Imponente Larroca | Jaime Clara

Hace muchos años, supongo que por los ‘80, ‘90, una gran tienda de Las Piedras, que después se extendió a varias localidades del interior, “El Gordo”, tenía un slogan que quedó por un buen tiempo grabado en el imaginario popular. Incluso hoy, hay gente -me incluyo- que lo repite a la hora de elogiar algo tan importante o valioso, que por no encontrar las palabras que sean justas para algo tan grandioso, recurre a aquella frase publicitaria de “Imponente El Gordo”. El adjetivo «imponente» tiene, en este caso, una connotación altamente positiva, ya que se refiere a algo que impresiona por su grandeza, majestuosidad o autoridad, una gran presencia o una actuación memorable.

Cuando Don Verídico, la genial creación de Julio César Castro, elogiaba desmesuradamente algo, su interlocutor, dudando sobre la grandeza de la apreciación, le decía “¿está seguro Don Verídico?”, a lo que el personaje entrañable exclamaba a los cuatro vientos, “¡….y me quedo corto!.

Ambos recuerdos me vinieron a la mente a la hora de tener en mis manos el imponente libro  Oscar Larroca Fragmentos 1974-2024, que repasa gran parte de la vida artística de uno de los intelectuales referentes en el campo visual y de la cultura uruguaya de las últimas décadas. 

El libro pesa algo más de dos kilos, de gran formato, con una riqueza visual propia de lo que allí se muestra y se demuestra: el peso de Óscar Larroca en el panorama de las artes visuales en Uruguay y fuera de fronteras. 

Conversando en la radio, hace algunos días, en esencia, se definió como un dibujante, teniendo claro que allí está la esencia de todo. Una historia que está fechada en 1974, cuando el autor era un niño. “En el año 1974, mi abuelo materno, Pedro, sugirió que fechara mis dibujos, como una manera de ordenarlos.

Todavía no había cumplido mis doce años. Dibujaba prácticamente todos los días y, si bien no había iniciado aún mi trayectoria artística, aquel consejo fue útil para subtitular el presente libro con una cifra redonda.”

El director del Museo de Artes Visuales, Enrique Aguerre, escribe que “hay artistas que son más fáciles de identificar con alguna categoría artística en particular. Pintores que pintan, dibujantes que dibujan, escultores que esculpen. Pero hay otra clase de artistas que desarrollan su trabajo en diferentes áreas de la creación, que cruzan los límites de cada categorización: es el caso de Oscar Larroca. Si bien podríamos decir que el dibujo está en su génesis como creador —y que es uno de los dibujantes más dotados de su generación, necesitó munirse de otras herramientas, como la fotografía y aplicaciones digitales, para intervenir en el flujo de imágenes que recibimos cotidianamente. Esto lo llevó directamente a incursionar en diferentes disciplinas y lenguajes artísticos, como el collage, el body art, la performance y la instalación. Nuevos saberes y competencias estrechamente vinculados con una característica esencial de su trabajo: el cuestionamiento al estatus de las imágenes en el universo medial que nos rodea.

En la obra de Larroca y en su transitar por la iconografía de la cultura popular, a través de una mirada entrenada y una cuidada ejecución, se interviene el imaginario producido por la televisión, el cine, las historietas o la política para acceder a otro nivel de interpretación que interpele las imágenes y las dote de un sentido.”

La primera muestra individual del artista fue en 1981. En aquel primer catálogo, el artista plástico Jorge Satut escribió que “acaso un espectador desprevenido pueda sorprenderse del uso desprejuiciado que hace de imágenes y situaciones, y de cierta displicencia técnica con la que a veces resuelve el entorno. Aun así, esta primera muestra individual suya debe ponderarse con la lógica expectativa de futuro que abren su juventud y las innegables condiciones que caracterizan su temperamental creación”.

