La tierra conecta, da felicidad | Camilo Baráibar

Camilo Baráibar (Montevideo, 1985) es escritor y profesor de Literatura (Instituto de Profesores Artigas). Siempre escribió y leyó. Asistió a los talleres de escritura Casa Soles, a cargo de Luis Bravo. Autor de los libros «Médanos», «Hay alguien más», «Última conexión» y «Olas». Lanzó la editorial Ocho Ojos

Un sabor de la infancia
El de las gomas de mascar “Puaj”.

Una manía confesable
Leer conversaciones de WhatsApp ajenas en el ómnibus.

Un amuleto
Antes, los boletos que sumaban 21. Ahora, una botellita de agua.

El último libro que leí
Mis documentos, de Alejandro Zambra.

Una película que me marcó
Cyrano de Bergerac. La vi decenas de veces cuando sufría de insomnio.

Algo que evito
Planchar.

Si pudiera volver a empezar sería
Más charlatán, más confiado, más gregario; tal vez menos feliz (o tal vez tendría una felicidad distinta).

Un lugar para vivir
Solymar.

Un lugar para volver
La Habana.

Una materia pendiente
Tocar el chico en una comparsa.

Un acontecimiento que cambió mi vida
Mi padre murió cuando yo tenía seis años.

El escritor definitivo
Shakespeare.

Algo que jamás usaría
Peinador de pestañas.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
Hace un tiempo, me hice socio de verano en un club y practiqué esgrima. Había floretes del club y floretes de los alumnos. Los floretes no son baratos y, en aquel momento por lo menos, no se conseguían en Uruguay. Yo no tenía uno propio, así que agarré uno para “tirar” (luchar). Sin querer agarré uno de una compañera. Yo era totalmente principiante y luché con todas mis fuerzas… Fueron excesivas. El florete se rompió (lo rompí) y yo no sabía dónde meterme. Le mando un saludo a mi ex compañera de esgrima, que sin dudas se acuerda de mí.

El lugar más feo del mundo
“El paraíso estaba donde ella estaba” dijo el poeta. Con el infierno o el peor lugar debe pasar algo parecido. Es el lugar donde la persona que necesitás no está.

Una rutina placentera
Me encanta tomar mate por la mañana y pensar en silencio.

Me aburre
Esperar el ómnibus. A veces el aburrimiento se transforma en angustia. Me aburren los cumpleaños infantiles. Me aburre conocer a alguien y que me pregunte cosas y cosas, como si fuera una entrevista laboral. Me aburre que la cosa no fluya (me hago cargo de mi parte).

Una extravagancia gastronómica que frecuento
Soy demasiado tradicional desde el punto de vista gastronómico. Juego un poco con los líquidos, a veces. Licuado de papaya, banana y frutilla; jugo de manzana y remolacha. Pero en general: mate, tortas fritas y fideos.

Una canción que aún me conmueve
Hay en YouTube una payada realizada en la cárcel de Dolores… Cada vez que la escucho se me eriza la piel.

Un restaurante que nunca falla
Me encanta la milanesa napolitana de La Portugalia.

Algo que cambiaría si pudiera
Me encantaría que todos supiéramos cultivar una huerta. No sé si solucionaría el hambre, pero sin duda nos haría menos dependientes y más felices. La tierra conecta, da felicidad.

El valor humano que más admiro
El carisma.

Una última palabra
Conejo.