«Escribe ebrio, edita sobrio», reza el famoso consejo de Ernest Hemingway, y no iba demasiado mal desencaminado, porque el alcohol y la escritura se han forjado a lo largo de la historia la reputación de ser buenos compañeros de cama. Autores como Edgar Allan Poe, Truman Capote, Charles Bukowski, Dylan Thomas, David Foster Wallace o el propio Hemingway eran bastante aficionados a la botella. Probablemente Hemingway nunca dijo esa frase, sino que más bien se sacó de una novela de Peter De Vries de 1964 llamada Reuben, Reuben, donde el personaje principal dice: «A veces escribo borracho y reviso sobrio, y a veces escribo sobrio y reviso borracho. Pero debes tener ambos elementos en la creación: lo apolíneo y lo dionisíaco, la espontaneidad y la moderación». En cualquier caso, ¿cuánto hay de cierto según la ciencia en la afirmación de que se debe escribir borracho (y editar sobrio)?
Pues bien, algunos estudios han demostrado que tener un nivel de alcohol en la sangre de alrededor de un 0,07% puede ayudar con tareas como la resolución de problemas y proyectos creativos. Eso querría decir que unos dos o tres tragos pueden venir no demasiado mal para esa novela en la que se está trabajando. Sin embargo, el consumo de alcohol por encima de esa cantidad obstaculizará cualquier esfuerzo de escritura. Se supone que no se debería escribir completamente borracho, siguiendo el principio de Paracelso según el cual, la dosis hace el veneno.
Pero, ¿qué ocurre en el cuerpo cuando entra el alcohol en el sistema? Esta sustancia es un depresor y una vez que entra en el cuerpo afecta a áreas del cerebro como la corteza cerebral (responsable del procesamiento del pensamiento y de la información), el sistema límbico (asociado a la emoción y a la memoria) y el cerebelo (que afecta al movimiento, al equilibrio y a la coordinación muscular). Estas áreas del cerebro está más incapacitadas cuanto mayor es la dosis de alcohol en el sistema. Debido a que el alcohol dilata los vasos sanguíneos y fluye más sangre, la presión arterial debe mantenerse mediante un aumento de la frecuencia cardíaca. Es por eso que el corazón late más rápido. Aproximadamente, el 90% del alcohol se expulsa del cuerpo a través de su metabolización en el hígado, mientras que el resto sale por la orina o exhalado por los pulmones.
Según un estudio, beber alcohol, incluso con moderación, puede ocasionar a la larga daños permanentes en áreas del cerebro asociadas con la memoria y la función cognitiva, lo que evidentemente no ayuda para nada en la escritura. Si bien la escritura puede beneficiarse gracias a una disminución de las inhibiciones, es absurdo pensar que casos como el de Edgar Allan Poe fueran grandes escritores gracias a su alcoholismo, sino que más bien fue al contrario: fue un gran escritor a pesar de ser alcohólico.
Delicatessen.uy publica esta nota con autorización del autor. Originalmente, puede leerse aquí