Georgia es un país situado en la región del Cáucaso, entre Europa del Este y Asia Occidental. Sus fronteras son al oeste el Mar Negro, al norte Rusia, al este Azerbaiyán, y al sur Armenia y Turquía. El país tiene influencias tanto europeas como asiáticas debido a su ubicación geográfica, y en la actualidad vive, a nivel político y social, en la encrucijada entre Europa y Rusia. Sus atractivos turísticos son diversos, al igual que lo son sus regiones, y destacan los destinos de sol y playa en la zona occidental, las zonas de interior de montaña, y su tradición vitivinícola. La capital y ciudad más grande del país, su puerta de entrada, es Tbilisi.
Tbilisi es, a la vez, un lugar plural. Desde la Liberty Square, punto de encuentro de locales y turistas, y punto de inicio o destino de la Avenida Rustaveli, se observa esta diversidad. Si subes por la Avenida Rustaveli, asegúrate antes a qué lado vas ya que el paso subterráneo para cruzar de un lado a otro está en la plaza. Otra de las calles que sale de la plaza es Aleksandr Pushkin, y esta lleva a algunos de los elementos más característicos de la ciudad, la Torre del Reloj y después la Basílica de Anchiskhati, una iglesia ortodoxa del siglo VI (la Iglesia Meteki es del siglo V pero fue reconstruida después de su destrucción en el siglo XIII) y que, unos metros más, te llevan a la modernidad de El Puente de la Paz, que cruza el río Kura.
Una vez cruzado el puente, el teleférico transporta a los visitantes a la parte superior de la ciudad, a la Fortaleza de Narikala y desde allí, a la estatua de La Madre de Georgia que otea el horizonte y controla las idas y venidas de los habitantes y los coches de la capital. Los coches van por la derecha pero algunos tienen el volante a la derecha y otros a la izquierda. No han cambiado la dirección y los que tienen el volante a la derecha son coches japoneses, importados, me explican. Desde los pies de la estatua se tiene una vista panorámica de la ciudad, con la Catedral de la Santísima Trinidad, o Sameba, de Tbilisi, con su cúpula dorada, en el horizonte.
En la vieja Tbilisi, Sololaki es un viaje en el tiempo. El asfaltado de las calles es irregular, igual que lo son las propias calles y sus edificios. Las puertas de las casas están abiertas y la ropa tendida a pie de calle. A un lado, una señora lee un libro sentada en la entrada de su casa. Al otro, un grupo de jóvenes aprovechan la sombra de la ropa tendida para hablar de fútbol. Los perros y los gatos son también comparsas del paisaje urbano.
La oferta culinaria de Tbilisi también es multicultural si bien hay un abanico de restaurantes de cocina georgiana donde explorar la gastronomía local. A veces, estos restaurantes están escondidos tras murales de arte callejero, al final de unas escaleras subterráneas o en callejones estrechos que abren establecimientos con encanto. Entre los platos tradicionales se encuentran panes como el Khachapuri, un pan relleno de queso con versiones diversas como el Adjaruli Khachapuri, al que se añade un huevo. Otro de los símbolos de la identidad culinaria es el Khinkali o dumplings georgianos rellenos de carne pero también pueden estar rellenos de champiñones, espinacas o patatas. Un tercer ejemplo es el Pkhali que son aperitivos hechos de vegetales mezclados con ajo, especias y nueces. Es habitual que estos aperitivos se decoran con granos de granada. En esta pequeña lista no puede faltar el Lobio, un plato hecho de frijoles rojos cocidos y que se sazona con cilantro y otras hierbas, acompañado de pan y queso.
Estos frijoles son a su vez parte de la singularidad de los puestos de comida en el mercado Bazar Dezerter, muestra de una ciudad polifacética a través del comercio de alimentos, donde los olores marcan el recorrido y confirman la fusión de productos para, después de la capital, descubrir otras ciudades y regiones del país.