La percanta está triste,
¿qué tendrá la percanta?
En sus ojos hinchados
se asoma una lágrima,
rueda y se pianta.
Julián Porteño escribió este tango, La percanta está triste, con música de Vicente Greco, que Carlos Gardel grabó en 1921. Los dos primeros versos están claramente inspirados en un poema muy conocido (entonces y aún hoy): «Sonatina» de Rubén Darío, el poeta principal del movimiento literario llamado Modernismo. Pero la palabra «percanta» lleva al terreno del lunfardo, como más adelante otros términos de la letra del tango, los fantásticos versos del poeta nicaragüense:
La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
Este es solo uno de los muchos ejemplos que encontramos en las letras del tango que se han inspirado en poemas. Y es que el tango se siente atraído por la poesía, sobre todo, a partir de los años veinte, con letras que son verdaderos poemas y que fueron escritos por poetas de la talla de Celedonio Flores, Homero Manzi, Homero Expósito, Eladia Blázquez u Horacio Ferrer, entre otros nombres. Pero, como decíamos unas líneas más arriba, también había inspiraciones y ecos de poemas, como es el caso del poema «Margarita», también de Rubén Darío, en el fantástico tango Por la vuelta de Enrique Cadícamo (con música de Cobián). Así escribió Darío:
Tus labios escarlatas de púrpura maldita
Sorbían el champaña en el fino baccarat.
Y así lo reinterpretó Cadícamo:
Tu boca roja y oferente
bebió en el fino baccarat.
Por continuar con ecos posmodernistas, el famoso poema número «Veinte» de Pablo Neruda, aquel que empieza «Puedo escribir los versos más tristes esta noche», también tiene su versión lunfarda, cantada como tango por Edmundo Rivero, entre otros. La letra resultante es una parodia de Luis Alposta que la tituló Poema número cero:
Puedo escribir los versos más lunfas esta noche.
Escribir por ejemplo: «La mina está forfái
y en la grotesca mueca de su escracho,
la esperanza se deja ver un cacho
cuando alguien le presenta un cusifai».
Y, cómo no, uno de los ejemplos más obvios, es el del poema «El día que me quieras» de Amado Nervo que Alfredo Lepera hizo suyo de un modo muy personal para que lo inmortalizara Carlos Gardel como uno de los grandes temas musicales de amor de todos los tiempos.
También hay ecos del español Federico García Lorca, especialmente en la manera de tratar el recurso de la metáfora en Homero Manzi y, en especial, Homero Expósito. ¿Acaso los «ojos de azúcar quemada» del vals Pedacito de cielo de Expósito no recuerda los «ojos de fría plata» lorquianos? La metáfora de García Lorca se construye con lo sensorial; olfato, vista y tacto se sugieren en estos versos de «La casada infiel» del poeta español:
Toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
Homero Expósito crea también con este criterio, como en el vals Absurdo:
¡Portal donde la luna se aburrió esperando,
cedrón por donde el tiempo se perfuma
y pasa!
El portal (tacto), la luna (vista) y el cedrón (olfato) aparecen para indicar el paso del tiempo, que se ha llenado de las cualidades del cedrón (se perfuma) y del portal (pasa).
Y dejo estas últimas líneas para un par de tangos que fijan su mirada en poemas clásicos de la Literatura española. Siguiendo con Homero Expósito, tenemos que el comienzo del genial tango Maquillaje («No… / Ni es cielo ni es azul») está tomado de un soneto de los hermanos Argensola, del Siglo de Oro: «Porque ese cielo azul que todos vemos/ ni es cielo ni es azul».
Por último, Café de los Angelitos, de Cátulo Castillo, recurre al tópico del Ubi Sunt? (‘¿Dónde están?’):
¿Tras de qué sueños volaron?
¿En qué estrellas andarán?
Las voces que ayer llegaron
y pasaron y callaron,
¿dónde están?
El recuerdo de la primera estrofa de las «Coplas por la muerte de su padre» de Jorge Manrique, un autor medieval, se manifiesta mediante los verbos «pasar» y «callar»:
Cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte,
tan callando.
Así, en el tango hallamos un homenaje a la poesía culta, de tradición literaria desde la Edad Media hasta autores contemporáneos. Aquí hemos hecho una muestra rápida que ha dejado atrás muchos otros ejemplos, obviamente. Pero el tango no está completo sin bailarlo, cantarlo o escucharlo, así que nada mejor que reproducir en cualquier medio los temas que aquí se han mencionado para darles vida, para darnos vida.