El valor de no hacer nada | Jaime Clara

Lo tenemos claro: ocioso es aquel que no hace nada. La ociosidad es la actitud de no hacer nada.

Esta idea me lleva, inicialmente, a recordar dos películas. La primera, de 1968, Buenas noches, Alejandro (Alexandre le bienheureux) dirigida por Yves Robert con Philippe Noiret. Allí aparece Alexandre, un campesino divertido, que vive atormentado por el carácter autoritario de su esposa que lo hace trabajar como un esclavo. La mujer muere en un accidente y el campesino, libre de la opresión marital, decide vivir acostado, disfrutando de la holgazanería con la ayuda de su perro, que le trae la comida y el diario. La película fue estrenada en Montevideo, en abril de 1969 en el cine Trocadero y fue la más exitosa de ese año, con más de 180 mil espectadores. Según el portal CineEstrenos, “estuvo 23 semanas consecutivas en la cartelera del Trocadero. Esos casi seis meses se constituyeron en un récord histórico para los cines montevideanos de primera línea.” Yo recuerdo haberla visto en el Cine Artigas de San José. Si bien era un niño, recuerdo que fue una película de matinée en aquellos años.

La otra película es de la misma época: La fiaca (1969) una comedia argentina dirigida por Fernando Ayala, basada en la obra de teatro de Ricardo Talesnik. El protagonista fue Norman Briski. Un empleado de oficina decide, una mañana, faltar a su trabajo, como un pequeño acto de rebeldía. Él le explica a su esposa, protagonizada por Norma Aleandro, que sufre de «fiaca», término lunfardo sinónimo de pereza. El hombre se queda en su casa a no hacer nada.

Ambas películas, en clave de comedia, desafiaban al mundo del trabajo y de la productividad. La distribuidora Gussi, acaba de traer a Uruguay un libro que tiene una visión alternativa y estimulante sobre algo que es considerado en una suerte de pecado mortal: la ociosidad. El autor, Brian O´Connor, doctor en filosofía en la Universidad de Oxford, y actualmente catedrático en el Universty College Dublin, se pregunta ¿en qué medida una vida ociosa es una buena vida?

Como en las películas aludidas, el libro desafía la condena a no hacer nada y valoriza el ejercicio de libertad que supone elegir el estado ocioso. “Dedicar energía a cualquier cosa que no sea el trabajo y la superación personal puede parecer un fracaso moral o un lujo. Pero, ¿y si la ociosidad, en vez de vicio o defecto, fuera una forma eficaz de resistencia? ¿Y si nos permitiera experimentar la libertad en su forma más plena? Lejos de cuestionar estas ideas convencionales, filósofos modernos como Kant, Hegel, Marx, Schopenhauer y de Beauvoir las sustentan y profundizan. Este libro expone los prejuicios tras estos razonamientos, cuestionando la visión oficial de nuestra cultura: que el incesante ajetreo, el hacerse a uno mismo, la utilidad y la productividad son el núcleo mismo de lo que está bien para los seres humanos. Recogiendo ideas de la Grecia Antigua y sobre la importancia del juego en pensadores como Schiller y Marcuse, el autor presenta una visión empática de la ociosidad, que nos permite mirar bajo una nueva luz nuestro moderno culto al trabajo y al esfuerzo. Una reflexión estimulante.” Así se presenta el libro a través de su contratapa.

El título no es original. El reconocido escritor y pensador Bertrand Russell publicó, en 1935, el libro Elogio de la ociosidad y otros ensayos, una recopilación de ensayos vinculados a la sociología, filosofía y economía. En de los artículos, que da nombre al libro, el destacado intelectual trabaja la teoría sobre que si todo el mundo trabajara sólo cuatro horas al día, el desempleo disminuiría y la felicidad humana aumentaría debido al mayor tiempo libre. Ya en aquellos años, la mirada de Russell estaba orientada a describir que el mundo sufría de intolerancia y fanatismo, y reclamaba una acción enérgica admirable en su contra. También el libro es un alegato a favor de la libertad de mente para hacer justicia ante diferentes posiciones. 

Un capítulo interesante, es el tercero, que plantea los desafíos del aburrimiento. Porque “una inquietud preponderante acerca de la ociosidad es que enseguida desemboca en aburrimiento.(…) La experiencia nos enseña que la pereza sin sentido se vuelve perturbadora de manera inevitable. (…) El aburrimiento que provoca la ociosidad es un ´sentimiento muy enojoso ´en tanto en cuatro aparece debido a nuestra ´natural inclinación a la comodidad´” Para evitar esto, el autor propone que hay que encontrar maneras de pasar el tiempo que nos permiten escapar del aburrimiento, pero entonces ya no estamos realmente ociosos. De esta forma “engañamos” nuestra errónea inclinación al reposo inactivo. Podemos decirnos que si solo queremos ociosidad, pero tenderemos a emprender tareas, -a menudo triviales- que no están del todo de acuerdo con el ideal de ociosidad”, para no caer en un aburrimiento que termine siendo perjudicial.

Cerremos con Russell. “El sabio empleo del tiempo libre -hemos de admitirlo- es un producto de la civilización y de la educación. Un hombre que ha trabajado largas horas durante toda su vida se aburrirá si queda súbitamente ocioso. Pero, sin una cantidad considerable de tiempo libre, un hombre se verá privado de muchas de las mejores cosas. Y ya no hay razón alguna para que el grueso de la gente haya de sufrir tal privación; solamente un necio ascetismo, generalmente vicario, nos lleva a seguir insistiendo en trabajar en cantidades excesivas, ahora que ya no es necesario. (…) El trabajo exigido bastará para hacer del ocio algo delicioso, pero no para producir agotamiento. Puesto que los hombres no estarán cansados en su tiempo libre, no querrán solamente distracciones pasivas e insípidas. Es probable que al menos un uno por ciento dedique el tiempo que no le consuma su trabajo profesional a tareas de algún interés público, y, puesto que no dependerá de tales tareas para ganarse la vida, su originalidad no se verá estorbada y no habrá necesidad de conformarse a las normas establecidas por los viejos eruditos. Pero no solamente en estos casos excepcionales se manifestarán las ventajas del ocio. Los hombres y las mujeres corrientes, al tener la oportunidad de una vida feliz, llegarán a ser más bondadosos y menos inoportunos, y menos inclinados a mirar a los demás con suspicacia. La afición a la guerra desaparecerá, en parte por la razón que antecede y en parte porque supone un largo y duro trabajo para todos. El buen carácter es, de todas las cualidades morales, la que más necesita el mundo, y el buen carácter es la consecuencia de la tranquilidad y la seguridad, no de una vida de ardua lucha. Los métodos de producción modernos nos han dado la posibilidad de la paz y la seguridad para todos; hemos elegido, en vez de esto, el exceso de trabajo para unos y la inanición para otros. Hasta aquí, hemos sido tan activos como lo éramos antes de que hubiese máquinas; en esto, hemos sido unos necios, pero no hay razón para seguir siendo necios para siempre.

El valor de la ociosidad. Un ensayo filosófico sobre el valor de no hacer nada. Brian O´Connor. Ediciones Koan. Distribuye Gussi. 199 págs. Ed. 2021.