El invento más alucinante del siglo XVIII | Alejandro Gamero

 

 

Muchísimo antes de la Inteligencia Artificial, de la informática e incluso de la electricidad, hubo personas que diseñaban ingenios robóticos capaces de hacer toda clase de tareas. Jacques de Vaucanson hizo varios de estos autómatas, entre los que destaca una de sus grandes obras maestras, de 1739: el pato que come y hace caca.

Esta notable hazaña de ingeniería fue diseñada para imitar a un pato con la mayor precisión posible. Vaucanson incluso se jactó de que los anatomistas no encontrarían fallos en su minuciosa reconstrucción de las alas. Una vez que se le daba cuerda, el pato era capaz de moverse, beber agua, jugar con ella en su pico e incluso graznar como si fuera un pato real.

Vaucanson detalla su pato que hace caca en un folleto de 1742.

Sin embargo, la mayor hazaña de Vaucanson fue diseñar el pato para que comiera maíz, lo digiriera y lo expulsara. En un folleto de 1742, Vaucanson ofrecía una descripción detallada de su mecanismo: «Mi segunda máquina o autómata es un pato, en el que represento el mecanismo de los intestinos, usados en las operaciones de comer, beber y digerir […] El pato estira su cuello para coger el maíz de la mano, lo traga, lo digiere y lo descarga por el conducto habitual. Ves todas las acciones de un pato que traga con avidez, con un rápido movimiento de cuello para llevar la comida a su estómago, copiado de la Naturaleza. La comida es digerida como en los animales reales, por disolución, no por trituración […] La materia digerida en el estómago es conducida por tubos, como en un animal por las tripas, hasta el ano, donde hay un esfínter que la deja salir.»

Vaucanson también creó un flautista (su primer autómata) y un robot que tocaba un pequeño tambor. Aunque sus obras eran verdaderas maravillas, algunos lamentaban que no le hubiera dado un mejor uso a su talento. «Es muy lamentable que haya malgastado tanto genio mecánico en objetos sin ninguna utilidad práctica para el hombre», escribió un periódico de 1897. Ahora bien, ¿es que acaso el entretenimiento no es una forma de utilidad? Casi trescientos años después, el pato que hace caca todavía nos sigue fascinando