Tito Livio a (59 a.C.-17 d.C.) fue un historiador romano que escribió una monumental historia del Estado romano en ciento cuarenta y dos libros Ab Urbe condita, desde la legendaria llegada de Eneas a las costas del Lacio hasta la muerte del cuestor y pretor Druso el Mayor. Nació y murió en Padua. Historia de Roma es un fantástico libro que se encuentra fácilmente en librerías o en internet. Delicatessen.uy publica el prólogo, cuyo texto, breve, es una fiel muestra de una obra monumental.
Puede que la tarea que me he impuesto de escribir una historia completa del pueblo romano desde el comienzo mismo de su existencia me recompense por el trabajo invertido en ella, no lo sé con certeza, ni creo que pueda aventurarlo. Porque veo que esta es una práctica común y antiguamente establecida, cada nuevo escritor está siempre persuadido de que ni lograrán mayor certidumbre en las materias de su narración, ni superarán la rudeza de la antigüedad en la excelencia de su estilo. Aunque esto sea así, seguirá siendo una gran satisfacción para mí haber tenido mi parte también en investigar, hasta el máximo de mis capacidades, los anales de la nación más importante del mundo, con un interés más profundo; y si en tal conjunto de escritores mi propia reputación resulta ocultada, me consuelo con la fama y la grandeza de aquellos que eclipsen mi fama. El asunto, además, es uno que exige un inmenso trabajo. Se remonta a más de 700 años atrás y, después de un comienzo modesto y humilde, ha crecido a tal magnitud que empieza a ser abrumador por su grandeza. No me cabe duda, tampoco, que para la mayoría de mis lectores los primeros tiempos y los inmediatamente siguientes, tienen poco atractivo; Se apresurarán a estos tiempos modernos en los que el poderío de una nación principal es desgastado por el deterioro interno. Yo, en cambio, buscaré una mayor recompensa a mis trabajos en poder cerrar los ojos ante los males de que nuestra generación ha sido testigo durante tantos años; tanto tiempo, al menos, como estoy dedicando todo mi pensamiento a reproducir los claros registros, libre de toda la ansiedad que pueden perturbar el historiador de su época, aunque no le puedan deformar la verdad.
La tradición de lo que ocurrió antes de la fundación de la ciudad o mientras se estaba construyendo, están más próximas a adornar las creaciones del poeta que las actas auténticas del historiador, y no tengo ninguna intención de establecer su verdad o su falsedad. Esta licencia se concede tanto a los antiguos, que al mezclarse las acciones humanas con la voluntad divina se confiere una mayor y augusta dignidad a los orígenes de los Estados. Ahora bien, si a alguna nación se le debe permitir reclamar un origen sagrado y apuntar a una paternidad divina, ésa nación es Roma. Porque tal es su fama en la guerra que cuando se elige para representar a Marte como su propio padre y su fundador, las naciones del mundo aceptan tal declaración con la misma ecuanimidad con que aceptan su dominio. Pero cualesquiera opiniones o críticas a estas y otras tradiciones, las considero como de poca importancia. Los temas a los que les pido a cada uno de mis lectores que dediquen su atención son estas – la vida y costumbres de la comunidad, los hombres y las cualidades por las que a través de la política interna y la guerra exterior se ganó y amplió su dominio. Entonces, conforme se degradan las costumbres, se sigue la decadencia del carácter nacional, observando cómo al principio lentamente se hunde, y luego se desliza hacia abajo más rápidamente, y finalmente comienza a sumirse en una prolongada ruina, hasta que llega a estos días, en los que podemos no soportar nuestras enfermedades ni sus remedios.
Existe una excepcionalmente benéfica y fructífera ventaja derivada del estudio del pasado, como se ve, al poner a la clara luz de la verdad histórica, ejemplos de cada posible índole. A partir de éstos, podrá seleccionar para uno y su país lo que imitar y también lo que, por ser malicioso en sus inicios y desastroso en sus términos, se debe evitar. A menos que, sin embargo, me engañe por el efecto de mi empresa, no ha existido ningún Estado con mayor potencia, con una moral más pura, o más fértil en buenos ejemplos; o cualquier otro en el que la avaricia y el lujo hayan tardado más en avanzar, o la pobreza y la frugalidad hayan sido tan alta y continuamente honradas, mostrando así claramente que cuanta menor riqueza poseen los hombres, menos codician. En estos últimos años la riqueza ha llevado a la avaricia, y el deseo ilimitada de placer ha creado en los hombres una pasión por arruinarse a sí mismos y todo lo demás a través de la auto-indulgencia y el libertinaje. Pero las críticas que serán mal acogidas, aun cuando tal vez fuesen necesarias, no deben aparecer en al principio de todos los eventos de esta extensa obra. Preferiremos empezar con presagios favorables, y si pudiésemos adoptar la costumbre de los poetas, habría sido mucho más agradable comenzar con las oraciones y súplicas a los dioses y diosas que garantizarían un resultado favorable y éxito a la gran tarea tenemos ante nosotros.