El miedo irracional al número 13 | Alejandro Gamero

Discurso de Daniel Wolff, pronunciado en la Primera Reunión Ordinaria Anual y Decimotercera del Club de los Trece, 1883.

La triscaidecafobia es el miedo irracional al número 13. Surgido probablemente en la Edad Media, son diferentes los motivos que han hecho que esta cifra se llene en la superstición popular de connotaciones negativas. Entre otras muchas razones, es un número más que el 12, que en muchas culturas se considera un buen augurio, y además es el siguiente número primo después del 11, al que también se le tiene en mucha estima por su cualidades matemáticas. Se ha relacionado con el hecho de que el capítulo 13 del Apocalipsis de San Juan está dedicado al Anticristo y la Bestia y también con que en la Última Cena hubo 13 personas y Jesús de Nazaret fuera ejecutado poco después.

De hecho, una curiosa superstición relacionada seguramente con este hecho, documentada desde finales del siglo XVIII al menos, es lo que se conoce como los «trece en una mesa». Según esta idea, si 13 personas se sientan en una mesa, una de ellas morirá en el transcurso de un año.

En 1881, un influyente grupo de neoyorquinos, encabezado por el capitán William Fowler, veterano de la Guerra Civil estadounidense, se unió para poner fin a esta y otras supersticiones. Formaron una sociedad a la que llamaron El Club de los Trece, que tuvo su primera reunión formada por 13 personas el 13 de enero de ese mismo año, a las 20.13, en el Salón número 13 de un edificio propiedad de Fowler llamado Knickerbocker Cottage. Los miembros pasaron por debajo de una escalera para entrar en la sala, se sentaron rodeados de montones de sal derramada y comieron 13 platos, bajo un cártel que decía: «Morituri te salutamus». No hay registro de que hubiera un gato negro, pero en reuniones posteriores se agregaron paraguas abiertos. Al cabo de un año, el secretario del club informó de que no solo ni un solo socio del club hubiera muerto sino que no habían tenido ninguna enfermedad grave y que, por el contrario, habían gozado de buena salud y de fortuna.

Desde ese momento, durante los siguientes 45 años, surgieron muchas sociedades con el mismo nombre por toda Norteamérica, sin que exista un vínculo entre ellas. Prueba de su éxito es que para 1887 el Club de los Trece original contaba ya con 400 miembros, entre los que figuraron cinco presidentes de Estados Unidos como miembros honorarios: Chester Arthur, Grover Cleveland, Benjamin Harrison, William McKinley y Theodore Roosevelt.

El Club de los Trece no solo era una forma de ridiculizar las supersticiones absurdas sino que tenían implicaciones políticas y filantrópicas. En ese sentido, son paradigmáticas las palabras que pronunció uno de sus miembros, Robert Green Ingersoll, en la reunión que tuvo lugar el 13 de diciembre de 1886: «Ya hemos tenido suficiente mediocridad, suficiente política, suficiente superstición, suficiente prejuicio, suficiente provincianismo, y ha llegado el momento de que el ciudadano estadounidense diga: «De ahora en adelante seré representado por hombres que son dignos, no solo de la gran República, sino del Siglo XIX”».

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