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El mundo de la gastronomía y lo que rodea a la mística en torno a la comida, y sobre todo al concepto del buen vivir, tiene un desarrollo meteórico de un tiempo a esta parte. Se han desarrollado conceptos que se han transformado en verdaderas categorías como gourmet o foodie. Con esta última palabra en inglés, se designa a aquellas personas que son aficionadas a la comida y la bebida, que adoran el buen comer, que disfrutan de experimentar nuevos sabores y probar con nuevas recetas, salir a buenos y originales restaurantes o cocinar con un toque personal o sofisticado. Si bien, no necesariamente un foodie, no llega a ser un especialista en gastronomía, para muchos tampoco se trata de alguien con gustos refinados, como un gourmet, por lo menos califica como un apasionado por el buen comer, interesado en todo lo que gira se mueve en torno las diferentes aristas vinculadas a la comida y a la bebida, restaurantes, bodegas, degustaciones, la ciencia de la comida; hacerse ver -porque hay mucho de postura en eso- asistir a inauguraciones, estar en el último grito de la moda gastronómica y tendencias. Los foodies consumen libros de recetas, canales de cocina, revistas especializadas y las páginas webs y blogs dedicados al tema. Todo esto se ha transformado en una moda, en muchos casos snob, que por momentos, puede hastiar. Pero es una realidad.
En este panorama, también el mundo de la industria audiovisual le dedica espacios al mundo de la gastronomía. La ficción, series y películas es ajena a todo este movimiento, que deja muchos dividendos por cierto.
«El ángel exterminador» (México, 1962) es una película surrealista escrita y dirigida por Luis Buñuel. Cuenta como un grupo de invitados adinerados no pueden retirarse después de una lujosa cena. Todo se transforma en un caos. Se trata, una vez más, de la ácida y satírica mirada crítica de Buñuel sobre la aristocracia que, en el fondo, esconde instintos salvajes y secretos inconfesables. Pues bien, este filme de Buñuel -entre las mejores mil películas de la historia del cine según el New York Times– sirvió de inspiración al director Mark Mylod (multipremiado por la serie Succession) para su propuesta The Menu (2022).
The menu trata sobre un grupo de comensales llegan a vivir una experiencia -está muy de moda este concepto, «vivir la experiencia- gastronómica única en una isla al norte del Pacífico que solo tiene un restaurante, llamado Hawthorn, conducido por el renombra Chef Slowik, que interpreta Ralph Fiennes. Se trata de una docena de clientes, con mucha plata, capaces de pagar 1.250 dólares, cada uno, por esa cena inolvidable. Entrarán en el salón “creyéndose con mucho derecho y ego”, explica Mylod, pero a medida que avanzan el menú de pasos, cada plato, junto con las explicaciones del chef, “su vanidad irá desapareciendo hasta que queden emocional y figuradamente desnudos y deseando pagar la cuenta de su propio fin”. Según las críticas, The menu es un thriller satírico, una visión de humor negro sobre la alta cocina de autor. Al guionista Will Tracy se le ocurrió cuando él mismo cenó en un restaurante en una isla enfrente de Bergen, cuando vio que el barco que les había llevado se marchaba, le entró pánico y claustrofobia. Nada de eso sienten, en principio, los protagonistas de esta velada, ya que su posición social los ciega, y llegan ebrios de orgullo, se sienten afortunados y con todo el derecho de pedir y exigir lo que quieran al entrar al comedor. Pero todo cambia cuando la puerta giratoria de Hawthorn se cierra detrás de ellos.
“La película tiene un comentario político y social. Habla de algo que está pasando en EE UU y, probablemente, en el resto del mundo”, dice John Leguizamo, uno de los comensales, que interpreta a un actor estrella. “Habla de la desaparición de la clase media y de cómo estos nuevos millonarios piensan que tienen el control sobre todo, sobre nuestras democracias, nuestras plataformas sociales, creen que pueden controlarnos”. Un crítico apuntó que «según avanza ese menú de pasos, se van conociendo algunos secretos de cada cliente. Cada plato es una vuelta de tuerca a los clichés de la alta cocina, una vuelta oscura y sarcástica sobre los problemas, terrores, verdades y atrevimientos de la gastronomía de autor y con Estrellas, pero también como metáfora de nuestra propia sociedad.»
