Este vals | Mariana Sosa Azapián

Toma este vals del «Te quiero siempre»
Federico García Lorca

Se limpió las últimas lágrimas con los dedos, llenos de dolor y recuerdos. Apenas despuntaba la aurora, cuando un pájaro, sin previo aviso, se coló en la cocina. No quiso asustarlo: solo mirar y entender el por qué de esta inesperada visita, como la de ayer. Furtivo encuentro, despedida de besos, los últimos de la madrugada, despedida de manos apretadas. Lo único que le pidió fue que jugaran al cíclope. Innecesarias las palabras, las sucias palabras que abatían el silencio.

Ahí estaban: el pájaro y la valija. Él le pidió que cerrara todas las puertas y apagara las luces. Ahora la casa era un cementerio.

Estaban atrasados para embarcar. Entraron al taxi y mientras viajaban al aeropuerto, ella recordó ese mar de besos y llantos, lenguas prohibidas y aullidos en la noche más oscura del mundo.

Las hojas de los árboles comenzaban a desprenderse y en el trajín del movimiento, se soltaban en un baile desconcertado.

Una voz mecánica anunció el vuelo. Embarcaron. El avión, comenzó a carretear, pero ella, aún permanecía con los pies hundidos en la tierra mojada y los ojos quebrados de huesos y sangre.