Entrevistas imposibles: escritor y músico Paul Bowles | Hebert Abimorad

Nuevamente en París, camino bordeando el Jardín de Luxembourg, por la rue d`Assas llegando a la calle deseada, rue de Fleurus, giro a la izquierda y me topo con el número 27. Lo que buscaba. Con una mezcla de nervios y timidez levanto y dejo caer  el picaporte, en forma de mano, con suavidad. Espero largos minutos, me recibe una mujer, algo desprolija en su vestir, hablando un francés con acento inglés. Distingo a la anfitriona de la casa, Gertrude Stein. Al presentarme, me hace pasar al salón principal. Con admiración, mis ojos recorren las paredes repletas de obras de arte. Sin darme tiempo para una profunda contemplación, me invitó a sentarme en un sillón grande y nada cómodo. Al instante aparece mi entrevistado, Paul Bowles.

Desplazo mi pequeño grabador, pido permiso y lo enciendo. 

Me observa, su boca gesticula masticando comida. 

¿Es usted macrobiótico?

—Es una herencia de mi padre. Me obligaba a masticar más de 50  veces la comida. De otra manera, me pegaba.

¿ Ha tenido un padre violento?

—Nací en New York, en el año 1910, las relaciones patriarcales de las familias era una necesidad  ante la dureza del ambiente, los migrantes luchaban por sobrevivir en la ciudad. Además, se suma la frustración de mi padre al querer ser músico. Lo trajo aparejado, su lucha por malograr  las inclinaciones musicales y literarias de su hijo.  

¿Cuál fue su primer contacto con Gertrude Sten? 

Dos voces respondieron al unísono: Por medio de correspondencia. 

Sea más preciso. Entonces responde Bowles —.La profesora de inglés del secundario me retaba y me decía, escribes tan mal como Gertrude Stein. Eso me llamó la atención y busqué sus  trabajos escritos y encontré la revista, Transition, donde se publicaba un artículo de G.S. 

¿Qué significó su escritura? 

Como no me creía cuerdo me fascinó su escrito. Más tarde en la universidad, dirigiendo la revista literaria, The messenger, escribí a un sinnúmero de escritores de vanguardia, entre ellos a G.S, que tuvo la deferencia de contestarme. A posterior, las cartas se sumaron.

¿Qué espera de París? 

Esta ciudad maravillosa es el lugar del centro artístico mundial. Lo que quiero es perderme entre esta generación de locos bohemios. 

¿Su verdadera vocación?

La música, una profesión que me llevó a diferentes países, México, Costa Rica, Guatemala, Colombia. Al final me instalé en Tánger, por recomendación de la anfitriona, Gertrude.

—¿También recaló en la ciudad de Málaga?

—Muy cierto, allí conocí a mi mujer Jane, también escritora, una mujer de una alegría desbordante para la época, en que ser mujer y libre no era nada fácil. Ella me acompañará en la aventura de vivir en Tánger. 

¿Por qué Tánger?

— La ciudad es una mezcla de cosmopolitismo y exotismo, eso la llevó a convertirse  en un lugar “pecaminoso”. Una generación de homosexuales norteamericanos la conoció fumando kif, polen de cannabis, contemplando el cielo abierto en el espacio exterior.

¿Cuál fue su momento de mayor dolor?  

—Bueno, casi me enloquezco cuando mi esposa Jane se enamora de la trabajadora doméstica de origen marroquí. Una relación de veinte años. Tengo la seguridad que Jane fue embrujada por su amante.

De improviso y de manera silenciosa aparece una mujer, como un fantasma, con amabilidad me sirve un cognac. Gertrude no la mira, mientras Toklas  se retira con el mismo mutismo con el que llegó. 

¿Qué ideología asume como suya? 

—El existencialismo y la franqueza del movimiento beat. 

Una respuesta contundente ante el ambiente silencioso. La anfitriona apenas pronunció unas palabras.  Apago mi grabador y me retiro con amabilidad. Por el camino recuerdo la película dirigida por Bernardo Bertulucci, El cielo protector, inspirada en el libro de Bowles . Una obra autobiográfica, donde describe su interior desértico, un espejo de lo que tiene a su alrededor geográfico. Un hombre que muestra desinterés por la enfermedad de su esposa que muere de demencia en un hospital de Málaga, tras años de internación. Tampoco mostró empatía, a los suyos, ante la muerte de sus padres. 

Por suerte viene el ómnibus 156 al Cerrito. Pronto estaré en casa.