El confinamiento como literatura | Jaime Clara

La pandemia de coronavirus que estalló en el planeta hace algo más de dos años, en marzo de 2020 en Uruguay, un poco antes en Oriente, generó una serie de cambios, a diferentes niveles,  que todavía puede ser apresurado evaluar. De hecho la pandemia no ha terminado, el Covid-19 convive todavía entre nosotros, en el mundo, y las medidas de precaución deben seguir tomándose. Pero tras dos años de diferentes modalidades de control, desde el confinamiento al encierro, pasando por la libertad responsable, hoy hay un afloje generalizado, tan entendiblemente necesario, como arriesgado. Pero esto último no es el motivo de esta columna. 

Entre los diferentes cambios de hábito que se generaron, estuvo la forma en que profundizamos el consumo de streaming, la utilización de las redes sociales, la comunicación a distancia, las clases por zoom y un aumento exponencial del comercio electrónico. 

No solo los consumidores adaptaron -adaptamos- los hábitos a la nueva realidad impuesta por razones sanitarias, sino que también los artistas, parte de la sociedad, tuvieron que hacer mil y una piruetas para seguir creando y compartiendo con el público, en caso de ser posible, su trabajo creativo. Tampoco pretendo en este espacio analizar a cada uno de esos sectores, pero sí mostrar una forma interesante de compartir literatura de pandemia. Se trata del libro Parte de mi, de la española Marta Sanz (Madrid, 1967).

La escritora tiene sus redes sociales, entre ellas Instagram (@msanzpastor7). Según se comenta en la contratapa del libro, “el lector tiene en sus manos el diario de una escritora durante el primer año de la pandemia. Un diario peculiar, ya que lo escribió en sucesivas entradas de Instagram, bajo el hashtag #ParteDeMí. La primera entrada es del 17 de abril, un mes después de que se decretase el confinamiento, y la última, del 31 de diciembre. En cada entrada, una imagen: en la primera aparece la caja de los hilos de la abuela, una caja que forma «parte de mí», como el resto de las cosas que irán surgiendo. Así, se suceden la gata, los libros de la biblioteca, viejas fotografías familiares; imágenes del padre y sus pinturas; la sobrina enfermera; la dama que se esconde al otro lado de ciertas instantáneas; la escalera que se abre al mundo exterior y el sol en el balconcillo durante el encierro; un plato de macarrones; la portada de una novela de Agatha Christie en una antigua edición de Molino; las fotos de la bisabuela, de la abuela roja, del día de la boda; postales de Cyd Charisse, Vivien Leigh y Catherine Deneuve… La casa y sus rincones se transforman en aventura y objeto de investigación: el cuerpo, extraño y vulnerable, habita un espacio extrañado dentro de una realidad extraña. Los patos pasean a sus anchas por las calles de Madrid y se escucha el silencio previo al tsunami. Más adelante, imágenes de la recuperación de la «nueva normalidad»: un desplazamiento en tren para acudir a un compromiso profesional; la presentación de un libro en una de las librerías que luchan por sobrevivir a la crisis; la participación en una manifestación por la sanidad pública…  Y cada imagen va acompañada de un texto. Al principio son breves, casi fugaces, y progresivamente van ganando volumen y dando entrada a la reflexión.”

Y agrega que “la escritora va apropiándose irónicamente del medio mientras el medio la vampiriza. Glotona, adicta y caníbal, presenta cultura y vida, fuera y dentro, como alimentos y hormonas que activan su metabolismo. Escritura cuerpo. El paso tímido, cauto, de las palabras se atreve con la carrera vertiginosa. El hilo del costurero de la abuela se tiende hacia el encuentro con los demás para salvar la incertidumbre.”

Lo curioso es que el confinamiento en España, le tocó justo unos días después de haber lanzado su libro pequeñas mujeres rojas, que no pudo tener la difusión correspondiente, porque el mundo se detuvo. Así que esos posteos también fueron escritos desde la frustración y la ansiedad por compartir lo que había sido una nueva novela de la que poca gente se había enterado.

Que los escritores compartan sus diarios no es nada nuevo. Muchos lo han hecho. Algunos los escriben para ser publicados, otros no. En un diario personal -me gusta mucho más esta palabra que la trillada “íntimo”- se nota cierta vulnerabilidad y desnudez pero en el caso de Sanz, esa fragilidad está potenciada por la pandemia que obligó al encierro. Para muchos prisión domiciliaria, con el temor de salir a la calle y contagiarse de algo que, en aquel momento, era más que un signo de interrogación. El libro se lee como lo que es, una carrera trepidante y ansiosa. Un laberinto personal que nos lleva a diferentes recovecos de la propia autora, su entorno vital y literario, sus historias, sus luces y sus sombras en un momento de perplejidad. Las imágenes no son menos inquietantes. Texto y fotos se transforman en un sólo mensaje que el lector deberá decodificar y seguramente no pasará indiferente en cada una de las páginas, porque como habitantes de este mundo, también padecimos de los mismos males, porque en los tiempos que corren, hasta los virus y la psicosis se globalizan.

***

LA AUTORA Marta Sanz es doctora en Filología. Ha publicado las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos, Animales domésticos, Susana y los viejos y La lección de anatomía, así como cinco poemarios (Perra mentirosa, Hardcore, Vintage, Cíngulo y estrella y La vida secreta de los gatos) y dos ensayos (No tan incendiario y Éramos mujeres jóvenes). En Anagrama ha publicado las novelas Black, black, black: «Admirable. Tiene la crueldad y la lucidez desoladora de una de las mejores novelas de Patricia Highsmith, El diario de Edith» (Rafael Reig, ABC);Un buen detective no se casa jamás: «Vuelve a mostrar su dominio del lenguaje (y de sus juegos) y del registro satírico (de la novela de detectives, de la novela romántica), con una estupenda narración» (Manuel Rodríguez Rivero, El País);  Daniela Astor y la caja negra (Premio Tigre Juan, Premio Cálamo y Premio Estado Crítico): «Hipnótico, fascinante y sobrecogedor» (Jesús Ferrer, La Razón); una versión revisada y ampliada de la que es posiblemente su mejor novela, La lección de anatomía: «Ha conseguido situarse en una posición de referencia de la literatura española, o, en palabras de Rafael Chirbes, “en el escalón superior”» (Sò-{—-ñ-ññññ………………………………………………………..ñnia Hernández, La Vanguardia); Farándula (Premio Herralde de Novela): «Muy buena. Estilazo. Talento, brillo, viveza, nervio, inventiva verbal, verdad» (Marcos Ordóñez, El País);  Clavícula: «Uno de los libros más crudos, brutales e impíos que haya leído en mucho rato» (Leila Guerriero) y una nueva edición de Amor fou: «Una de las novelas más dolorosas de Marta Sanz… Las heridas que deja son una forma de lucidez» (Isaac Rosa), y pequeñas mujeres rojas: «Una brutalidad literaria, un despliegue verbal que asombra» (Luisgé Martín), así como el ensayo Monstruas y centauras: «Extraordinario» (María Jesús Espinosa de los Monteros, Mercurio).

MARTA SANZ, Parte de mi. Editorial Anagrama. 2021. 232 págs. Distribuye en Uruguay, Gussi.