“Cuenta Gabriel García Márquez que, cuando tenía cinco años, su abuelo el coronel lo llevó a conocer los animales de un circo que pasaba por el pueblo. El coronel estaba diciendo «eso es un camello», cuando otra persona lo corrigió («Perdón, señor, pero eso es un dromedario»), por lo que abuelo y nieto, horas más tarde, ya de regreso en la casa, consultaron en un diccionario las dos palabras. De esta manera, aquella tarde inolvidable, el pequeño Gabriel no aprendió únicamente la diferencia entre un dromedario y un camello, sino que además descubrió la existencia del diccionario: ese enorme «mamotreto» que el coronel puso en su regazo mientras le decía «este libro no solo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca». Esta anécdota está incluida en un fantástico libro del periodista argentino Eduardo Berti. Con criterio, Berti remata el relato afirmando que “aunque podríamos debatir eso de que un diccionario.”
Una definición “de diccionario”, lo describe como “una obra de referencia que recopila palabras de un idioma, organizadas generalmente en orden alfabético. Proporciona información sobre el significado de las palabras, su pronunciación, etimología, y a veces ejemplos de uso. También puede incluir sinónimos, antónimos y notas sobre gramática. Es una herramienta útil para aprender, entender y usar correctamente un idioma.”
Otras palabras. Jugar y crear con diccionarios (Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2024) es una divertida, erudita y detallada historia y reflexión sobre los llamados antidiccionarios creados e inventados por escritores e intelectuales de todas las épocas. Se trata de un increíble recorrido que incluye los más conocidos Diccionario del diablo de Bierce, como el Diccionario del argentino exquisito de Bioy Casares, por nombrar solo dos, de los más variados ejemplos. Y no están todos.
El libro de Berti, editor, periodista y traductor, novelista y narrador, radicado en París, comienza haciendo referencia al escritor británico Arthur Wallbridge que, en 1848, que incluyó en un libro un juego de definiciones donde “un personaje que, también es el narrador, invita a tres amigos suyos para que juntos celebren un juego reunidos junto a una chimenea donde crepita la leña: proponer ‘definiciones epigramáticas de ciertas palabras.’ Cada participante recibe un lápiz y una hoja de papel. Se escogen vocablos y los invitados lanzan definiciones personales que, según comenta el narrador, abarcan desde el chiste y el sarcasmo hasta la reflexión filosófica y ‘el sentimentalismo poético’. Las palabras que los cuatro amigos definen paulatinamente son, entre otras, ‘teatro’, ‘impuestos’, ‘civilización’, ‘metafísica’, ‘guerra’ ‘vida’, ‘alquimia’, mujer’ y ‘sinceridad’.” La novedosa experiencia permitió conocer definiciones insólitas y originales: espejo es un diario donde el tiempo registra sus viajes, o niño es el futuro en el presente o lenguaje, un sirviente que muy a menudo es amo o una cadena que une los hombres y desune a la humanidad.
Lo que queda claro es que para una misma palabra, no hay una definición, sino que hay miles, millones, porque, en realidad, las palabras y sus significados, son convenciones. ¿Por qué la palabra mesa define a la tabla con patas? ¿Por qué nombramos al líquido como agua y no con otro conjunto de letras que formen otra palabra? Todo es cuestión de ponerse de acuerdo. De hecho si observamos en un mismo país una misma palabra tiene diferente significado al norte que en el sur. Y ni qué hablar de países: por estos lares sabemos muy bien lo que es una garrafa de supergas, sin embargo, un español en Uruguay no se hará entender si pide una bombona de butano.
En su gran ensayo, Berti anota que “los expertos en la historia de los diccionarios, como Bernard Quemada y el mismo Hausmann, han rescatado casos notables entre los pioneros en el arte de la definición cómica o burlesca. Por ejemplo, el Petit dictionnaire de la cour es de la ville (1788) de Jean Marie Bernard Clément, el Dictionnaire théatral (1824) de François Antoine Harell y el Dictionnaire pittoresque (1835) de Charles-Yves Cousin d’Avallon.”
Para los que les gustan los juegos de palabras, divertirse con el/los idioma/s este libro se transformará -no lo dudo- en una Biblia.
Tres ejemplos uruguayos
No quiero dejar pasar “antidiccionarios” -definición que no me gusta- que tienen como autores a humoristas que llevan el significado de las palabras a lugares insólitos. Los menciono cronológicamente.
En 1967 salió un pequeño volumen de la icónica colección Bolsilibros de la editorial Arca, titulado Diccionario del disparate, del dibujante, caricaturista y humorista Julio E. Suárez (1909-1965). La selección de palabras la hizo el también humorista Jorge Sclavo.
Recuerdo que siendo un adolescente encontré el libro en la biblioteca de la casa de mi tía Etna, a quien ya he mencionado en más de una nota. Debajo de la mesa del comedor, escondido, porque ese lugar estaba prohibido para los sobrinos inquietos, abrí el libro de Peloduro y las risotadas se sintieron en toda la casa. Recuerdo la tentación a medida que leía el libro como si fuese una novela. Porque si hay algo que un diccionario tiene, son reglas que ordenen su lectura. Cardiograma, telegrama de felicitaciones enviado a un amigo muy sinceramente, de todo corazón o Bacanal, relajo de bacanes, a base de mujeres y vino o Balbuceo, ómnibus 141-142 y para rematar, porque si no sigo con más y más, Bandoneón, gas neón que provoca la melancolía y el desconsuelo.
No fue casualidad que veinte años después, en 1987, en la editorial Montesexto, el propio Jorge Sclavo (1936-2013) escribiera su propio diccionario, al que tituló Petiso Larrosa Ilustrado, con dibujos del caricaturista y artista plástico Jorge Satut. Muchas de esas definiciones el Cuque las compartía en sus columnas en Radio Sarandi y en la revista Guambia.
Acaba de publicarse, a través de Editorial Tajante, el Diccionario de la política uruguaya, cuya edición estuvo a cargo de Marcos Morón (1974) que desde 1990 escribe humor en medios gráficos, radio teatro y televisión. Edita la sección de humor de La Diaria, donde muchas de las definiciones que allí aparecen, fueron publicadas y que tienen como fuentes a otros humoristas como José Gabriel Lagos, Ignacio Pardo y Andrés Prieto, además del propio Morón. El diccionario está acotado a la política y a la actualidad, algo que no le quita mérito al disparatario de definiciones que se presentan. Riesgo país: índice que mide la posibilidad de que un país termine en el clearing, Resolución: decisión que precisa un expediente, Mayoría, el yin de la minoría, Mate Amargo (semanario), blog impreso de Eleuterio Fernández Huidobro. También podría seguir compartiendo definiciones a cual más original. Mención especial es la descripción de los dirigentes políticos, donde están desde Daniel Martínez hasta Valeria Ripoll, pasando por Líber Seregni o Alberto Demichelli.
Este diccionario se suma a la larguísima tradición de reinventar los significados de las palabras. Un juego que puede hacer cada persona, porque en definitiva, dicen, que la libertad es libre. ¿O no?