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El español es una lengua romance que descendió del latín vulgar o hablado y pertenece a las lenguas indoeuropeas. Originaria de una comarca de la Cantabria, las montañas de Santander y la meseta castellana, se le llamó castellano al dialecto románico que se empleó en esa región durante la Edad Media. La unificación española y el novel nacionalismo europeo del siglo XVI nombraron a la lengua —ya más rica y precisa— como español. Es el segundo idioma más hablado del mundo —500 millones de parlantes nativos— y, si incluimos a quienes lo hablan como lengua extranjera, el número asciende a 591. Es el idioma oficial en 22 países de América y en España. Su riqueza late en las 93 mil palabras registradas en el diccionario y en sus más de 19 mil americanismos. Es una lengua orgánica, y evoluciona. Existe un banco de datos de la RAE llamado Corpus de Referencia del Español Actual y es fascinante encontrar que, entre las palabras más utilizadas de nuestra lengua, están “vida” y “madre” —pero también “gobierno” y “presidente”.
De las palabras registradas en la RAE, el Quijote contiene 23 mil diferentes y laurea a Cervantes como un genio de la lengua. No hay datos oficiales, pero se calcula que en sus conversaciones, los individuos que poseen el oficio de escribir podrían utilizar alrededor de 3 mil palabras. Un lector con acceso a la literatura y a los periódicos —y de acuerdo con el país donde resida— usa entre 500 y mil. Las personas con un nivel educativo básico hablan con un vocabulario de 300. Un estudio de los profesores Alba Valencia y Max Echevarría concluyó que la pobreza del vocabulario es tan seria que podríamos comunicarnos con un adolescente en Chile usando tan solo 307 palabras. El profesor Orlando Alba elaboró otro estudio en el cual se lee que en la República Dominicana los jóvenes utilizan 254 y, tristemente, la reducción de su uso se acelera; se acortan, se olvidan los sinónimos, se sustituyen los vocablos por signos o emoticones.
Las redes sociales y los mensajes de texto nos acercan a un conjunto importante de personas que manifiestan sus ideas, gustos y enojos a través de palabras, emoticones y gifs. Es aterrador presenciar el asesinato de nuestra lengua: se derrochan abreviaturas, tropezamos con faltas ortográficas y gramaticales. Los signos de admiración e interrogación quedan mancos, desperdigados o se desangran en las pantallas después de un tremendo tiroteo. ¡Y ya ni hablemos de las letras de las canciones de reguetón! Sí, lo siento.
Querido lector, desde nuestra trinchera personal defendamos el idioma; aprendamos palabras nuevas, escribamos correctamente, quejémonos cuando los medios de comunicación tengan voceros de escasa dotación lingüística. El lenguaje es una forma de significarnos, si no podemos entender un texto —por su pobreza de lenguaje, mala redacción y ortografía criminal— no habrá manera de comunicarnos.
Delicatessen.uy publica esta nota con expresa autorización de su autora. Originalmente aquí
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