La máquina que llevó a Mark Twain a la bancarrota | Alejandro Gamero

Mark Twain por Jaime Clara

A lo largo de su vida, Mark Twain tuvo bastante interés por la ciencia y por la tecnología. Amigo íntimo de Nikola Tesla, Twain fue uno de los primeros en adoptar dispositivos modernos como el teléfono o el automóvil, además de ser posiblemente el primer autor de la historia en escribir un manuscrito completo con una máquina de escribir (aunque todavía se sigue debatiendo cuál de sus novelas fue). Sin embargo, el entusiasmo de Twain a menudo iba más allá de toda prudencia y a lo largo de su vida perdió grandes sumas de dinero invirtiendo en inventos fallidos, que iban desde telégrafos hasta a máquinas de grabado, pasando por una proteína en polvo milagrosa que, según su inventor, podría acabar con la hambruna en la India. Ahora bien, su mayor apuesta tuvo lugar en 1880, cuando se enteró de una nueva máquina que prometía revolucionar por completo el mundo de la impresión y de la publicación.

En la época de Twain la tecnología de impresión llevaba unos cuatrocientos años sin haber cambiado apenas. Si bien las imprentas modernas eran más grandes, más rápidas y funcionaban con vapor, el proceso de composición tipográfica continuaba siendo lento y manual. Tal y como se habría hecho en la época de Gutenberg, los tipógrafos se sentaban frente a un marco con múltiples compartimentos llamado caja tipográfica, que contenía piezas de tipos móviles fundidos con una aleación de plomo y estaño. Las letras mayúsculas se guardaban en los compartimentos superiores, mientras que las minúsculas en los inferiores. Uno a uno, el tipógrafo extraía las piezas de la caja tipográfica y las iba disponiendo en un marco, agregando espacios entre las palabras gracias a espaciadores de plomo. Una vez que se completaba una línea de texto, se colocaba en un marco de impresión de metal y se usaban más espaciadores de plomo para establecer más espacios entre líneas y para los márgenes de la página. Usando tornillos en el marco de impresión, se sujetaban las líneas juntas para formar un bloque de texto que luego se cargaba en la imprenta.

Un tipógrafo podría configurar entre 3.500 y 4.000 anchos de letra por hora, pero el gran desarrollo de la prensa y de otras publicaciones periódicas masivas hizo que las manos humanas ya no pudieron seguir el ritmo del gran volumen de medios impresos que se producían. Fue por eso que se inició la carrera para desarrollar una máquina de composición tipográfica mecánica. De las docenas de inventores que luchaban por lograr este avance, hubo dos favoritos: el alemán Ottmar Mergenthaler y el estadounidense James W. Paige.

De Paige se sabe muy poco, más allá de su invento. Años después de desarrollar su diseño, en 1877, Paige fue contactado por Farnham Typesetting Company, que estaba desarrollando un distribuidor automático para volver a clasificar los tipos usados en cajas tipográficas. La empresa le pidió a Paige que combinara su máquina con la de ellos para producir una composición tipográfica automática completa. Pero al examinar la máquina de Farnham, Paige concluyó que los dos mecanismos eran incompatibles y se dedicó a diseñar una máquina completamente nueva, a la que llamó Compositor Paige.

Compositor Page

Con unas 18.000 piezas elaboradas a máquina, el Compositor fPaige fue una maravilla de la ingeniería de finales del siglo XIX. Diseñado para replicar exactamente la acción de un compositor humano, utilizó un brazo mecánico para levantar piezas de tipo de una serie y depositarlas en una bandeja de composición, lo que permitía a un tipógrafo componer una línea tan rápido como escribía en el teclado. Paige estimó que su invento podría acelerar el proceso de composición tipográfica hasta tres veces, revolucionando la industria editorial. Sin embargo, la complejidad de la máquina hacía necesario mucho tiempo y dinero para perfeccionarla. Farnham comenzó a buscar inversores para financiar el desarrollo de la máquina. Uno de esos accionistas tenía que ser, cómo no, Mark Twain, que había trabajado como impresor en gran parte de su juventud.

