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Cormac MCCarthy, cuyas historias violentas y nihilistas han hecho historia en la literatura estadounidense, murió a los 89 años. Considerado por muchos como el mejor escritor norteamericano desde Ernest Hemingway y William Faulkner, con quienes a menudo se le comparaba, murió por causas naturales en su casa de Santa Fe, en Nuevo México. McCarthy alcanzó la fama relativamente tarde. Tenía casi 60 años cuando, en 1992, su sexta novela, Todos los caballos hermosos, la primera de la Trilogía de la frontera, atrajo la atención del público haciéndose con el National Book Award y el National Book Critics Circle Award. La novela tuvo su versión cinematográfica, al igual que No es país para viejos de 2005 y La carretera de 2006, ganadora del Premio Pulitzer de ficción.
Sin embargo, McCarthy nunca hizo concesiones a la fama. Su carácter reservado le llevó a conceder muy pocas entrevistas. En una de esas raras excepciones que hizo en 2007 a Oprah Winfrey dijo: «No creo que [las entrevistas] sean buenas para tu cabeza. Si pasas mucho tiempo pensando en cómo escribir un libro, probablemente no deberías estar pensando en eso, sino escribiéndolo». Su estilo sobrio y distintivo, a menudo al margen de las normas gramaticales, era una extraordinaria puerta de entrada a su universo implacable, lleno de sangre y de polvo.
Nacido con el nombre de Charles Joseph McCarthy Jr. el 20 de julio de 1933, en Providence, Rhode Island, fue uno de los seis hijos de una familia católica irlandesa (más tarde cambiaría su nombre a Cormac para usar su antiguo nombre en irlandés). Su padre era abogado y se crió en Tennessee con relativa comodidad. Sirvió en la Fuerza Aéra en la década de 1950 y se casó dos veces antes de que terminara la década de 1960, primero con Lee Holleman, a quien conocido en la universidad y con quien tuvo un hijo, y despyés con la cantante inglesa Anne DeLisle, de quien se separó en 1976. Después de un breve período en Europa, regreso a Tennessee para establecerse cerca de Knoxville, Tennessee, y luego se mudó a El Paso, Texas, y a Santa Fe.
Su primer libro, El guardián del vergel, publicado en 1965 y ambientado en la Tennessee rural, llegó a las manos del último editor de Faulkner, y supo reconocer el potencial del escritor. Pero a pesar de las críticas positivas, los primeros trabajos de McCarthy, como La oscuridad exterior o Hijo de Dios, no se convirtieron en un éxito comercial. En 1985 publicó Meridiano de sangre, la que hoy en día se considera su primera gran novela, y quizá la mejor, atrayendo algo más de atención. Relata, con mucha violencia, la historia de un grupo de cazadores de cabelleras en el oeste de mediados del siglo XIX.
Todos los caballos hermosos, un libro sobre la mayoría de edad y que dio inicio a una trilogía centrada en los trabajadores de los ranchos de Texas en la frontera, finalmente supuso su consagración en la década de 1990. Esta trilogía fue seguida por No es país para viejos, una novela policíaca profundamente inquietante pero fascinante, sobre un negocio de drogas que salió mal, y que fue adaptado al cine en una película que ganó el Oscar en 2007.
En ese momento vio la luz La carreta, quizá incluso más oscuro que sus libros anteriores. Ambientado en un mundo donde un misterioso desastre ha acabado con la sociedad, un padre y su hijo caminan a través de un paisaje devastado, poblado de personajes al borde de la desesperación. Este hilo narrativo le permite profundizar en la depravación humana, pero al mismo tiempo también sobre el amor y los vínculos familiares. La carretera ganó varios premios, entre ellos el mencionado Premio Pulitzer de ficción, y se convirtió en película en 2009.
A continuación vino un largo período en blanco que culminó con sus dos últimas novelas en 2022. Dos libros conectado, El pasajero y Stella Maris, que eran el reflejo de un McCarthy ya próximo a los 90 años, más suavizados, y con cierto aire de despedida.
En un comunicado, Nihar Malaviya, CEO de Penguin Random House, dijo: «Cormac McCarthy cambió el curso de la literatura. Durante sesenta años, demostró una dedicación inquebrantable a su oficio y a explorar las infinitas posibilidades y el poder de la palabra escrita».
Delicatessen.uy publica esta nota con autorización de su autor. Originalmente aquí
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