En 1897, hace 125 años, se publicó Drácula, la conocida novela de Bram Stoker, que marcó las características elementales del vampiro y dejó una huella muy patente en las artes futuras; tanto es así que con solo pronunciar su nombre sabemos del monstruo del que estamos hablando. ¿Cómo olvidar la primera vez que Jonathan Harker nos lo describió?
Apareció un hombre alto, ya viejo, nítidamente afeitado, a excepción de un largo bigote blanco, y vestido de negro de la cabeza a los pies, sin ninguna nota de color en ninguna parte. […]
Tenía un rostro fuertemente aguileño, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sienes, pero profusamente en otras partes. Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión. La boca, por lo que podía ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios…
Mucho se ha escrito sobre el personaje de Stoker, por lo que no ahondaremos en él, sino que, con motivo de esos 125 años, preferimos recordar otras obras de la literatura vampírica.
Hay una que influyó en Drácula notoriamente, se trata de Carmilla de Sheridan Le Fanu, de la que se cumplen en este 2022 nada menos que 150 años de su publicación. Carmilla es una novela fascinante en la que Laura, la joven protagonista, siente que su vida cambia cuando conoce a Carmilla, una joven dama cuyo carruaje –en el que viajaba con su madre– sufre un accidente. Carmilla se queda en el castillo en el que vivía Laura y esta descubrirá las rarezas de su huésped, como el de despertarse tarde o no estar en su cuarto las horas de luz. Como indiqué anteriormente, esta novela breve de Le Fanu influyó en Drácula, tanto en la estructura narrativa hasta detalles del vampiro, como el misterio y el erotismo del protagonista; en esto del erotismo, Carmilla es toda una sorpresa, por las sugerencias lésbicas. No olvidemos que se publicó en 1872.
Es ingente el número de obras de vampiros, pues se han escrito de todos los puntos de vista posibles, desde el humor (La sanguijuela de mi niña de Christopher Moore, por ejemplo), desde la memoria (las inigualables Crónicas vampíricas de Anne Rice) o desde una vuelta de tuerca (como en la imprescindible Soy leyenda de Richard Matheson); por lo que, por recomendar algo poco habitual, me arriesgo con La capa (1939) de Robert Bloch, por original y ocurrente, en la que el vampiro no surge porque otro le haya chupado la sangre, sino porque se vistió con una vieja capa que perteneció a un vampiro. El protagonista, Paul Henderson, necesita un disfraz para una de esas odiosas fiestas de Halloween que aún hoy sufrimos, así que adquiere en una extraña tienda una capa. Desde que se la pone, siente que es un hombre nuevo y así lo ven los demás, los asistentes a la fiesta… En verdad, se trata de la fascinación que irradian los vampiros (algo que ya ocurría con Carmilla).
En el mundo hispano también hay muy buenas obras sobre vampiros. Probablemente, una de las mejores sea el conocidísimo cuento El almohadón de plumas (1917) de Horacio Quiroga. Puede que no sea de vampiros en sentido estricto, pero no hay mejor prueba que, a medida que se lee, se recuerde lo que ya conoce sobre esta temática… Es una obra con un lenguaje muy cuidado y, además, está el sorprendente e inolvidable final. Desde entonces, recelo mucho de prendas y textiles con plumas.
Otra obra recomendable en lengua romance, originariamente en catalán, es Las historias naturales (1960) de Joan Perucho, que sucede durante las guerras carlistas (en España), en la que el científico naturalista Antonio de Montpalau persigue a Onofre de Dip, que, como su nombre apunta, es un dip, un trasunto de vampiro; y es que la obra se apoya en la leyenda catalana del dip, un maléfico perro que se alimenta de sangre. La razón, el progreso, la guerra… Las historias naturales mezcla sin convenciones las novelas de aventuras, de terror y de tema histórico con el lenguaje poético y los amplios conocimientos del protagonista.
En estas líneas hay un puñado de sugerencias para dedicar el 125 aniversario de Drácula a leer buena literatura vampírica.