Amigos son los amigos | Jaime Clara

Amistad. Pablo Picasso. Óleo de 1908

Este asunto de la amistad suele ser un poco complicado. Es muy probable que cada persona entienda la amistad de una manera diferente a otra. ¿Cuáles son los límites de la amistad, si es que hay límites? ¿Se trata de un vínculo a término, o es sentimiento, irrestricto, duradero y permanente?. ¿Hay diferentes niveles de amistad? ¿Hay amigos más cercanos y otros más lejanos, pero todos son amigos? ¿En qué consiste esa definición que escuchamos más de una vez sobre ser “amigo amigo”? ¿Qué se les perdona a los amigos?¿Qué tan saludable es tener amigos de fierro? ¿Es posible tener muchos o es mejor tener pocos? En definitiva, ¿qué es un amigo de fierro?  Estas son algunas preguntas que difícilmente tengan una respuesta en esta nota, pero por lo menos, tomemos un tiempo para reflexionar. 

Roberto Carlos canta a los cuatro vientos que “Yo quiero tener un millón de amigos // Y así más fuerte poder cantar”, mientras que Alejandro Dolina, en su emblemático primer libro Crónicas del Ángel gris, se ofuscaba con aquellos que se jactan de tener “amigos amigos” pocos, sobran los dedos de una mano, como si fuera un mérito tener pocos vínculos tan fuertes. Para Dolina, la amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado. Y por lo general, la gente aprende y vive aventuras en la juventud. Después casi todo el mundo consigue algún empleo en casas de comercio y ya resulta imposible adquirir conocimientos nuevos o pelearse con una patota.” En el mismo libro dice que “uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables” (…) “Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que está rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos.” ¡Cuántas veces hemos escuchado que aunque no nos veamos con Fulano o Mengano, como somos amigos, sabemos que nos contamos uno con el otro, cuando nos necesitamos. O también la frase hecha que amigos son los que decimos cosas que el otro no quiere escuchar: ¡Tanta gente dice cosas que no queremos escuchar y, sin embargo, no son nada! Caro, todo dependerá de las intenciones. 

También convengamos que la palabra amigo está algo devaluada. Desde que Facebook decidió nombrar así a los internautas, seguidores, ser amigo, adquirió otra dimensión, descafeinada, insulsa, vacía de contenido, porque en redes eres amigo, sin conocer la cara del otro.

El psicólogo, antropólogo y zoólogo británico de la Universidad de Oxford, Robin Dunbar, publicó un estudio en la revista Behavioral and Brain en el que relacionaba el «número de neuronas neocorticales y las relaciones sociales que podemos gestionar». Este argumento se basó en un experimento de observación, por el que establecía que nos podíamos relacionar de forma cercana con aproximadamente 150 personas, lo que se bautizó como «el número Dunbar». Este número establecía una estimación de los vínculos cercanos, que variaban entre los 100 y los 200, incluyendo los familiares cercanos, según divulgó hace un tiempo la BBC.

Dunbar llegó a esta conclusión a través de estudios comparativos de diferentes sociedades humanas y de observaciones sobre el tamaño promedio de los grupos sociales en diversas especies de primates. En general, encontró que el tamaño del neocórtex cerebral en relación con el tamaño total del cerebro parecía correlacionarse con el tamaño promedio de los grupos sociales en las especies estudiadas, incluidos los humanos.

El concepto del número de Dunbar ha sido objeto de debate y crítica, ya que algunas investigaciones sugieren que la calidad de las relaciones y otros factores pueden influir en la capacidad de una persona para manejar un mayor número de relaciones significativas. Sin embargo, la idea general de que existe un límite en la capacidad humana para mantener relaciones sociales íntimas y significativas ha sido ampliamente aceptada en la psicología y la antropología.

Sí, según la teoría de Dunbar, hay diferentes «círculos» o niveles de relaciones sociales que corresponden a diferentes tamaños de grupos. Estos círculos están basados en la frecuencia y la intensidad de la interacción social. Los niveles principales son:

Círculo íntimo (5 personas): Este es el grupo más cercano y está compuesto por las personas con las que uno tiene relaciones muy cercanas, como familiares cercanos o amigos íntimos.

