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Hay muchas formas de entender la nostalgia. Una línea directa para que esos recuerdos se vinculan a la infancia. Esto tiene que ver, muchas veces, con la combinación de las memorias que nos han formado, la percepción de simplicidad, hechos mínimos, cotidianos, emociones intensas, idealización del pasado, conexiones personales y elementos culturales surgidos en las primeras etapas de la vida. Habrá mil y una excepción, pero solemos escuchar con frecuencia que las infancias han sido felices, y debe ser porque nos vinculamos con esos elementos del tiempo que pasó. Nos hacemos una representación acorde a nuestra medida y a nuestra memoria.
La infancia es una etapa fundamental en el desarrollo de la identidad y las experiencias durante este período tienen un impacto duradero. Esas memorias de la infancia suelen estar vinculadas a los descubrimientos, a aquellas primeras experiencias y aprendizajes que marcan el resto de la vida. Las experiencias emocionales durante la infancia tienden a ser intensas y suelen transformarse en recuerdos profundos. Las emociones fuertes, asociadas a estos recuerdos, pueden hacer que las personas sientan una conexión emocional poderosa con ese pasado. Con el tiempo, se tiende a recordar de manera idealizada, minimizando las dificultades y destacando aquellos momentos felices. Esta idealización contribuye a la nostalgia, haciendo que la infancia parezca un período más positivo de lo que fue en realidad.
Más allá de disquisiciones filosóficas, yo sí puedo decir que tuve una infancia feliz, muy feliz. O al menos lo idealizo de esa manera. No dudo que la vocación temprana por la radio y el periodismo, tuvo mucho que ver con esa felicidad. Todo lo que contribuyó a alimentar ese amor por el mundo nuevo que se abrió a los ocho años, de ingresar al mundo de la radio, lo recuerdo con una gran nostalgia. Pero no desde lo que se perdió, sino todo lo contrario, por lo que me formó y me marcó.
De los momentos marcados de la infancia, está, indudablemente, la lectura. Y parte del entusiasmo por la lectura vino de la mano de la revista argentina Billiken, que semanalmente, sin falta, llegaba a mi casa, en los edificios frente a la Plaza 4 de Octubre, en San José de Mayo. La revista llegaba porque mi padre o mi madre la traían, o yo iba a buscarla a lo de Omar “Cajita” Ferro, en el kiosko “Oro 18”, ubicado en 18 de julio y Sarandi. Fueron muchos años desde que la revista llegó a casa. La coleccionaba y tenía decenas de ejemplares que me negaba a perder y permanecieron guardados por mucho tiempo. Eran torres de revistas. Estoy seguro que Billiken fortaleció mi vocación por la radio y el periodismo, porque Billiken era mi fuente de noticias o datos de interés general que yo compartía con los oyentes del Largo Musical, el programa de CW 41 Broadcasting San José, en el que hice mis primeros escarceos en esto de la comunicación. Como lo he contado ya varias veces, aquel espacio en el que Tomás Puerto y Marisa Delgado me dieron la oportunidad de hacer radio se llamó “Casos, cosas, de todo un poco, presentado por Postre Chajá, el postre que gusta más”. La última página de la revista, con grajeas curiosas y datos interesantes, era, justamente De todo un poco.
¿Qué era Billiken? Fue una revista infantil, juvenil, muy popular en Argentina y de allí a toda América del Sur, con tirajes récord en el siglo XX. La fundó en 1919, Constancio C. Vigil. Sus contenidos iban en paralelo con los programas educativos argentinos y de entretenimiento con historias, juegos, manualidades y artículos sobre ciencia, historia y cultura. Allí fue donde leó por primera vez Las aventuras de Tin tin.
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¿De dónde viene el nombre? «Billiken» proviene de una figura mitológica norteamericana, una especie de amuleto de la suerte que representa una figura sonriente y regordeta. La palabra surgió en 1908 en Estados Unidos. Una ilustradora llamada Florence Pretz creó un personaje que «daba suerte» al que llamó Billiken. Tiempo después, le vendió su invento a una empresa de Chicago que empezó a producir una gran variedad de productos del muñeco: desde ositos de peluche, amuletos y alcancías. El muñeco se hizo tan popular internacionalmente que llegó a los oídos de Constancio C. Vigil, que necesitaba encontrar un título moderno que llamara la atención de sus futuros lectores, por lo que decidió que Billiken fuera el nombre para su revista. Y vaya que le trajo suerte.
Constancio C. Vigil (1876-1954) fue un escritor, periodista, y editor uruguayo, nacido en Rocha. Pero su gran desarrollo como empresario, lo realizó en Argentina, creando, en su momento un imperio editorial, no sólo con la revista, sino al fundar la prestigiosa Editorial Atlántida, que entre otros productos, era quien editó, seguramente la revista de fútbol más importante de la región, como El Gráfico.
Se editó hace algunos meses el libro La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina, 1919-2019. Se trata de un detalladísimo estudio académico sobre las diferentes etapas de la revistas y de cómo se fue adaptando según los avatares políticos, históricos, económicos y sociales que vivió Argentina, por más de un siglo. La autora es una investigadora inglesa, llamada Lauren Rea,que trabaja en la Universidad de Sheffield, en el Reino Unido. Conversé con ella en la radio hace algunas semanas y al final de esta nota, está la entrevista.
Los orígenes Billiken apuntaban a un espíritu panamericanista y “se entrelazaba con los discursos políticos y pedagógicos sobre los que se construyó la educación pública” argentina. Por eso lo del subtítulo del libro.
Sin duda la aparición y el éxito de Billiken fue modélico. En Argentina surgieron competidoras de fuste como Anteojito. Pero también en Uruguay, Charoná, Patatín y Patatán, El Escolar, entre otras del siglo pasado o la más nueva,con 25 años de permanencia, La Mochila.
Hoy las formas de comunicación han cambiado mucho. La aparición de internet y la posibilidad de tener en los dispositivos toda la información hace muy difícil sostener publicaciones como las mencionadas. Sin embargo están las que resisten. Lo cierto es que Billiken, con más de cien años a cuestas, marcó a más de una generación. El libro de Rea, permite reflexionar sobre esa influencia hasta en los ámbitos menos pensados.
Escuchar aquí la entrevista a Lauren Rea en Sábado Sarandi
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