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Es impresionante cómo entró pisando fuerte en la literatura uruguaya Henry Trujillo (Mercedes, 1965).
No es ni por asomo de los más prolíficos escritores, a la hora de editar, sospecho que por su rigurosidad y por la necesidad de encontrar algo que contar que se distinga de lo que se publica. Nadie duda que, claramente, está marcada su identidad como escritor.
Las descripciones que se encuentran en las redes lo mencionan como uno de los mayores exponentes de la novela policial y la novela negra de la literatura rioplatense. Ahora veremos si él se vé asi. Si se siente cómodo con esa definición
Lo conocimos en 1993 cuando, gracias al Concurso Narradores de Banda Oriental se publicó “Torquator”, que en aquella oportunidad se editó con prólogo de Washington Benavides. De aquella época es «La espera», llevada al cine dirigida por Aldo Garay, en su primer largometraje. Déjenme recordar a dos entrañables actores como Elena Zuasti, y Walter Reyno que formaron parte del elenco.
“El vigilante” (1996), que también tuvo su adaptación televisiva en 2012. En 1998 “Gato que aparece en la noche”, la reunión de cuentos y sus dos primeras novelas. Al año siguiente presenta “La persecución, su tercera novela”. Y llega el siglo XXI, recién estrenado, con “El fuego y otros cuentos” y tres años más tarde, esta cuarta novela “Ojos de caballo”, por la que entre otros galardones, ganó el primer premio del Ministerio de Cultura. Para los críticos se trata del trabajo más maduro de su obra. ¿Por qué se la considera la novela más madura de la literatura de Trujillo a Ojos de caballo? Otra pregunta por responder.
Los libros siguen, pero vamos a quedarnos aquí, en Ojos de caballo que es el objeto de esta presentación.
Escribió Gabriel Sosa en Búsqueda: «Desde mediados de los 90 hasta fines de la primera década de este siglo la obra de Henry Trujillo (Mercedes, 1965) fue fundamental dentro del panorama literario uruguayo. Aunque breve (cinco novelas cortas y un puñado de cuentos), su solidez es notable. Sus tres primeras nouvelles (Torquator de 1993, El vigilante de 1996 y La Persecución de 1999) prácticamente fundaron la novela negra local. Posteriormente publicó Ojos de caballo en 2004 y Tres buitres en 2010. Su última publicación fue la recopilación de sus tres libros primeros junto con la totalidad de sus cuentos, Tres novelas cortas y otros relatos en 2010. Desde ese momento abandonó la escritura para dedicarse a su profesión de sociólogo y a la enseñanza. Ojos de caballo, una de las novelas nacionales imprescindibles en lo que va del siglo.»
Ya hablaremos de estas afirmaciones tan contundentes.
Henry Trujillo es de Mercedes, capital departamental de Soriano. ¿Saben lo que me pasa con Mercedes? Desde hace mil años leo en la radio el parte meteorológico y les puedo asegurar que junto con Villa Serrana, en el departamento de Lavalleja, son los dos lugares donde suelen estar las temperaturas más extremas, por frío o por calor. Casi siempre, mencionamos a Mercedes como un lugar donde la gente se congela o se achicharra y cuando uno preguntaba a los que supuestamente saben del tema, te responden, “Lo que pasa es que Mercedes está en un pozo”. Siempre me impresionó esa respuesta. Si bien conozco Mercedes, trabajé allí y mi primer recuerdo es del año 1976, siendo un niño, traté de imaginarme esa ciudad “en un pozo”.
Bueno, de hecho, y no por las condiciones meteorológicas, uno de los personajes de esta novela habla de “salir de este pozo”. Henry una vez más describe aquella Mercedes con gran intensidad, poniendo su lupa en climas, momentos, lugares y situaciones que describe magistralmente.
Y, aunque les parezca mentira, por varios motivos al releer Ojos de caballo, me volvió a suceder lo de vincular su relato con mi San José natal. No sólo por el ambiente “calma chicha”, esas horas de siesta eternas, esos mormazos que parten la cabeza, aun a la sombra generosa de un paraíso o de un sauce llorón.
Esas calles de balastro, los bares “de copas” como se dice ahora, porque en realidad, esos boliches del interior eran todos iguales. Los otros, los bares más cogotudos, eran las llamadas confiterías o tenían más nivel, están frente a la plaza principal o son pizzerías o algo así. Nada que ver con los bares de barrios a las márgenes de los pueblos. Esos boliches boliches, donde se juntan los viejos de camisa abierta, y panza colorada, abdomen cervecero, sudorosos, con el escarbadiente eterno en los labios y cigarros armados, donde un vaso de vino
Carlon servido hasta el borde, duraba más de 45 minutos, esos eran los de aquella época. Los de Mercedes, San José, Trinidad o Río Branco. Con mostradores de mármol y bolicheros con paciencia y autoridad.