Círculo de mejores amigos (15 personas): Este grupo incluye a los amigos más cercanos, con quienes uno mantiene una interacción frecuente y significativa.

Círculo de buenos amigos (50 personas): Este grupo incluye amigos con los que uno tiene interacciones más regulares pero menos intensas que en el círculo de mejores amigos.

Círculo de amigos (150 personas): Este es el famoso «número de Dunbar» y representa el tamaño máximo de un grupo en el que uno puede mantener relaciones sociales significativas.

Estos círculos representan una simplificación de la complejidad de las relaciones sociales humanas, pero proporcionan una forma útil de pensar en cómo se estructuran nuestras redes sociales fuera de la época de internet.. Según Dunbar, se puede llegar a reconocer a unas 1500 personas.

Claro está que a esta teoría hay que contrarrestarla con la realidad. El propio investigador admite que las personas extrovertidas, por ejemplo, tienden a tener una red más amplia, aunque con relaciones menos intensas, mientras que los introvertidos se concentran en un grupo más pequeño de contactos muy cercanos. Las mujeres, por su parte, generalmente tienen un poco más de contactos en las capas más cercanas.Lo que determina estas capas en la vida real, en el mundo cara a cara , es la frecuencia con la que ves a las personas, de acuerdo con la hipótesis.

El mundo virtual

La investigación de Dunbar es de los años 90, cuando internet era una novedad y casi no existían las redes sociales. El asunto es cómo ha cambiado la calidad de los vínculos con las redes. Los investigadores sugieren que las relaciones en internet son similares a las relaciones en el mundo real en términos de restricciones numéricas. «Cuando observamos la estructura del mundo de los juegos en línea, obtenemos prácticamente las mismas capas que en todos los demás contextos», dice Dunbar. «Y parece que son las mismas características de diseño de la mente humana las que imponen restricciones en la cantidad de personas con las que puedes interactuar mentalmente en un momento dado», agrega. El equipo realizó un trabajo de análisis en Facebook, utilizando factores como el número de grupos en mensajes comunes y privados enviados para mapear el número de vínculos con la fuerza con la que se desarrollan. «Estos medios digitales, incluyendo los teléfonos celulares, en realidad solo te proporcionan otro mecanismo para contactar amigos”. El científico británico no cree que la posibilidad de anonimato en línea sea sustancialmente diferente al mundo real. De acuerdo con sus postulados, las interacciones anónimas de internet son similares a los confesionarios en la Iglesia católica: no es una relación cercana, pero es una que reconoce los beneficios de la confidencialidad entre los casi extraños. «Es muy difícil llorar en un hombro virtual», sentencia Dunbar. Su conclusión, es muy clara: desde este punto de vista, la naturaleza no física y en tiempo no real de las relaciones de internet no pueden desafiar a las «del mundo real» de manera significativa.

La amistad según Fernando Pessoa

Mis amigos son todos así: Mitad locura, otra mitad santidad. No los escojo por la piel sino por la pupila, que ha de tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante. Escojo a mis amigos por la cara lavada y el alma expuesta. No quiero solo el hombro o el regazo, quiero también su mayor alegría. El amigo que no sabe reír conmigo, no sabe sufrir conmigo.

Fernando Pessoa por Sábat

Mis amigos son todos así: Mitad bromas, mitad seriedad. No quiero risas previsibles, ni llantos piadosos. Quiero amigos serios de esos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca.

No quiero amigos adultos ni comunes. Los quiero mitad infancia y mitad vejez. Niños para que no se olviden del valor del viento en el rostro, y ancianos para que nunca tengan prisa.

Tengo amigos para saber mejor quién soy yo, pues viéndolos locos, bromistas y serios, niños y ancianos nunca me olvidaré de que la normalidad es una ilusión estéril.