Antonio Skármeta: “La mujer es una incitación a la libertad” | Jaime Clara

En el año 2012 tuve la suerte de visitar Santiago de Chile, invitado por la cadena Hilton. En esa oportunidad entrevisté, para la revista Paula, de El País, al escritor Antonio Skármeta, fallecido hace algunos días. Esta fue la entrevista.

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La novela Ardiente paciencia, del escritor Antonio Skármeta (Antofagasta, 1940) es, seguramente, la novela chilena que más versiones exitosas tiene en cine y en teatro. Conocidas como El cartero de Neruda o Il Postino, o con su título original, como cuando se representó en Montevideo, en la década del 80. Incluso hay hasta una ópera que protagoniza en el tenor
Plácido Domingo.

Aunque esté serio, Skármeta parece que siempre ríe. Desborda simpatía. PAULA conversó con él en el hotel San Cristóbal Towers de la capital chilena, con el majestuoso marco de la cordillera de los Andes. La sola mención de Uruguay le recuerda a Skármeta la referencia a la puesta en escena que se realizó en Montevideo.

“De esa obra ha habido más de cien montajes, en distintos idiomas y diferentes países del mundo, pero siempre me llamó la atención el nombre del teatro en el que se realizó una de las primeras versiones de Ardiente paciencia: Teatro del Notariado. Recuerdo que fue un muy buen montaje.” La dirección de la obra fue de Jorge Denevi. Sobre el escenario estuvieron
Roberto Fontana, que hacía de Neruda, Nidia Telles, Luis Manzione y Margarita Musto.
“También recuerdo que el actor había usado una chaqueta que había pertenecido a Neruda y que la había dejado en Montevideo, en una de sus largas estadías allí.” El dato es cierto. La ropa que utilizó Fontana para caracterizar a Neruda, perteneció al poeta, según confirmó el director Denevi.

Aunque en sus libros Ud. refleje permanentemente la vida social y política, no es lo que se dice un escritor comprometido.

La palabra compromiso o comprometido es un concepto que viene de tan afuera del ámbito de la literatura. Es una categoría que ha inventado el periodismo o el mundo político para describir cierta conducta y ciertas preferencias que tienen ciertos escritores. A mí no me gusta definir nada literario o creativo que no venga del ámbito mismo de la literatura. Mi literatura no tiene otro sentido que ser una convivencia lo más amable posible con un lector o lectora. Para mí es un espacio mágico que se vive
en el momento de la lectura, en el recuerdo que esa lectura deje, en la alegría que siento al saber que hay lectores que están leyendo mis libros y nada más. No estoy comprometido con otra cosa que no sea el acto de escribir. Ahora bien, como ciudadano me filtro en mis propios libros y allí tengo algunas emociones e indignaciones básicas que me mueven. Por ejemplo, no tolero regímenes donde no se respete la libertad de expresión, no me gusta el terrorismo de Estado, desprecio completamente la actitud de desprecio por los artistas que tienen estos regímenes que a veces los matan, como el caso de Víctor Jara. Entonces, cuando uno escribe, sin proponérselo, en su sensibilidad hay un arco iris de emociones que tocan la literatura. Llamar a eso compromiso es ponerle una carga moral que puede ser aplastante. Admito que muchas veces hay, eso que Ud. llama compromiso, pero sale de un movimiento espontáneo de la prosa, de un propósito.

El escritor argentino Abelardo Castillo define como “el oficio de mentir” a la literatura de ficción. En su caso, tampoco podemos afirmar que su literatura sea pura ficción, pura mentira, justamente porque se apoya en pilares de realidad.

Para mí la realidad es como una ecuación entre lo que uno quiere que sea real y la realidad que determina. Siempre la realidad tiene canales, oleajes de libertad e imaginación que proponen a que uno sea distinto a lo que la realidad le da. Por lo tanto, creo que casi todo acto literario es un acto de realismo poético. Es decir, arranca de una realidad y postula otra. También hay escritores que se alejan mucho de una de ellas, a tal extremo, que están vacías de contenido y es una danza en torno a una forma. Y están los que están tan aferrados a la realidad que no despegan de ella. A mi me gusta el equilibrio. Es lo que llamo realismo poético, pero no poético en el sentido de embellecer algo, sino en el origen del término poesía, que significa producir, crear, algo. Creo que cada ser humano está en la vida produciendo su propio ser. Esto nos hace a todos, ser un poquito poetas. Somos lo que somos, pero también y al mismo tiempo somos los que queremos ser. Solo en este sentido soy un realista poético.