En cuarenta años de impecable trayectoria, sobre todo con una ética artística que hay que destacar en los tiempos que corren, hubo hechos fundamentales que lo marcaron, entre otros, la torpe censura ocurrida en una muestra en la Intendencia de Montevideo, cuando recién estaba reestrenada la democracia uruguaya, en 1985. El entonces intendente Jorge Luis Elizalde, junto a algunos otros actores de la vida cultural la catalogaron de “pornográfica” y aplicaron el vituperio oficial. Larroca tenía 23 años y fue tapa de todos los diarios y semanarios de la época, portada de los noticieros de televisión y radio. Aquel joven no la pasó bien y el hecho fue clave en su carrera, porque por años, aparte del proceso interior, cargó con ese lastre un buen tiempo. De aquella muestra,, una suerte de tsunami en el panorama cultural aldeano, el crítico Jorge Abbondanza, escribió que “en la exploración de las obras de Larroca, el ojo del observador se detiene a menudo para disfrutar de esa envidiable soltura con que el artista elige dificultades y luego las salva como si en ello no hubiera esfuerzo, mientras vuelca en su producción ciertas ansiedades inseparables de la juventud, que en este caso y en materia temática se encauzan a través de la obsesión de la libertad, el imperioso erotismo y la burla ante los tabúes del pudor».

Dice Larroca, “mis moderados conocimientos en cualquier área provienen de una formación autodidacta voluntaría (no culminé el bachillerato de Secundaria) e involuntaria (no pude acceder a estudiar en la Escuela de Bellas Artes ni asistir a clases particulares de pintura)” y más adelante agrega que “proclamé ideas por las que empeñé la vida y que en la actualidad me parecen concepciones tan dogmáticas (debido, entre otras amenazas, al intento de exterminio de todo disidente) como reaccionarias (Jules Claretie mediante’). Advertí que mi puño apretado no retenía ninguna verdad pulcra; apenas, algunos fragmentos de sueños altruistas.”

Este imponente libro, del imponente Larroca, “¡y me quedo corto!” estará -por ahora- a disposición de quienes quieran adquirirlo en la muestra que desde este 15 de mayo estará abierta en el Espacio Idea, de la Dirección de Cultura, en la calle San José casi Paraguay, en Montevideo. Todos los jueves a las 18:30 hs. habrá visitas guiadas del artista. Ojalá esta muestra y este libro, además, pudieran recorrer el interior del país. Porque la mitad de esa vida artística se gestó en Florida, donde Óscar vivió más de dos décadas.

Identikit

Oscar Larroca (Montevideo, 1962). Sostiene actividades desde 1981 como artista visual,  ilustrador, docente y ensayista.  Expuso de forma individual en Buenos Aires (1988), París  (1999), Barcelona (2001) y Viena (2000, 2015).  Recibió una docena de primeros premios en salones  nacionales (1981-2005), dos primeros premios en salones  internacionales (1997, 1999), dos Premios Morosoli (2000,  2016), obtuvo el Premio Figari a la Trayectoria (2011, MEC-BCU)  y la distinción “Virgen del Pintado” a la trayectoria (2023, CEU). Fue miembro fundador del grupo Glitch (Ahunchaín,  Gallo, Mattos, Teflón, Yates, 1988) y realizó varias  performances (como Variaciones cromáticas sobre Händel y  Haydn, junto al Trío Prentki, 1996).  Curador de la X Bienal de Salto (2013) y de los artistas  Manuel Domínguez Nieto (2000), Manuel Espínola Gómez  (2021), Arotxa (2023) y Pilar González (2023), entre otros. Diseñó carátulas para fonogramas, afiches, portadas  de libros e isotipos y trabajó en el diseño de vestuario,  escenografía y maquillaje para teatro. Realizó historietas con guiones de Elvio Gandolfo y Leo  Maslíah, fue ilustrador para varios medios de prensa — nacionales y extranjeros— y dibujante para el largometraje  documental Sangre de Campeones (2017-2018). Fue designado Miembro Honorario de la Comisión  Nacional de Cultura de Uruguay para la UNESCO  (COMINAL).