Sé perfectamente si alguien mueve mis floreros | Virginia Mórtola

Virginia Mórtola (Montevideo, 1975) vive en El Pinar, Canelones. Además de escribir, le encanta regar y cuidar sus plantas. En su casa tiene varios árboles frutales. Trabaja como psicoanalista. Su recorrido fue sinuoso hasta que se encontró con el Máster en Libros y Literatura infantil y juvenil de la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí, varios de sus intereses confluyeron: periodismo, psicoanálisis, los niños, los talleres y la escritura. Es docente de Literatura infantil en la Universidad Católica. Coordina talleres de expresión escrita para niñas y niños. Le interesa la difusión de la Literatura Infantil y Juvenil,  por eso participa como columnista de Literatura infantil en el portal de Escaramuza y en radio. Ha publicado cuentos en diversas antologías. Editó los libros La ventana de papel (Fin de Siglo, 2018) y Cuentos de disparate y terror (Fin de siglo, 2019). Minibiografía tomada de Criatura editora

Un sabor de la infancia
El néctar de las madreselvas que crecían en el cerco de la casa de mis abuelos maternos.

Una manía confesable
Sé perfectamente si alguien mueve mis floreros.
Busco la etimología de todas las palabras que me interrogan.
Respondo tres veces cuando me piden una.

Un amuleto
No tengo amuleto. Pero mi valija roja es un objeto muy querido. La encontré tirada en una casa desocupada, entre otros objetos abandonados. La reparé y desde entonces me acompaña, llena de libros para compartir.

 El último libro que leí
“El verano que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tibuleac (Impedimenta, 2019).

Una película que me marcó
Voy con “Zeling”, de Woody Allen, porque me he descubierto mencionándola muchas veces en mi vida.

Algo que evito
Evito perder las llaves. Pero no lo logro.

Si pudiera volver a empezar sería
Investigadora de las profundidades del mar.

Un lugar para vivir
Mi casa.

Un lugar para volver
Tulum, México.

Una materia pendiente
Bailar flamenco.

Un acontecimiento que cambió mi vida
El nacimiento de Luciana, mi hija.

El escritor definitivo
Ítalo Calvino.

Algo que jamás usaría
Un broche con brillos.

La última vez que pensé “tierra, trágame”
Fue la última vez que dejé la llave adentro del auto y lo cerré, con la cartera, celular y todo adentro.

El lugar más feo del mundo
Las rutas oscuras en las noches sin luna.

Una rutina placentera
Regar las plantas de mi jardín.

Me aburre
Escuchar discursos afiebrados que reivindican la Verdad.

Una extravagancia gastronómica que frecuento
Las extravagancias exóticas no son frecuentes en casa. Cuando quiero probar algo diferente, voy a “Lo de Bado”, allí conocí un risotto con frutillas muy maravilloso y otras rarezas deliciosas.

Una canción que aún me conmueve
“Chiquitita”, de Abba. La escuché por primera vez a los cinco años.

Un restaurante que nunca falla
Ladran Sancho.

Algo que cambiaría si pudiera
Si pudiera, desterraría la crueldad radical.

El valor humano que más admiro
Valoro el respeto por lo diferente y diverso.

Una última palabra
Gracias.