Hace un momento, al hablar del lector, Ud. hizo la aclaración “lector/lectora”. La presencia de la mujer es su literatura es muy
importante. ¿Cómo se lleva con estas reivindicaciones por cuestiones de género que muchas veces condicionan a quienes trabajan con la palabra?

Distingo entre lector/lectora, simplemente porque uno es hombre y la otra es mujer. Y, francamente, me gustan más las lectoras que los lectores. No tiene ningún otro alcance. Se ha avanzado tanto que la suma de todas las minorías es una mayoría.

¿Y la presencia de la mujer en sus libros?

Determinan la vida de los hombres. Son sus inspiraciones como en El cartero de Neruda, como en La boda del poeta, como en La chica del trombón. Son personas que tienen una sensibilidad más táctil que la masculina. Por lo tanto el concepto en ellas, se hace más sensual. Muchas veces sus ideas son perfiladas de una manera más comunicativa porque tienen variantes, insólitas, a veces para formular lo que piensan. Tampoco sé por qué esto es así. No sé por qué lo percibo de esta manera, porque ni creo que sea así. Creo que hay un gran encanto en el ser femenino de ser plural. Hay una canción que yo escribí, basado en una idea del cantante Toquinho, que la grabó en su último disco, en la que hay un verso que dice “…sigue tu camino mariposa plural/amores que te aten/nunca nunca aceptarás…” La mujer es una incitación a la libertad. Y ni qué hablar de cómo en los momentos y en las coyunturas más dramáticas, más trágicas, han sacado esa garra, ese valor que normalmente se le concede al hombre. Es un ser más complejo. Naturalmente hay una latencia, hacia ellas, un deseo, que por masculino que sea no lo voy a reprimir por ser políticamente correcto.

Todo es expresión

Acaba de mencionar su participación en el último disco de Toquinho con una canción. Eso me recuerda que además de escritor Ud. hizo varios programas de televisión como “El show de los libros” o “La torre de papel” o “Un mundo alucinante”, también ha hecho cine. Siendo tan multifacético, ¿cómo se ubica ante esas manifestaciones artísticas?

Donde me siento más cómodo es en la escritura. Todo lo que hago es simplemente una expansión de mi expresividad. A la televisión la concebí como un arte para expresarme. No estaba siguiendo ningún código comercial ni estaba haciendo ninguna rutina de lo que es el espectáculo televisivo convencional. Hacía un programa televisivo como si hiciera una película o escribiera un poema o silbando una canción. Tenía esa libertad y esa fue la originalidad de los programas. La escritura de cine, o de canciones, la ficción, el teatro, las novelas, es todo expresión. Esto es difícil clasificarlo o encasillarlo. Lo que pasa es que la vida contemporánea ha ofrecido a los escritores muchos medios de expresión que antes no existían. El cine es relativamente nuevo. Y la televisión más nueva todavía, que es todavía un bebé que está llamada a hacer grandes cosas. Aunque creo que todavía está atrapada por el comercio, la publicidad y los programas banales. Va a llegar un momento en el que la televisión va a ser
descubierta como un medio de comunicación y de creación bellísimo para la gente. Por ahora está en pañales todo eso.

Ud. defiende la potencialidad de la televisión como medio cuando es casi un deporte nacional, criticar a la televisión. El problema son los contenidos que vemos hoy, pero no el medio en sí mismo.

Es verdad. También hay una pose mesiánica de algunos intelectuales que simplemente desconoces ese otro tipo de energía que trae la gente. Muchas veces se ignora la potencialidad que tiene el medio. Yo quiero decir una frase muy contradictoria. Si ya usé como título de una novela ardiente paciencia, yo quiero decir que la falta de ignorancia, a veces, es fatal.

¿La primera vez que Ud. visitó Uruguay fue con una compañía de títeres en la década del 60?

Si, pero dejémoslo ahí por que el contacto no fue solamente literario (ríe a carcajadas).

Ud. conoce mucho la literatura uruguaya.

Soy profesor de literatura y filosofía, tanto en Chile como en Estados Unidos. Me especialicé en literatura latinoamericana. Uruguay no ocupa un lugar especialmente preponderante en mi conocimiento, sino al mismo nivel que tengo de los otros países. Sentí mucho entusiasmo por la obra de Horacio Quiroga, que fue el primero que me impresionó. Después me gustaron
mucho los dramas naturalistas de Florencio Sánchez.