Aprovechando que había ganado bastante dinero con Tom Sawyer, en 1880 Twain compró 5.000 dólares en acciones de Farnham, convencido de que la máquina de Paige sería un éxito. Por desgracia, Twain no había contado con el perfeccionismo compulsivo de Paige, que pasó años rediseñando y reconstruyendo su máquina en una búsqueda obsesiva por alcanzar la perfección. En varias ocasiones empezó de nuevo desde cero, lo que supuso una gran pérdida de tiempo y de dinero. De hecho, no fue hasta 1887 que logró un prototipo funcional y solicitó la patente. Con 218 páginas y 850 diagramas, la patente de Paige es la más larga jamás presentada en la historia de los Estados Unidos, tanto que la Oficina de Patentes tardó ocho años en revisarla y aprobarla.

Sin embargo, a pesar de estos retrasos, Twain siguió siendo optimista y continuó financiando la empresa de Paige con unos 4.000 dólares al mes. Su fe parecía justificada cuando, el 5 de enero de 1889, presenció una demostración del prototipo perfeccionado de Paige, cuya construcción se había trasladado a la Pratt and Whitney Company, que más tarde se convertiría en un fabricante líder de motores para aviones. Para asombro de Twain, la máquina permitió que un solo operador configurara, justificara y ensamblara automáticamente una página de tipo a una gran velocidad.

Twain se jactó ante amigos y familiares de que el Compositor Paige lo convertiría en millonario. Pero el tiempo pasaba y la máquina no estaba acabada y Twain empezó a echar mano en sus inversiones de la herencia de su esposa Olivia. En 1890, su editorial se había arruinado, sumiendo a la familia en una situación financiera desesperada, lo que no impidió que Twain siguiera financiando la máquina de Paige. A medida que los retrasos continuaban, Twain iba perdiendo gradualmente su fe en la máquina. En enero de 1890 llevó a su viejo amigo John Jones a ver la máquina con la esperanza de que invirtiera. Para su consternación, Paige había desarmado completamente la máquina y la había esparcido por el suelo del taller. Jones se fue con una mala impresión y nunca invirtió.

Pero lo peor estaba por venir, porque mientras tanto una máquina competidora se había adelantado en la carrera: la máquina de linotipo de Ottmar Mergenthaler, cuya primera máquina se instaló en 1886 en la oficinas del New York Tribune. Aunque Paige y sus inversores estaban al tanto de esto , no se inmutaron. Confiando en la superioridad de su máquina, en 1892 Paige consiguió para que la Asociación Estadounidense de Editores de Prensa realizara una prueba privada de su Compositor en el taller de Pratt & Whitney. Los resultados fueron sorprendentes alcanzando velocidades de composición dos o tres veces superiores a las de sus competidores. Este éxito fue suficiente para reavivar el interés de Twain en la máquina, pero no le duró mucho, porque la máquina comenzó a sufrir averías, lo que provocó importantes retrasos en la impresión. Como la máquina era demasiado compleja, Paige tenía que ir personalmente a atender cada avería. Además, su producción en cantidades comerciales no resultaba rentable.

Mientras tanto, Mergenthaler había producido una versión nueva y mucho más fiable de linotipo, lo que hizo que las ventas aumentaran constantemente. A finales de 1892 había más de 500 linotipos funcionando en más de 30 salas de prensa de periódicos de todo el país. En 1894, estaba claro que Mergenthaler había ganado la carrera. En unos pocos meses, los pedidos del Compositor Paige se redujeron a cero, y poco después los inversores disolvieron la empresa. El sueño de Paige estaba oficialmente muerto.

En total, los inversores de Paige habían perdido unos dos millones de dólares y solo les quedaban seis máquinas, construidas a un precio astronómico de 15.000 dólares cada una. Twain, que había invertido 180.000 dólares, se vio obligado a declararse en bancarrota en 1894. Gracias a la venta de libros y a sus giras de conferencias, Twain pudo pagar a todos sus acreedores y recuperar cierto grado de estabilidad financiera. Nunca se perdonó el error cometido al invertir en Paige. En cuanto a Paige, todo le fue mucho peor. Después de perder los ahorros de toda su vida en 1893, murió sin dinero, solo, en un asilo de pobres de Chicago el 1 de diciembre de 1917

Delicatesse.uy publica esta nota con expresa autorización del autor. Originalmente aquí