Siempre que mencionamos a Juan Carlos Barreto y su arte en servilletas, caemos en la obviedad de titular o mencionar la canción entrañable de Leo Maslíah, «Biromes y servilletas». No sólo es una canción perfecta, bella, poética, de las más lindas de Leo, sino que es el resumen perfecto para definir los dibujos de Barreto, que por suerte hoy se muestran, en forma organizada, pensada, a modo de retrospectiva, en la cafetería -dónde si no- del Museo Mapi, en Montevideo.
Juan Carlos Barreto, maragato él, conocido en el mundo de la política y en San José, su pueblo y el mío, como «El Lagarto» es diseñador gráfico, artista plástico, gestor cultural y muralista. Disfruta, desde siempre, de tertulias cafeteras con amigos y colegas, allá, acá o acullá. Y un día, lápiz, marcador o birome, en mano, tomó una servilleta y comenzó, como quien no quiere la cosa, a crear figuras de un mundo imposible. Formas, datos, letras, flechas, círculos, en una búsqueda de un equilibrio, lo más justo y perfecto posible, donde nada desentone, o se caiga de la hola. Como flotando en una atmósfera sin gravedad. Y desde aquella primera servilleta dibujada sin querer, Barreto se sintió cómodo. Y luego vino otra, y otra y otra. Dudo que lleve la cuenta de las servilletas dibujadas en cafés del mundo -literalmente, del mundo- pero se dio cuenta que empezó a crear un mundo propio, un paisaje lleno de formas de todas formas. Y allí aparecieron las aves, una mezcla de pterodáctilo o halcón, que se integraba a ese jardín armónico tan personal, como original. Las servilletas de papel son soportes frágiles, débiles, algunas dan lástima. Pero con un dibujo de Barreto, son potentes, fuertes, enérgicas. Es increíble el poder de transformación de los dibujos.
Su compinche, es escritor Marciano Durán, contó que «hemos hablado en otras oportunidades del «arte madonnari», es una expresión artística nacida en Italia en la que los artistas pintan sobre el suelo de las plazas utilizando el pavimento como lienzo. Hacen catedrales góticas, madonnas y retratos y allí lo efímero es la clave. Todo lo que hacen es para admirarlo en el momento, porque usan pintura no permanente y desparece todo cuando llueve (en Paris llueve cada tres días y en Medellín cada dos). Y Juan Carlos -como cualquier artista Madonnari- ha resuelto que lo importante es el goce de la creación artística, ese momento de espera en los que algunos pierden el tiempo y el Lagarto lo gana. En este momento se está inaugurando en el Mapi Café la exposición de servilletas de café intervenidas en diferentes mesas de boliches uruguayos y extranjeros. Se está conociendo el resultado de sus horas de espera; pero yo ya conozco lo más importante: su decisión de ir a contra flecha en el mundo del cortoplacismo y de la inmediatez. Ganando el tiempo en el mismo momento y en el mismo lugar en que otros lo pierden.»
Otro cofrade en común, el artista plástico y director del Museo de Artes Visuales, Enrique Aguerre, escribió que «la exposición Tiempo de espera está conformada solo por humildes servilletas de café que dan cuenta de un lugar que contempla un tiempo de espera, como también también de reflexión y creación. No hay lugares mejores o peores para un artista, pero sí lugares especialmente elegidos para desarrollar una serie de obras. Los cafés y bares son ámbitos que desde fines del siglo xix acogen a la bohemia artística e intelectual más significativa de diferentes épocas, propia de las ciudades modernas. Desde su San José natal al resto del país e incluso fuera de fronteras, Juan Carlos no ha dejado de dibujar ni un solo día. La escala cambia, los diversos tamaños de las servilletas determinan cada dibujo monocromático —de trazos azules, rojos y negros— sobre fondos en general blancos, que muchas veces integran las marcas del vaso o pocillo de café. En ese territorio, Juan Carlos dibuja criaturas inquietantes en paisajes singulares, figuras geometrizadas de origen humano o animal que se configuran en piezas que originan mecanismos inquietantes, que nos interpelan con su fuerte lirismo. Fechadas siempre, acompañadas del lugar preciso donde fueron realizadas, son testimonio de un tiempo que por ser motivo de creación no transcurre, continúa fluyendo.»
La invitación para entrar a ese mundo posible, está hecha. Biromes y servilletas, como si fueran saetas -como en la canción- están en las paredes del Mapi, para ser visitadas. Una vez más, la generosidad de Juan Carlos Barreto permite compartirlas, y que no queden en cajas, egoístas y escondidas, sino que ahora se pueden disfrutar en el lugar donde nacieron, un café.
Muestra Tiempos de espera. Juan Carlos Barreto. MapiCafé, Museo Mapi, 25 de mayo 279, Ciudad Vieja, Montevideo. Marzo y abril 2023.