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Hawthorn significa espino blanco, es una flor preciosa de olor intenso. Se trata de un restaurante de inspiración nórdica que se sitúa en una isla ficticia al norte del Pacífico. Sería lo que se llama un «restaurante destino», es decir, solo se puede viajar hasta allí para cenar y solo son, como se dijo, tan solo doce personas que pueden hacerlo en cada sesión. La noche que presenta la película será una especial, única, realmente exclusiva. Por eso los clientes han sido elegidos especialmente: tres empleados del grupo inversor dueño del restaurante, al que el Chef ha vendido su alma; la crítica que le encumbró junto a su editor; una pareja de ricos habituales clientes; un foodie desesperado por figurar y por ser reconocido como tal; una estrella de cine trasnochado y su asistente. La cocina y la sala, todo integrado en el mismo ambiente, “es casi una iglesia”, explica Mylod, “un lugar de culto con una cruz en la pared del fondo”, en el que el Chef Slowik es como el párroco.
La inspiración para recrear el particular restaurante tiene que ver con reductos conocidos mundialmente, como el sueco ya desaparecido Fäviken, el también cerrado elBulli, de Ferran Adrià; French Laundry, de Thomas Keller en Sonoma; y el danés Noma, de René Redzepi. Además, la chef Dominique Crenn, la primera mujer en recibir tres estrellas Michelin, en su restaurante de San Francisco, fue la asesora directa en todo el proceso de la película, en entender las relaciones entre el cocinero estrella y su equipo, la conversación con el comedor y, por supuesto, la elaboración de los platos. “Me di cuenta de que habíamos conseguido un equilibrio entre sátira y pornografía gastronómica”, explicó el director.
Los platos
La Isla es el nombre del primer plato, una recreación de la naturaleza salvaje que le inspiró al Chef. Breadless Bread Plate, un plato de pan sin pan. Aquello que le hizo famoso, borrado, dejado solo en recuerdo, en evocación. “No soy solo un chef, soy un contador de historias”, es una de las frases que suelta ante sus espectadores. “Comeréis menos de lo que merecéis y más de lo que deseáis”, les dice también a esos clientes que empiezan a preocuparse y fruncir el ceño ante el espectáculo del que son testigos.
Memory es el tercer plato. Los recuerdos de su infancia como una carne mechada envuelta en tacos que son fotografías de oscuros secretos de cada uno de los clientes. La impresión 3D, una realidad en las cocinas actuales. En el cuarto plato, The Mess (El desastre), empieza el caos, el terror. Sigue con Man’s Folly, sobre el sexismo que se ve en la cocina en general, y la alta cocina en particular. Y tras algún plato sorpresa, por fin, el postre, un lienzo sobre el propio comedor.
Pero todo se complica de a poco. Los secretos y las oscuridades de los comensales comienzan a aflorar, donde también el Chef comienza a mostrar una faceta, que puede se catalogada de demente, pero que frente a quienes están en las mesas, no se sabe en qué lugar está la llamada normalidad. “Ha llegado a detestar al consumidor de élite y a sí mismo porque le han corrompido”, explica Ralph Fiennes de su Chef. “Son una clientela que nunca está satisfecha. Es un perfeccionista que está siempre obligado a mantener un nivel de perfección para personas que nunca lo aprecian de verdad”.
Pero todo entra en un espiral incontrolable. Por momentos desesperante. Las emociones de cada uno de los personajes y el vínculo con el espectador, están magistralmente manejadas por un director experiente. Vale la pena ver cada tanto ver una película perturabadora.
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