En Minas, capital del departamento de Lavalleja, el último día de noviembre de 1931 nació un hombre que sería una figura clave del periodismo deportivo el continente. Su nombre, por su apellido francés, sonaba grandilocuente, difícil de pronunciar, sin embargo, se transformó en uno de los apodos más famosos de mundo del fútbol. Su nombre Emilio Lafferranderie, pero desde que su padre, siendo un niño, lo llamaba “viejo”, él repetía “veco, veco”, y le quedó, desde su infancia, ese sobrenombre que terminó por ser la respetada firma de las crónicas deportivas durante más de cuarenta años: El Veco.
Comenzó a escribir sus primeras notas de deportes en 1952, con 21 años, en el semanario Fútbol Actualidad, luego en el diario Acción y luego en El Día, fue jefe de deportes de Radio Sport, a la vez que cursaba Facultad de Odontología. En octubre de 1960, cruzó el Río de la Plata e ingresó al diario La Razón de Buenos Aires, el de mayor venta de habla hispana, en aquella época. Cinco años después, ingresó como jefe de redacción de la prestigiosa El Gráfico.
Justamente, en 2010, cuando murió El Veco, en la publicación argentina se escribió “Sinónimo del buen decir, caballero gentil y escriba delicioso, el mundo del periodismo deportivo acaba de perder a Emilio Laferranderie, más conocido como El Veco, uno de los hombres que edificó la mejor historia de El Gráfico. (…) Podría decirse que El Veco fue un periodista de tres banderas, pero admirado en un continente entero. Se formó profesionalmente en su Uruguay natal, hizo escuela en Argentina, donde conoció a su esposa y nacieron sus hijos, y cerró el círculo en Perú, país que lo adoptó como referente insoslayable y donde nacieron sus nietos. ¿Un recuerdo de su paso por la revista, entre 1963 y 1970? “Constancio C. Vigil, el fundador de El Gráfico, me dio la mejor lección de periodismo. Decía: ‘Si una nota no provoca una sonrisa, no suscita una lágrima o no genera una discusión, esa nota no sirve para nada’”.
En agosto de 1982 llegó al Perú, invitado por el comentarista deportivo Alfonso «Pocho» Rospigliosi, para escribir en el diario El Comercio y para integrar el staff de comentaristas del programa Ovación, por cuatro meses. Cuando estaba por dejar Lima, recibió una oferta de Panamericana Televisión y se instaló con su familia en Perú. En ese mismo período, Radio El Sol lo contrató para que conduzca «La mañana de El Veco». en el que estuvo cerca de seis años. Después pasó a Radio Antena 1, que salió al aire en 1991, en donde presentaba «El Veco en Antena 1» por las tardes. En esta producción, estuvo cinco años. Pasó luego a Radioprogramas del Perú en donde tuvo El Show de El Veco, donde permaneció cerca de una década. En 2009 publicó su libro Fútbol es Pasión en el que recopiló decenas de crónicas. Murió en febrero de 2010.
Hace un año, en 2021, el periodista Miguel Villegas de El Comercio de Lima, escribió una nota que tituló El Veco: el hombre que hizo periodismo deportivo sin Google, radio sin WhatsApp y TV sin HD. Allí recuerda que “todos esperábamos las 8 de la noche, de espaldas a las Pentium y a la TV prendida pero en mute, listos para escuchar su voz en RPP. Si él decía algo definitivo en la radio, era tapa al día siguiente. Y si anunciaba el último fichaje, la movida dirigencial que se oculta o enlazaba en vivo con Claudio Pizarro gracias al Cura Martín Fernández —porque Pizarro solo hablaba con él—, había que grabarlo en una vieja casetera dolby stereo que hoy ya no da. Ese audio se hacía tendencia, el video se volvía viral y su columna en El Comercio, días después, artículo coleccionable. El responsable era ‘El Veco’, Don Emilio Laferranderie, un periodista que nunca informaba, contaba. Que se preocupaba por observar, ser testigo, recopilar detalles inéditos y luego de ese proceso, tratar de entender los sueños que depositaba nuestro héroe deportivo en la almohada. Hacer escuela. Una época imposible de hallar hoy, que ya no se discute nada en un bar, con redacciones remotas donde nadie sabe prender una cafetera. Don Emilio Lafferranderie hacía todo eso de lunes a domingo, luego leer a García Márquez en su casa de Grimaldo del Solar. Él solo movía las audiencias cuando no se llamaban redes. Él solo viralizaba noticias hace 20 años, cuando todavía no se inventaba Twitter.”