Los trazos profundos de Agustín Sciammarella

En algo más de veinte años, el argentino Agustín Sciammarella (1965) había publicado, hasta el año 2012, más de cuatro mil caricaturas para el diario El País de Madrid. Imaginen cuántos irán en este 2024.Sus dibujos, con un estilo personal, se han transformado en una seña de identidad gráfica del prestigioso periódico español. Desde hace muy poco tiempo, tiene la inmensa responsabilidad de ser el nuevo caricaturista tras la muerte de Hermenegildo Sábat en el diario argentino Clarín.

“Hace 20 años trabajábamos en blanco y negro, y los grises daban bien en el diario», confiesa Sciammarella, que ahora realiza dibujos con una impronta plástica con texturas, múltiples materiales y hasta volúmenes, sus caricaturas de los personajes de la política y la cultura. “Hago lo que se me ocurre, como se me ocurre y como me sale hacerlo. No busco ni elaboro una técnica. A veces es un collage, otras una mancha. Hay gente que trabaja más sistemáticamente en una técnica, pero yo no sé hacerlo”  Pero su impronta no se queda sólo en la propuesta artística, sino que se la juega con la opinión y la sátira. «No tengo mala leche cuando los dibujo y creo que no la pongo. Aun cuando sean personajes como Pinochet o Franco, a los que apetece poner algo más de sangre. Pero si el personaje fue un sanguinario yo no puedo ir contra eso, no lo puedo disfrazar de Blancanieves». 

Durante una entrevista en La Vanguardia, explica que «no busco la caricatura al uso, es cierto. No voy al dibujo fácil, a la inmediatez. Mi forma de trabajar pasa por exigir al lector que lea mi dibujo. Uno siempre espera que al lector le pase algo. Si no deja indiferente, es una alegría».

Los dibujos de Sciammarella, como los de muchos colegas, expresan más que muchos artículos. Y eso, en algunos ámbitos, sale caro. El atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo, en enero de 2015, conmocionó a la población en general y al gremio en particular: murieron 12 personas de la redacción. Sciammarella tiene claro que no hay defensa posible para quienes defienden sus ideas con armas: “Sucedía lo mismo con la represión de las dictaduras contra los periodistas. Muchos han desaparecido y a otros los han matado”. Y concluye: “Si molestás a alguien con algo es porque estás metiendo el dedo en un punto. El humor gráfico tiene que producir algo”.

Cuando se realizó una muestra por los veinte años de Sciammarella en El País, se editó un original catálogo en papel de diario, como si fuese un periódico, de los que están en los kioskos. Allí, además de la inmensa cantidad de caricaturas, donde uno no sabe para dónde mirar; las imágenes avanzan al espectador con una energía increíble. Las formas toman vida, movimiento y color. Es toda una aventura, encontrarse con las caricaturas de Agustín Sciammarella. Sugiero seguirlo en las redes o buscar sus dibujos en internet. 

En esta publicación, el periodista Javier Moreno, que dirigió El País por varios años, escribe que “es más fácil mirar que ver. Para lo segundo se necesita entrenamiento, intuición, delicadas capas de conocimiento que se han ido acumulando con el paso del tiempo, esfuerzo, voluntad. Se trata casi siempre de un acto de enriquecimiento y de descubrimiento cuyo proceso culmina con un mayor y más profundo conocimiento de los demás, de lo otro, y finalmente, de forma necesaria, también de uno mismo. Todo ello resulta meridianamente claro cuando uno se asoma a los retratos de personajes destacados de la cultura, la política o el mundo empresarial que Agustín Sciammarella ha venido publicando en las páginas del diario EL PAÍS y que conforman la exposición cuyo catálogo el lector tiene entre sus manos.Nada en ellos remite a la mera ilustración de informaciones periodísticas, normalmente destinada a ser mirada de forma superficial junto con el texto al que acompaña. Por el contrario, todo en ellos les confiere la profundidad y la autonomía del trabajo destinado a ser visto por sí mismo, del trazo que, pese a su declarada vocación de huir de la reproducción detallada, fotográfica, del objeto al que dedica su atención, acaba revelando de forma misteriosa, cuando uno ve y no solo mira, la esencia de lo retratado a mucha profundidad de la superficie, conformada casi siempre por esas masas de color en tormenta permanente que son la marca de la casa. Pocos artistas de los que actualmente dedican su esfuerzo al noble y amenazado arte de confeccionar periódicos disponen de esas capacidades propias de la taumaturgia que nos asombran y nos iluminan al mismo tiempo. Sciammarella las tiene, y no en menor grado.

Enrique Palacios, jefe de diseño de El País, recuerda que “Agustín traía una bomba bajo el brazo. En aquellos días en los que pensábamos y veíamos en blanco y negro asomaba de aquella carpeta una munición que iba a reventar los esquemas clásicos en los que se movía la ilustración-caricatura del periódico. Escondía aquel cartapacio criaturas desconocidas de formas insospechadas, seres nunca vistos y formas alimentadas con texturas inimaginables. Agustín quería darnos miedo; provocar reacciones y poner en duda la suficiencia de responsables de imagen y editores gráficos. Había frescura, innovación, creación, renovación y revolución. Al abrir aquel book, no nos enseñaba solamente sus sueños y su técnica, nos abría un camino que necesitábamos explorar con urgencia. Sus propuestas hacían daño en los márgenes de la seguridad. Había que atreverse y mostrar los interiores más que el mero parecido.Cuando el color comenzó a dibujar sobre todas las páginas Agustín creció más. Su trabajo se hizo infinito y de su plumier salieron todos los fuegos sin cólera que esperábamos salieran. Después de veinte años sigue poniendo dinamita bajo los convencionalismos. Los veinte siguientes prometen ser apasionantes.”

Y además….

El jefe de Infografía del periódico madrileño, Tomás Ondarra dice que “Agustín, es «silencioso, creativo, observador, sarcástico, como buen argentino un toca pelotas, amigo de sus amigos, futbolero, cocinero»,  pero sobre todas las cosas es el mejor asador que conozco. Al igual que sus trabajos; los asados argentinos que realiza en su parrilla son únicos, y lo que es curioso, cuando lo comienza a preparar es muy parecido a cuando comienza a trabajar en el periódico. La parrilla está limpia, cuidadosamente pone pequeñas leñas una encima de otra, prende fuego, coloca alguna leña más, aviva el fuego, coloca un pequeño tronco de encina, después otro. Conseguidas las brasas, las aparta minuciosamente a un lado, coloca la carne en la parrilla ordenadamente, primero los chorizos, después la carne, coloca unas pocas brasas debajo de la parrilla, con otro ojo cuida las otras brasas… poco a poco, sin prisas, como cuando dibuja, hasta que él considera que ya está, que la carne está a punto, como sus dibujos, que solamente él sabe cuando están terminados. La carne está perfecta, jugosa, con un sabor especial, quizás sea el cariño o la dedicación con que lo hace, como sus ilustraciones.”

No hay sección periodística que le sea ajena: desde el asunto más caliente de la política española, hasta los personajes de la agenda internacional, pasando por deportes y el prestigioso suplemento cultural Babelia. Nada de lo periodístico le es extraño. En cada dibujo, como alguien lo dijo, hay una bomba, que explota cuando uno abre el diario y se encuentra con su dibujo que no respeta la diagramación clásica. Entra a la maqueta sin pedir permiso y allí se queda, eterna, contando parte de la historia. Contando historias de ayer, de hoy y de mañana. Dentro de cincuenta, cien o doscientos años, revisar las caricaturas de Agustín Sciammarella será como revisar la historia de una parte del siglo XX y del XXI. Así nomás.