El disfrute del ocio | Inmaculada Rodríguez

Visitar otros lugares está en nuestro ADN. El concepto de viaje surge cuando el hombre advierte que el mundo es una posibilidad y no una amenaza. Antes no viajaba, sino que sobrevivía. El nomadismo sólo era supervivencia, necesidad, imperativos. El comercio y el camino nacieron de la mano, de la necesidad del intercambio. Otra cosa es tener vacaciones en verano, el “veraneo”, hacer un alto en la vida cotidiana, en el trabajo, para poder descansar o conocer lugares nuevos.

Ya en Egipto, en torno al año 1500 a.C., los faraones abandonaban sus residencias habituales para pasar la temporada de inundaciones en el alto Nilo. Allí se dedicaban a otras actividades como la caza. 

No hay dudas de que el concepto de veraneo está ligado al de ocio y éste es considerado de invención romana. Los patricios romanos asistieron al nacimiento de una nueva corriente filosófica que defendía el disfrute del ocio como la auténtica esencia de la vida humana. Este culto al tiempo libre se hacía más intenso en los meses de verano. La corte se desplazaba a la costa de Sicilia y los patricios partían hacia sus residencias en el sur. En este éxodo por las estrechas calzadas romanas podemos encontrar el origen de los tan temidos atascos veraniegos.   

Pompeya se transformó en una ciudad típica de veraneo, uno de los destinos preferidos. El historiador Thomas Viegel calificó a Pompeya como un antecedente de los actuales resorts turísticos: un paraíso del relax. 

El placer, los viajes y el descanso siguieron siendo, durante mucho tiempo, exclusivos de los nobles y burgueses ricos. En el siglo XVII, las clases altas británicas mandaban a sus hijos “varones” a viajes culturales por Europa. Fue el nacimiento del Grand Tour. Una experiencia muy parecida a los viajes organizados actuales.

Durante los veranos del siglo XVIII, los nobles franceses se marchaban de París hacia las zonas donde se encontraban sus mansiones campestres. Y en 1816, el rey británico Jorge III se convirtió en el primer personaje célebre que cambió el descanso rural por el frescor de la costa, donde cada verano se bañaba en la playa de Weymouth.

El concepto moderno de turismo nace en 1844, cuando el empresario inglés Thomas Cook dirige el primer viaje organizado de la historia, el primer turoperador. Cook vio un filón y acabó creando su propia agencia de viajes.

El veraneo no fue un fenómeno masivo hasta después de la I Guerra Mundial, cuando se implantaron las vacaciones pagadas. Dinamarca fue el primer país que cambió esta medida en 1932, seguida por Inglaterra, Francia y Estados Unidos. España la usará en la Ley de Contratos de 1938. Gracias a ello, millones de personas pertenecientes a las clases medias y trabajadoras podrían disfrutar de un merecido alto en la rutina cotidiana.

Existen alternativas al veraneo masivo
Con la llegada de las altas temperaturas, los pensamientos de la mayoría de nosotros viajan a la costa para darnos un buen chapuzón en el mar. Pero no sólo existen estas playas. En el interior podemos disfrutar de las llamadas “Playas Continentales”, que están situadas en ríos, lagos o embalses. Aquí podemos refrescarnos con un buen baño en agua dulce y disfrutar de la naturaleza sin tener que desplazarnos mucho. En estas zonas se controla periódicamente, entre otras cosas, que la calidad del agua sea apropiada para el baño. Y al igual que sucede con las playas de costa, si reúnen los requisitos exigidos, reciben el distintivo de Bandera Azul.

La emblemática Bandera Azul es un galardón internacional otorgado anualmente a playas, puertos deportivos y embarcaciones de turismo sostenible. Para optar a la Bandera Azul se deben cumplir una serie de estrictos criterios ambientales, educativos, de seguridad y de accesibilidad. Todas la playas con Bandera Azul cumplen con los mismos requisitos, ya sean de interior o costa marítima

Extremadura es la comunidad autónoma española con más superficie de agua dulce del país, con un total de 1.500 kilómetros de costa de interior. Y este año, gracias al gran trabajo realizado por los ciudadanos y las instituciones competentes, ha conseguido ocho Banderas Azules para sus playas, convirtiéndose en la región con más Banderas Azules en playas de interior de toda España. 

Veranear en Extremadura es descubrir una tierra de mestiza cultura, de historia, de rica gastronomía, de puestas de sol inimaginables y cielos limpios para observar las estrellas. Disfrutar de la naturaleza está al alcance de la mano. Las gargantas y piscinas naturales de las comarcas del Valle del Jerte, La Vera, Sierra de Gata y las Hurdes son verdaderos paraísos acuáticos en el norte de la región . A los que se unen las hermosas playas en el embalse de Orellana, como Costa dulce de Orellana la Vieja, que fue la primera playa de interior de España en obtener su Bandera Azul y que aún la mantiene; o la Dehesa de Cheles, en el embalse de Alqueva, el más grande de Europa Occidental. Y el resto de playas galardonadas este año y distribuidas en los diferentes embalses y ríos que bañan la región. Lugares donde disfrutar de diferentes actividades acuáticas y refrescarse en la tranquilidad del mundo rural.