Sebastián Santana Camargo (La Plata, Argentina, 1977), ilustrador profesional, fotógrafo ocasional, diseñador gráfico por autoimposición y artista plástico por contingencia. Desde 1984 reside en Montevideo. Es de los más inquietos y originales ilustradores y diseñadores.
Un sabor de la infancia
El juguito de las madreselvas
Una manía confesable
Caminar mirando al piso a ver qué encuentro.
Un amuleto
Todos los que tengo en el taller. Pero en especial, un diablito de hierro fundido fabricado en una ciudad rusa llamada Kasli.
El último libro que leí
«La ciudad y los perros», de Mario Vargas Llosa
Una película que me marcó
«La cinta blanca», de Michael Haneke
Algo que evito
La publicidad
Si pudiera volver a empezar sería
Bastante igual, pero buscaría ser más atento con las amistades.
Un lugar para vivir
Buenos Aires, pero por un tiempo no demasiado largo.
Un lugar para volver
La playa Las Torpederas en particular y toda Valparaíso en general.
Una materia pendiente
Aprender a tocar el piano
Un acontecimiento que cambió mi vida
Conocer a Ismael Moreno y Marianella Morena en el sótano del Mincho Bar
El escritor definitivo
El último definitivo viene siendo Ricardo Piglia, por cómo enseña a leer.
Algo que jamás usaría
Un pantalón chupín blanco, con todo el respeto que me merecen quienes son capaces de llevarlos.
La última vez que pensé “tierra, trágame
”Me costó encontrar respuesta a esta pregunta, calculo que por ser bastante desvergonzado (si esto es un mérito o un problema, no lo tengo muy claro).
El lugar más feo del mundo
No creo que haya un lugar que no tenga algo lindo que rescatar. Un rincón, alguna persona, incluso la salida.
Una rutina placentera
Exprimir tres naranjas todas las mañanas.
Me aburre
La publicidad
Una extravagancia gastronómica que frecuento
La preparación del Bar Hispano
Una canción que aún me conmueve
«Adagio a mi país», de Alfredo Zitarrosa
Un restaurante que nunca falla
El Bar Hispano, siempre fiel y disponible
Algo que cambiaría si pudiera
Cierto hábito de hablar cuando quizás no era mi turno o no hacía falta decir algo.
El valor humano que más admiro
La honestidad intelectual
Una última palabra
Gracias