Saudade, bien que se padece y mal que se disfruta | Cristina Callorda

No creo que este artículo que me encontré sin querer, lo recuerden. Pero si es así propongo establecer una barrera entre un antes y un después de confinamientos, pandemias de alfabeto griego y hoy, aquí y ahora. Lo replico, porque es lo que siento.

Hace ya muchos años que las palabras, el lenguaje que empleamos para entender alguna cosa, se va tergiversando y a veces nos confunde.

En estos días de diciembre los uruguayos nos preparamos para juntarnos, charlar, divertirnos, tomar unas copas, llenar boliches y propuestas gastronómicas que serán después un vacío doloroso para el bolsillo. Y la familia, ni qué hablar. Reducto infalible y fantástico.

Me gusta jugar con las palabras, por eso me acordé de saudade, que suena más suave al oído y al “tacto”, porque me recuerda a Vinicius y sus canciones con esa poesía melancólica maravillosa.

En la lengua española y según la etimología, nostalgia es “el deseo doloroso de regresar”. Vaya. Un deseo que causa sufrimiento. Claro, no podemos volver y sin embargo hacemos una lista de todo lo que tenemos arrinconado en el galpón de los recuerdos: una radio para cassette, un tocadiscos, las libretas de Debe y Haber, el primer diente del primer hijo, un mechón, una carta manuscrita, eso que nos “dejó un tiempo de rosas en un cajón…”., la vieja y querida bicicleta, los patines con cuatro rueditas, el monopatín celeste que se llevó mi primer diente allá, tan lejos en el tiempo. El taller de Literatura, los paseos, las risas y las complicidades.

Yo no quiero volver, no tengo el deseo doloroso de volver. Palito Ortega está viejo y no canta, Violeta Rivas se murió y se llevó consigo “El baile del ladrillo”, Los Beatles me dejaron todavía el disco de pasta, pero casi no lo escucho. Fueron pedazos de vida que marcaron años de juventud asumida con el tiempo, transformada cada día, cambiante, fea o hermosa, pero que ya no me pertenece. Ya la disfruté bastante.

Sólo una cosa me gusta. Contarle a mis nietos qué hacíamos cuando teníamos su edad, pero con un resultado casi desilusionante: “¡Qué aburridos que eran!”

Y así, de ese galpón de cachivaches que alguna vez fueron nuevos, sólo queda la transformación en chatarra para pasar a formar parte de nuestra propia memoria, sin lo material, sí con la saudade de lo que fueron.

En lugar de recordar dolorosamente lo pasado, es bueno reunirse con amigos, a festejar no sabemos muy bien qué, casi como diciendo “Mirá qué bueno que podemos contarlo, que seguimos estando”. Y sigo jugando: me acordé de “morriña” ese vocablo galaico – portugués que a veces usamos para recordar la distancia que nos separa de seres y de cosas.
E por falar en saudade, onde anda você? Onde andan seus olhos que a gente nao vê? dice Vinicius de Moraes en una canción memorable: “Onde anda você”.

Algunos sinónimos interesantes: Añoranza, morriña (aceptado por la RAE), pasión de ánimo, mal de la tierra, soledad.