Siempre aparecen las leyendas urbanas. Esos relatos del llamado folclore contemporáneo que mezclan ficción y realidad, datos pocas veces comprobables, pero que mucha gente dice haber sido testigo o haber conocido a alguien que se lo comentó por ser testigo directo. Hechos inverosímiles presentados como verdaderos y de muy difícil verificación. Hay dos relatos, que ya forman parte de ese universo imposible que involucra a dos monarcas europeos.
-I-
Corría el año 1981 y en el mes de abril, el escritor Juan Carlos Onetti recibiría el Premio Cervantes. El día anterior a la ceremonia, explicaba en una entrevista en El País de Madrid que «estoy muy preocupado porque tengo que dar un discurso y yo no sé hablar; no sé pronunciar ni una palabra; va a ser una catástrofe (…) Mañana, jueves, me gustaría confundirme entre la multitud, esconderme y que nadie me encuentre» y sentenció que «mi vida, desde que me concedieron el premio hasta hoy, no ha cambiado absolutamente en nada. Desde el punto de vista de la vanidad del escritor no ha cambiado nada; yo escribo porque me gusta escribir.» Onetti debía levantarse de la cama en la que estaba acostado, de la que prácticamente no salía, vestirse de gala para recibir el premio. Fue un gran reconocimiento para el escritor uruguayo, radicado en Madrid. En Uruguay gobernaba la dictadura cívico-militar y ese reconocimiento fue un gran espaldarazo para la cultura y literatura de nuestro país. Fue un gran acontecimiento, del que poco se informó en aquellos tiempos difíciles. Onetti estaba exiliado y esa condición lo condicionaba todo.
El relato me lo comentó en su momento el escritor, y gran amigo de Onetti, Omar Prego y luego el hecho lo escribió en un libro homenaje, el periodista Homero Alsina Thevenet, maniático del dato preciso a la hora de escribir. Por lo tanto, debo suponer que tanto Omar, como HAT, son fuentes confiables y podemos admitir que lo que se cuenta sucedió. Y quien conoció a Juan Carlos Onetti, admiten que perfectamente pudo ser así, como se cuenta.
Llegó el momento en que el Rey Juan Carlos I debía entregar el diploma que acreditaba el Premio Cervantes al escritor uruguayo. Como se ve en la foto, El Rey estira la mano y cuando Onetti se la apreta, dicen que le dijo «Che, ¿es cierto que te llamás Juan Carlos como yo?» Esa inesperada salida se entreveró con las risas y felicitaciones y fueron muy pocos los que se percataron de las primeras palabras que Juan Carlos Onetti cruzó con su tocayo.
-II-
Inglaterra 1966 fue la octava edición de la Copa Mundial de Fútbol. Se realizó en Londres, entre el 11 y el 30 de julio. El partido inaugural fue de los locales ante Uruguay en el mítico estadio de Wembley. El técnico de la selección uruguaya fue Ondino Viera. El equipo que jugó aquel partido inaugural fue Ladislao Mazurkieweicz, Horacio Troche, Luis Ubiña, Jorge Manicera, Omar Caetano, Julio César Cortés, Pedro Rocha, Néstor Gonçalves, Milton Viera, Héctor ‘Lito’ Silva y Domingo Pérez. Cuenta el periodista Luis Prats en una crónica de El País que «en ese entonces no se estilaba organizar un gran show inaugural, pero tocó la banda real y la propia reina Isabel II, fallecida a los 96 años, bajó a la cancha a saludar a los futbolistas de ambos equipos. Uruguay se alineó junto a la alfombra real y allí el capitán Horacio Troche fue presentando a la monarca a todos sus compañeros y a los miembros del cuerpo técnico encabezado por Ondino Viera. Todo con un carácter formal, al estilo de la monarquía británica.»
El mediocampo Milton Viera, que hoy tiene 76 años, comentó en Radio Monte Carlo, que él tenía veinte años, cuando el Mundial de Inglaterra. Sobre la ceremonia de apertura contó una anécdota suscitada en el momento del saludo, cuando la reina bajó al campo de juego. «Me acuerdo de Mazurkiewicz, que decía ¡mirá! no trae nada (ellos esperaban regalos)… y me hacía reír y me sacó del estado de nervios» que tenía previo al partido, ya que había pasado pensando «toda la noche como marcar a «Bobby» Charlton».
Caminando sobre la alfombra roja, el capitán del seleccionado celeste, le presentó, uno a uno a los jugadores. La Reina Isabel II estrechó la mano de cada uno de ellos. El memorioso periodista Alfredo Echandy comentó a Delicatessen.uy que la respuesta de los jugadores fue dispar: desde unos que la reverenciaban, otros le daban la mano con cierta incomodidad. Si bien nadie lo pudo confirmar, pero según se cuenta el jugador Luis Ubiña, cuando la Reina tendió su mano, el jugador de Nacional le devolvió el saludo con otro efusivo movimiento y a viva voz le dijo, «¿Cómo le va Doña?»
Más allá de poder confirmar cualquiera de las dos anécdotas que involucran a un Rey y a una Reina, ambos relatos son verosímiles y las fuentes consultadas aceptan que cualquiera de los protagonistas mencionados, Ubiña y Onetti, pudieron haber respondido como se cuenta, con poco protocolo ante un personaje de tan alta alcurnia.