Historia de una canción | Jaime Clara

La canción El hibisco, que canta el dúo Larbanois Carrero, que está incluida en su disco Cometas sobre los muros (1998, con una fantástica ilustración de tapa del gran Fidel Sclavo), tiene una historia poco conocida. 

Hace unos días, tuve la suerte de entrevistar a Mario Correo, en el programa Viva la Tarde, de Radio Sarandi. Si bien no fue el tema por el que se convocó al músico, yo tenía mucho interés en destacar su papel como compositor de canciones. 

Larbanois & Carrero, pilar fundamental del canto popular, integrado por Eduardo Larbanois y Mario Carrero, desde 1977 mantiene una ininterrumpida trayectoria de música a nivel local e internacional. Gran parte de esa historia de canciones, han sido compuestas por Carrero. Una de ellas es la que motiva esta nota. 

Recordó Carrero, durante la entrevista, que “el dúo arranca con una fuerte influencia de lo que era la obra del Bocha Benavides o del Maestro Lena. Y después, poco a poco, como que me fui encargando más de la parte compositiva y la parte texto, en muchos casos. Con canciones como Ocho letras o Santa Marta o Milagro o Comparsas Silenciosas. Son varias canciones que están allí.” 

Mario Carrero

¿Siempre fuiste a escribir canciones? Siempre, siempre, siempre me gustó muchísimo escribir. Mi madre me leía muchísimo. Mamá fue a la escuela nada más, en La Cruz, en Florida. Pero era una lectora de que todo le pasaba por las manos. Leía desde artículos y poesía, todo. Mamá fue la que me inició en el tema de escuchar, por ejemplo, los poemas de Miguel Hernández o León Felipe. Se emocionaba con Nanas de la cebolla, con… Qué lástima de León Felipe, que me acuerdo que me lo leyó y me quedó para siempre El apellido de Nicolás Guillén. Siempre me quedó, siempre escribí, siempre intenté.

Y allá por el 85, por ahí, cuando llegó Alfredo Zitarrosa, cuando regresó al país, Eduardo y yo estábamos ensayando un par de canciones que eran mías, El corazón de mi pueblo y Mi pecho tiene un rincón. Era una época en la que Eduardo le estaba dando clases de guitarra a una de las hijas de Alfredo y en un momento que Alfredo pasa por allí a buscar a su hija, Zitarrosa, escuchó una grabación que tenía Eduardo del ensayo y él estaba por editar su primer disco. Entonces, ¡pa!, dijo a ver si él no podía hacer alguna versión. ¡Oh, hijo! ¡Cómo no hace lo que quiera con la canción! En ese primer disco, de regreso en Uruguay, hace la mención a esos textos míos y todo. Fue como un espaldarazo también, ¿no? Yo digo, medio en broma, medio en serio, que fue el que me inició en el tema de escribir porque incluso a partir de esas versiones que hizo Alfredo, de esas canciones, algunos compañeros después me llamaban a decirme, pa,. ¿tenés alguna canción más así?. Fue como que me legitimó, a mí que no tengo una formación literaria para hacer eso. Al decir de Maestro Lena, soy un autor de canciones. O sea, trato de hacerla lo más bella posible, lo más honestamente posible

Después incluso una canción que es tremenda a nivel anecdótico, que es El Hibisco. En una de esas llegadas a la casa de Eduardo, donde ensayábamos, le dejó una esquelita, escrita con una lapicera a fuente. En una hojita de cuaderno recortada. Le decía, “insiste con sus flores, el hibisco, pequeña mata sigue aquí, encendida, enamorando con su arisco color rojo, ladrido de la vida.” 

Alfredo se la da a Eduardo y le dijo, mirá, lo único que he podido escribir desde que regresé al país, hace ya ocho meses, es esto. Estoy trancado acá. Dásela a Mario a ver si la puede terminar. Bueno, inmediatamente me puse a trabajar sobre ese verso y tres versos más, o sea, siguiendo, digamos, parte de inspiración de ese verso. Después, Eduardo le puso música y Alfredo, la empezó a ensayar. Había en la canción, una palabra que yo digo allí, “universo” que a él no le gustaba mucho, pero yo al final no la saqué. A él le había parecido que la música era muy «mozartiana» para su voz de ese momento, pero igual le empezó a ensayar con sus guitarristas en el momento en que fallece. A nosotros nos quedó esa canción allí y nos quedó ese tema,  ese dilema, ¿no? ¿La cantamos nosotros o no? Si la cantábamos y decíamos esta canción es un trabajo integral que hicimos con Alfredo Zitarrosa,, parecía como que nos estábamos subiendo a su nombre, para hablar de la canción. Y la otra era hacerla, sin decir que era de él, que él fue el inspirador. No era justo, no era la verdad. Y bueno, quedó ahí, quedó ahí la canción, no se cantó. Y unos dos años después, en un artículo del semanario Brecha, aparece una nota que le hace un periodista de Maldonado, de Piriápolis, al Tola Invernizzi, y en esa entrevista estaba Alfredo presente. En la entrevista, aparece en un momento Alfredo diciendo que el exilio había sido muy duro, muy costoso, que lo único que había podido escribir en los últimos ocho meses era esto  y transcribe la esquelita original de la canción del hibisco y dice que “se la di a Marito Carrero para que la termine y ahí el Larbanois ya le puso música y la estoy preparando para ensayar, pero fue lo único que he podido escribir en los últimos tiempos». En esa entrevista, se allanó el camino. Que dio a luz, dos años después de fallecido Alfredo. Nos habilitó, de algún modo, fue como una habilitación a que la cantáramos. Son esas cosas que pasan medio mágicas con la canción.