginas desfilarán una serie de personajes a, mal que le pese, interactuarán con el Tipo, para bien o para mal, haciendo que su existencia sea menos solitaria y la trama de la novela algo más dinámica y menos reflexiva en ciertos momentos. Porque reflexión, no puede ser de otra forma, hay mucha en la novela. No deja de ser la historia de un Tipo que decide vivir dentro de una bañera.

Aunque con cierta distancia, se abordan temas como la alienación o la inacción como forma de resistencia, al tiempo que se plantea la inevitable necesidad de las relaciones humanas. La referencia a Bartleby, el escribiente, y su «preferiría no hacerlo» es obligada, pero a diferencia del personaje de Melville, que parte de la inacción como consecuencia, es precisamente esa falta de acción lo que le ha llevado a él a recluirse en una bañera. El hartazgo hacia «los que aceptan trabajos miserables de los cuales se quejan cada día sin que hagan nada para remediarlo, los que se ensimisman y se agachan para destrozarse la vista y el cerebro alienándose con sus pantallas, los que ni siquiera miran a los ojos de todos los pobres que les piden dinero cada día en la calle por pensar que así no existen». Una decisión que acabará convirtiéndose en una especie de Gregorio Samsa, un bicho raro a nivel físico (solo hay que pensar en el resultado de estar semanas dentro del agua) pero sobre todo simbólico, algo que se debiera tratar con hostilidad, entendiéndolo como un enemigo desde el establishment.

Siendo el Tipo como es, escritor y traductor, la metaliteratura era un elemento casi obligatorio en este Informe desde una Bañera. Para dar legitimidad a su iniciativa, el Tipo decide tomar como pretexto un revestimiento cultural y se ampara en Jean-Paul Sartre, en Albert Camus y en Simone de Beauvoir, aunque sea desde la gamberrada y el falseamiento, inventándose una correspondencia entre ellos que nunca existió y un concepto, el Club de los Bañista-existencialistas, del que los filósofos serían los fundadores y primeros miembros. Aunque más que el existencialismo, la corriente que será decisiva para encuadrar la novela será la vertiente humorística y paródica de la literatura del absurdo, con autores que van desde Melville con su Bartleby hasta George Perec, pasando por Kafka, Iván Goncharov (y su Oblómov) o Toussaint, entre muchos otros. Porque la literatura, entendida ante todo como ese remanso del que habla Ménager, es algo que envuelve toda la novela.

Más que sobre la búsqueda de la soledad, Informe desde una Bañera es un espejo que refleja nuestra necesidad de conexión en un mundo que tiende a excluir y aislar a los que no se comportan según lo socialmente establecido. La historia del Tipo, recluido en su bañera pero rodeado de un mundo que no deja de interrumpirle, invita a reflexionar sobre la necesidad de tomar una pausa, de analizar nuestra huella en la vida ordinaria y de valorar la tensión entre el deseo de desconexión y la realidad de la que no se puede escapar por completo. ¿Quién sabe si al acabar su lectura no nos convertiremos en Bañistas-existencialistas, quizá no recluyéndonos en una bañera literalmente, pero sí en una bañera simbólica? Recordemos que el preferiría no hacerlo como forma de vida todavía pervive, doscientos años después del nacimiento de su creador.