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Hacía mucho tiempo que una novela no me conmovía tanto como lo ha hecho “Hamnet”, de Maggie O’Farrell. Se trata, cuenta la autora, de una obra de ficción inspirada en la breve vida de un niño que murió en Stratford, Warwickshire, el verano de 1596. Ese niño era el hijo de Shakespeare y Agnes, su esposa. Y los nombres Hamnet y Hamlet se pronuncian casi de la misma manera en inglés.
En ningún momento de la novela la autora nombra a Shakespeare; siempre aparece mencionado como el marido de Agnes, la mujer que intuye el futuro, la misma que está entregada al cuidado de sus plantas y consagra su humilde existencia a curar las heridas de los demás. Pero aun así no puede salvar al niño de doce años que, azotado por una peste, muere tan joven, tan frágil, tan amado, tan vulnerable y tan solo.
Se pueden leer las ochocientas veintinueve páginas de la biografía de Peter Ackroyd y las obras del genial bardo todos los años, como lo hizo siempre Harold Bloom, pero nunca terminamos de saber quién era Shakespeare, de qué estaba hecho el hombre que nos sigue perturbando los sueños cotidianos. Sin embargo, de pronto, como un rayo de luz, viene Maggie O’Farrel con esta novela y nos hace sentir y ver la atmósfera en la que se crio Shakespeare: el bosque cerca de su casa, la conflictiva relación con el padre y la necesidad de huir y construir una vida propia alejada de la violencia del progenitor y de su oficio de guantero. También, gracias a esta autora nacida en Coleraine, Irlanda del Norte, en 1972, conocemos en profundidad a esa mujer que acompañó la vida de Shakespeare en la cercanía y en la distancia, en la abundancia de palabras y en el silencio.
Confieso: lloré cuando muere Hamnet. Algo pasó en mi cuando la madre le pone la mortaja y ella, sus hermanas y familiares lo llevan al cementerio. Me acordé de Cordelia en Rey Lear, tan blanca y bella en brazos de su padre, el anciano Lear que no supo ver quién lo amaba y quién no. Pero O’ Farrell da un paso más y en la segunda parte de la novela se concentra en el duelo. O mejor: en lo que no podemos aceptar cuando muere un hijo, en esa roca dura que no puede atravesarse con nada porque la ley de la naturaleza ha sido alterada.
No quiero contar la novela porque deseo que muchos la lean. Pero en las páginas finales el teatro irrumpe con toda su potencia. Cada uno transita los duelos como puede. ¿Pero qué hubiera hecho Shakespeare para atravesar el suyo si no contara con el teatro?
Ningún biógrafo llegó tan lejos como Maggie O´Farrell. Ella dirá que no es así, que es una obra de ficción. Y es cierto. Pero en la ficción está la verdad. Y la verdad más profunda, la que duele en el cuerpo, esa solo la puede narrar una escritora como ella.
“Hamnet”, de Maggie O’Farrell. Traducción de Concha Cardeñoso. Libros del Asteroide. Delicatessen.uy publica esta nota con expresa autorización de su autor.