Entrevistas imposibles: con la pastora Marcela | Hebert Abimorad

A más de 400 años de la primera edición del libro de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, sus aventuras acompañadas por su escudero, Sancho Panza, su caballo Rocinante y Dulcinea del Toboso, su mujer imaginaria, pero no hay que olvidarse de  otros personajes, menos estudiados, como el de Marcela la pastora. 

Mi guía esta vez será Fanny Rubio de la Universidad Complutense de Madrid, quien escribió el libro, El Quijote en la clave de las mujeres, el cual me traslada ante una comitiva de hombres que hablando a voces se dirigen al entierro del enamoradizo Grisóstomo, en un lugar de Sierra Morena. Me encuentro caminando con Don Quijote y Sancho, seis rústicos cabreros, más tarde se sumarán cinco pastores y dos hombres de dinero con sus tres mozos. 

Mi interés es entrevistar a la pastora Marcela, que por comentarios de mis acompañantes fue la homicida. 

Desatendiendo los delirios de Don Quijote, unos de los cabreros llamado Ambrosio, me muestra un cortejo de hombres llevando en sus brazos el cuerpo de Grisóstomo, señalando el lugar, al pie de una montaña, donde será enterrado.

Es entonces que aprovechando la cercanía de Ambrosio, saco mi pequeño grabador, pido permiso y pregunto.

¿Conoció UD. al difunto?

—He sido su cómplice. Me contó toda su desdichada aventura.

¿Quién eligió el lugar para su entierro?

Este ha sido el punto donde por primera vez el enamoradizo le declaró sus sentimientos a esa enemiga mortal del linaje humano, y  fue también la última vez donde Marcela lo acabó de desengañar, poniendo fin a la tragedia de su miserable vida.

¿Qué clase de persona era Crisóstomo?

Una persona alegre, cortés, amistoso, sin bajeza. Tuvo la desdicha de enfrentarse con una fiera, rogándole su amor y siendo rechazado.

¿ Por qué ella tuvo que aceptar el amor del joven?

El pensamiento del joven era honesto y enamorado, aquí tengo sus escritos, que tiene por título, Canción desesperada, que lo haré difundir por todos los tiempos para que la crueldad de Marcela sirva como escarmiento para otras mujeres de su misma talla.

Después de terminado Ambrosio de leer los versos desesperados del difunto pastor, en el cual Grisóstomo se queja de celos y sospechas, aparece ante los ojos de todos una visión por encima de la peña donde se cavaba la sepultura, era la misma pastora Marcela. Es entonces que Ambrosio le increpa.

Fiero animal vienes a ver acaso a quien tu crueldad quitó la vida. O vienes a empeñarte en las crueles hazañas de tu condición y pisar arrogante este desdichado cadáver.

Ante la inminente respuesta de Marcela, pidiendo permiso, acerco mi pequeño grabador.

No vengo a ninguna cosa de la que has dicho, sino a dar a entender mi razón, para todos aquellos que me culpan de la muerte de Grisóstomo.

Habla entonces cruel mujer pero no cambiarás nuestro parecer.

Si mi hermosura mueve los sentimientos varoniles y soy amada, no por esto estoy obligada a corresponder con mi amor. Pues no alcanzo a entender que ser amado corresponda el amar, no merezco ser reprendida pues mi hermosura es honesta como el fuego y la espada que no queman ni cortan.

Es mi oportunidad de preguntar en medio del silencio ante la impresión que causaron las palabras de Marcela.

¿Acaso no quieres compañía como mujer normal?

Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía, las claras aguas de los arroyos, mis espejos; con árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura.

¿No tienes piedad por tus enamorados?

A los que enamoro con la vista he desengañado con las palabras y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisòstomo, ni a otro alguno, bien se puede decir que lo mató su porfía y no mi crueldad.                                                     Que si Grisóstomo fue impaciente y su deseo arrojadizo, ¿ por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de la naturaleza, tengo libre condición y no gusto de atarme a nadie.

¿ En el siglo XX las feministas reivindican el amor libre, qué opinas sobre eso?

Las feministas deberían reivindicar una mujer que niega el sexo, soy producto de esta época de represión religiosa, rechazo a los hombres para cuidar mi honestidad, acaso soy peor que la pastora María que se revuelca con sus amantes. A las mujeres tradicionales nos domina un amor platónico.

Terminado de hablar se dio media vuelta y entró en el espeso monte.

Fue entonces que Don Quijote que se había mantenido en silencio, maravillado interviene y dijo:                                                                   Ninguna persona, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, pena de caer en la furiosa indignación mía. Ella ha mostrado con claras razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo.

Aprovecho el momento del discurso de Don Quijote, que concentra la atención, para salir por la otra dirección que se fue Marcela.

En camino a la carretera pienso que realmente Marcela no es tan hermosa y es la desesperación erótica de los hombres, al ver ellos tan pocas mujeres en el campo, que la embellece y mueve los sentimientos varoniles, ya que las demás están encerradas en otro tipo de tareas en sus casas.

Al ver un ómnibus que se aproxima le hago señas, ya dentro me siento feliz de dirigirme a mi mundo, el Cerrito.