Del tango a la poesía | Manuel Guerrero Cabrera

Ilustración Hermenegildo Sábat

La vez anterior escribimos sobre algunos tangos cuyos versos reproducían, parafraseaban o sugerían los de distintos poemas; en esta ocasión, haremos el camino de vuelta, el de los tangos que han influido en poemas. Es el caso de uno de los poemas más conocidos de Juan Gelman «Mi Buenos Aires querido», que desde el título ya se evoca el tango homónimo, así como en su contenido:

Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido
.

Uno de los poetas que más ha sugerido el tango en sus versos es el imprescindible Mario Benedetti. Por ejemplo, sus poemas «Caracol de sueño» y «De olvido siempre gris» surgen de los versos de La última curda de Cátulo Castillo y se puede decir lo mismo de «Desde el alma (vals)», la bellísima melodía de Rosita Melo.

El español Luis Cernuda escribió el poema «Despedida» en el que identificamos fácilmente versos del conocido tango Adiós, muchachos, cuya letra pertenece a César Vedani:

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.

Pero, sin duda, más sugerente es el magnífico poema «Peregrino» respecto al inolvidable Volver de Alfredo Lepera. Escrito desde el exilio, en él se respondía a sí mismo que no volvería a España y que continuaría su peregrinaje:

¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Entre los nombres actuales de la poesía española, Raquel Lanseros ha escrito algunos poemas en los que resuena el tango. Uno de ellos es «Epifanía en La Boca», que parte de la difundidísima cita de Discépolo de que el tango es un pensamiento triste que se baila, es un bellísimo homenaje al tango, un poema en el que sus versos se mezclan con los de Uno del citado Discépolo y de Volver, también mencionado anteriormente, de Lepera:

Entonces tú
la persuasión de tu voz arbolada
la sala de conciertos en el Barrio La Boca
entre Vuelta de Rocha y Caminito
su majestad el tango.
Pasado y porvenir se besan en mi ombligo
si yo pudiera, como ayer
querer sin presentir

Mi corazón secreto emerge de la sombra
sabe que la lucha es cruel y es mucha
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina
Las palabras preguntan por mi alma
el viajero que huye
tarde o temprano detiene su andar

Hay muchos otros nombres que, a fin de no extendernos demasiado, no hemos colocado aquí. Pero creemos que para terminar hay que referirse a los poemas dedicados a Carlos Gardel por razones obvias: Celedonio Flores, Juan Raggi, Raúl González Tuñón, Nélida González, Martina María Iñíguez, Mario Benedetti, Jaime Clara, incluso quien firma este artículo, y un sinfín, pues, como refiere Arturo Yépez-Pottier, posiblemente sea uno de los artistas al que más versos se le han dedicado. El motivo de ello es sobradamente conocido y quizá los versos de «Preguntas a Gardel» Jaime Clara den la mejor respuesta:

Sr. Gardel
¿cómo es la inmortalidad?

Silencio
lo evoco
lo escucho.

¿Por qué no?
¿Acaso Ud.
no es inmortal?

Supongo que sí,
pero le aseguro
una cosa:
el día que Ud. murió,
Ud. nació para siempre