Miguel Barrero (Oviedo, 1980) escritor y periodista español. Ha publicado las novelas Espejo (premio Asturias Joven), La vuelta a casa, Los últimos días de Michi Panero (premio Juan Pablo Forner), La existencia de Dios, Camposanto en Collioure (Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado), La tinta del calamar (premio Rodolfo Walsh) y El rinoceronte y el poeta, así como el libro de viajes Las tierras del fin del mundo. Ha formado parte del programa 10 de 30 para la difusión de la nueva literatura española en el exterior. Es colaborador permanente de Delicatessen.uy.
Un sabor de la infancia
El de una especie de bizcochos empapados en leche que hacía mi abuela Luz.
Una manía confesable
Comprobar que he dado todas las vueltas a la llave cada vez que salgo de casa.
Un amuleto
El sentido común.
El último libro que leí
Una vida tranquila, de Coradino Vega.
Una película que me marcó
De niño quería ser Indiana Jones.
Algo que evito
Perder el tiempo discutiendo con gente con la que no merece la pena discutir.
Si pudiera volver a empezar sería
Una estrella del rock.
Un lugar para vivir
Cualquiera en el que me encuentre a gusto.
Un lugar para volver
El mar.
Una materia pendiente
El bricolaje. Y me temo que así quedará.
Un acontecimiento que cambió mi vida
El descubrimiento de América.
El escritor definitivo
Cervantes.
Algo que jamás usaría
Estoy bastante seguro de que nunca voy a usar un peine.
La última vez que pensé «tierra, trágame»
No recuerdo. Debo de tener muy poca vergüenza.
El lugar más feo del mundo
No conozco el mundo entero, así que no puedo opinar.
Una rutina placentera
Escribir, aunque no siempre.
Me aburre
La estupidez.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Le echo anacardos al yogur, ¿cuenta como extravagancia?
Una canción que aún me conmueve
Hay unas cuantas. Se me ocurren ahora la música de los créditos de Cinema Paradiso o las «Nanas de la cebolla» de Miguel Hernández interpretadas por Serrat.
Un restaurante que nunca falla
Casa Eutimio, en Lastres.
Algo que cambiaría si pudiera
Intentaría convencer a Dios de que tampoco era necesario montar tanto jaleo por una simple manzana.
El valor humano que más admiro
Tres: la bondad, la generosidad, la lucidez.
Una última palabra
Ciao.