En el mundo editorial, Pilar Chargoñia es una mujer muy querida y respetada. Es una profesional con la que todos quieren trabajar, porque su mirada precisa asegura una buena edición de un texto para ser publicado. Pilar es correctora de estilo, lectora editorial y editora de textos. Hasta este años, docente de Taller I y Taller II en la Tecnicatura Universitaria en Corrección de Estilo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. Trabaja como editora de textos (macro y microedición), correctora de estilo y lectora editorial para autores editoriales nacionales e internacionales. Se especializa en la edición/corrección de originales literarios, divulgativos y didácticos desde hace décadas.
En las últimas semanas, la editorial Editaonline, sorprendió publicando un libro de poemas y canciones de Chargoñia. Trabajando con ella, Pilar transmite una exquisita sensibilidad, pero jamás imaginábamos este hábito de la comunicación artística. Este es el primer gran motivo para poder viajar en un mundo de afectos especiales.
Es interesante como integra como en una gran red, la construcción poética, como lo que literalmente define como canciones. Quizás para los lectores, cada página es un encuentro sensible, vivo, atento a la realidad y a sus sentimientos. Pilar tiene la facilidad de empatizar con el lector y conectar de forma directa y llana, con lo que quiere contar. Es una experta en lo que a palabras se refiere. Desde hace mil años, día a día, le toca lidiar con palabras ajenas. Hoy este libro -un libro justo- nos permite conocer la maestría de moldear las palabras propias. El libro se consigue a través de la página web de la editorial Editaonline, Delicatessen.uy compartió algunas preguntas en busca de respuestas de la poeta.
¿Cómo comenzó el hábito de la poesía y de las canciones?
Este libro, Corazón dejando rastro, nació y creció en una época de mi vida, desde más o menos mis treinta a los cuarenta años. Es el libro de una década. Los poemas y canciones surgieron espontáneamente, en un período en que estaba enamorada (qué cursilería, pero es la verdad verdadera). Un cuadernito siempre a la mano, una libretita, papeles sueltos… Con el tiempo, transcribí todo a máquina. Luego los hice fotocopiar y encuadernar con espirales para presentarlos en concursos. A los cuarenta años, más o menos, dándolo por terminado, quise opiniones de entendidos, de creadores a los que admiraba. De Nancy Bacelo, de Washington Benavidez, pero no pude concretar las entrevistas con ellos. Una, sin embargo, se concretó y fue agradable, con el escritor y profesor Alejandro Paternain. Fui hasta su casa un otoño y le pregunté si valdría la pena publicar mis textos. Su amable respuesta me dejó en blanco durante días: «¿Y por qué no?». Esa respuesta me hizo pensar mucho en el paso que daría. Lo concreté ahora: ¿Y por qué no? El libro en sí mismo es un corazón expuesto, con las emociones de lo que viví durante esos años, personales o no, míos y de todos. Este deseo colectivo es una constante en mí; desearía haber podido publicar anónimamente… En el camino de mi vida, perdí estos poemas y canciones que ya había pasado a la computadora; me desaparecieron durante un problema del equipo informático. Mi madre guardaba una copia impresa que me llegó al fallecer ella en el 2016. Mi hijo transcribió todo del papel a un nuevo archivo en la computadora, hace un par de años, porque… qué pereza la mía… Los seguí puliendo cada vez más. Entonces, al final, es un libro que ha sorteado varios escollos, también él una singular botella al mar.
¿Por qué elegir este género frente a otros para escribir?
Me eligieron los géneros a mí, supongo. Se alternaron los cuentos, los poemas y las canciones con el correr de los años. Publiqué en el 2009 un libro de cuentos, A flor de piel; los aportes y consejos de la profesora Elena Romiti fueron esenciales en este.
¿Hay temas que te pueden interesar más?
Lo que me emociona se relaciona generalmente con los tópicos más clásicos del mundo: los amores —el amor de pareja, al hijo, a la madre, a la familia, a los amigos—; el tiempo; la vida —o el sentido/sinsentido/absurdo de la vida—. Lo de siempre.
¿Sientes que trabajar profesionalmente con las palabras, como editora y correctora, te pone más exigente, a la hora de escribir?
A la hora de escribir, no tanto; el impulso está y le hago caso mientras puedo. A la hora de publicar, sin dudas que sí. Por eso seguí buscando opiniones. Las de mi editor literario (se tirará de los pelos al leer que lo defino así, pero aguántese, estimado) Horacio Cavallo y la de mi correctora editorial Ana Claudia De León fueron cruciales. Fijate en esta dualidad, Jaime: como autora, me arriesgué a elegir un gerundio en el título del libro, Corazón dejando rastro; como editora y correctora, aconsejaría a los autores no hacerlo, por culpa del abuso y mal uso de los gerundios por una parte de los autores que publican actualmente.
Lees tanto y tanto que sería buenos saber a qué escritores —poetas o no— elegirías como los que más te han influido.
Son muchos, sí, soy lectora compulsiva. Me han influido… Ojalá me hayan influido… Creo que me han influido… a la hora de escribir textos líricos, sobre todo los poetas nuestros, desde Idea Vilariño y Mario Benedetti hasta Líber Falco, Washington Benavidez, Nancy Bacelo… Y muchos de los latinoamericanos y españoles, desde Gabriela Mistral a Federico García Lorca y Antonio Machado, entre otros. Elijo nombrar solamente a los autores de una etapa temprana de lectura, que es la que nos forma literariamente.
Si hablamos formalmente, si le pregunto a la editora-correctora, pero también a la poeta, a la creadora, ¿existe el poema perfecto?
Creo que existen poemas perfectos para cada uno de nosotros, Jaime. Más de uno. En contenido y forma. Los que nos emocionan, los que nos tocan profunda e íntimamente, los que nos hacen llorar al leerlos, los que liberan un alivio dentro de nosotros y nos piden ser releídos o memorizados. Tengo en la memoria la segunda y última parte del Apenas y a penas de Mario Benedetti, en verso libre. Es perfecto:
Pensó
ojalá que no
pero puede ser la última.
Y si después de todo
es la última vez.
Entonces cómo cómo haré mañana
de dónde sacaré la fuerza y el olvido
para tomar distancia de esta orografía
de esta comarca en paz
de esta patria ganada
apenas y a penas
a tiempo y a dulzura
a ráfagas de amor.
Pilar Chargoñia en Guanajuato, México, 2012.