En la época que transcurre Ojos de caballo, con mi abuelo con sus noventa años encima, íbamos al Bar San Luis, frente a la desolada estación de trenes. Y el bar de Malher es un gran escenario literario de esta novela, me llevó al cuento de Paco Espínola, “Qué lástima….! ¿Se acuerdan? “Paró la oreja Sosa al oír exclamar al desconocido: -¡Qué lástima, qué lástima, que la gente sea tan pobre! Sosa ni caso había hecho cuando, media hora antes, vio recortarse en la puerta del despacho de bebidas al escuálido forastero. Siguió absorto en una sensación penosa que lo embargaba frecuentemente. Pero al rato, cuando separado ya el pulpero oyó al otro cerrar la conversación con «¡Qué lástima que la gente sea tan pobre!».
Siento que Ojos de caballo tiene mucho de Paco, esa mirada fina, calibrada sobre los personajes. Esa frase sobre la gente pobre de Paco, en ese cuento, puede tener en esta novela, una frase tan simple como filosófica (pág 26) “¿Por qué Dios quiere que a mi vejez sufra la pobreza y todas las desgracias juntas? ¿Qué mal le hice?”
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Y para cerrar estas breves referencias maragatas, si bien esta novela, que tiene 20 años desde su primera edición, ha tenido muchas tapas -esta es muy buena, por cierto- la primera de Alfaguara, tenía como imagen una foto de esa fantástica escultura colectiva “Los jugadores de truco”, del amigo y artista plástico Hugo Nantes, que hoy se encuentra en Presidencia de la República y se puede ver, visitar y como siempre, sentarse allí como el cuarto jugador. Una escultura en chatarra increíble, que perfectamente recoge el aire que se respira, en el Bar San Luis de San José, o el de Malher de Mercedes o cualquiera de aquel Uruguay casi perdido.
No recuerdo si conversé con Trujillo hace veinte años, sospecho que sí. Pero ante la cultura visual que tenemos hoy, debo decir que la relectura, me da una novela mucho más visual de lo que imaginaba, y que perfectamente podría ser una serie de Netflix o una película. Quizás hace 20 años no lo vi tan patente, hoy sí. Pero como vimos, la adaptación al lenguaje audiovisual de los relatos de Henry es algo frecuente.
Pero, como les digo una cosa, les digo la otra. Trujillo cuenta con una intensa potencia narrativa. Aquí van sólo algunos ejemplos:
- Ya en el comienzo “La ciudad se tiende como una lagartija bajo el sol de enero. Todo está quieto. Solamente las chicharras interrumpen el silencio de la siesta. En las calles desiertas no se ve más que algún que otro perro boqueando bajo la sombra exigua de los árboles. la luz reverbera sobre el hormigón candente y el aire mismo parece un caldo de plomo. Nada se mueve”
- Otra “Los gusanos llevaban tres días comiéndose los restos de la hija de Elizalde cuando Daniel Acosta se topó con Horacio.”
- Y una más “Ya a esa hora los primeros borrachos del bar de Mahler estarían mezclando su nombre con el último alcohol de la madrugada. Ya a esa hora nadie lo pronunciaría sin reírse, nadie lo recordaría sin desprecio. Y en cuanto el día terminara de despuntar, Nelly se cubriría de vergüenza por él. Nunca más la vería.”
- O los dudosos consejos “En la vida, solamente confiá en dos mujeres: en tu madre y en tu hija. Y en tu hija, hasta que cumpla quince”.
El lector de Ojos de caballo se mete en la novela, en la historia con mucha facilidad, casi que inconscientemente, porque Henry teje una trama como una telaraña llena de sensaciones y registros que hacen que el relato se torne vertiginoso -a esto ayuda los capítulos breves- pero a la vez minucioso y calmo, porque todos los detalles son importantes, hasta, por ejemplo, los asientos de pantasote de los viejos automóviles en los que se iba con el torso desnudo y la piel quedaba pegada por el calor y el sudor, y querer salir era como intentar despegar una cinta adhesiva.. Con habilidad, sin trucos, el autor nos mete en las pocas luces y muchas sombras de varios de los personajes y sus vínculos, porque esta novela tiene todos los ingredientes necesarios para seducirnos a los lectores.
Leí por ahí que “una agria conclusión del libro es que la barbarie empieza en casa”. Y me parece una buena definición. A la que acotaría que esa barbarie empieza por el interior de cada uno. Lo que cada personaje, y por qué no cada uno de nosotros quiere hacer con uno mismo. Cómo sobrevivir en un pueblo donde, aparentemente no pasa nada, y sin embargo, cada uno vive su infierno, ya sea personal o ya sea porque está a las orillas de un mundo con el presente detonado y sin mucho futuro. Como dice la propia contratapa, ese mundo donde se está rodeado de gente, pero se está solo, sin obedecer los destinos marcados.
Este texto fue la base de la presentación de la reedición de la novela Ojos de caballo, de Henry Trujillo, en la Feria Internacional del Libro, 8 de octubre de 2023, Montevideo.
La frase que da título a esta charla, «todo sea por la causa del Trujillismo», se la agradezco al periodista, escritor y editor, Gabriel Sosa.
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