Si uno se pone a pensar en la trayectoria de Laura Canoura nunca podría decir que la cantante no haya transitado por el folklore. Desde sus primeros trabajos hasta sus últimas ediciones la han acompañado canciones que –purismos aparte- tenían ritmos de chacarera, de zamba, de milonga o de chamarrita. Es que es muy difícil que una cantante con tanto recorrido y que ha hecho de la inquietud su sello, no haya pasado, al menos una vez, por cualquier ritmo folklórico latinoamericano. Sin embargo, es cierto que hasta el momento no había existido un trabajo donde la intérprete y compositora calara honda y profundamente en una canción de raíz folklórica como protagonista. Para saldar esa “deuda” llego su último trabajo de estudio, Cantorcita.
Este disco no es necesariamente un trabajo “de folklore” cerrado y a secas, aunque la mayoría de las canciones que ocupan el repertorio tengan una raíz en la música criolla contemporánea, porque si al decir folklore alguien piensa en zambas interpretadas a la vieja usanza, ha de prepararse para el desengaño. Nada tienen de malo esas interpretaciones, pero en Cantorcita hay delicadeza, cuidado, y la forma interpretativa a la que Laura Canoura nos tienen acostumbrados; bucear en las profundidades de una canción encontrando algunas piedras ocultas y preciosas, saber qué colores hay debajo de lo visible, descifrar los secretos de cada tema y ponerlos en su voz.
Quien tiene un rol tan protagónico como el de la cantora es Carlos Gómez, reconocido guitarrista, alguien que domina su instrumento tanto como Canoura domina su canto. En esta dupla, la guitarra delicada y austera se limita a dialogar con las palabras que el canto propone, como si cada uno de ellos quisiera poner sobre la mesa nada más que lo necesario pero que a su vez suene perfecto. Las melodías surgen y las seis cuerdas hacen lo suyo: la siguen, la entrelazan, crean el momento de la canción y por un instante parece que algunas de las obras fueran escritas en ese acto despojado que ambos crean.
Si bien los temas elegidos tienen gran parte de su aire en obras de cantautores de canciones criollas contemporáneas como Juan Falú, Juan Quintero o el mismo Carlos Gómez, no han de faltar revisiones de clásicos como Las golondrinas de Eduardo Falú y Jaime Dávalos o Fina estampa de Chabuca Granda, y con ello, este último trabajo parece también un punto de partida. El formato de voz y guitarra remiten a la Canoura de los inicios que cantaba canciones de Violeta Parra, incluso vuelve a una de sus primeras composiciones, Estados de ánimo, escrita sobre un poema de Mario Benedetti y grabada en el primer disco de Rumbo.
Cantorcita, la zamba que Juan Falú escribiera para la madre de Juan Quintero, es uno de los puntos fuertes del disco. Allí Canoura se canta a sí misma, a su propia cantora, la voz es profunda y da la sensación de que solamente la luz del canto está encendida, todo lo demás es oscuro porque quien canta está hablándole al corazón de su canto, al porqué de su vida dedicada a las canciones a su “cantorcita de mi ayer”.
También son puntos altos del disco Pasa, una bellísima canción compuesta por Carlos Gómez que ambos interpretan y que pareciera elevarse en una forma sencilla del ritmo, con armonías luminosas y con una forma del canto más liberada, más “hacia afuera”. El coro, que el mismo Carlos pone, logra un bello matiz y el tema abre alas.
Fina estampa es, quizá, el momento más delicado en cuando a guitarra y voz. La melodía es inconfundible pero el vals peruano en esta versión juega mucho con los silencios. Lejos de las recargadas guitarras que suele tener este ritmo, pero sin perder el estilo del acompañamiento original, el tema de Chabuca está coronado por notas justas de la guitarra, por silencios cadenciosos que saltan tanto y tan coloridos como pudiera hacerlo un cajón bien percutido. La voz se desliza brillante y fina, tanto que el arreglo parece, por momentos, una composición de cámara. Algo similar sucede con Las golondrinas, donde la guitarra juega una interesante polirritmia que saca, por momentos, a la canción de su compás original de seis por ocho y así, voz y guitarra van jugando con los climas que brinda una de las mejores obras de la dupla Falú – Dávalos.
Más allá del folklore no faltan momentos para algunos berretines; una muy bien llevada versión de Desconsolados 2 de Eduardo Darnauchans y un bolerazo desgarrador que trae a la Canoura “de siempre”: Si yo hubiera sabido.
Gran parte del clima del disco lo establecen, también dos poemas que Canoura lee acompañada por la música. Uno, una íntima lectura de Adiós de Idea Vilariño, telúrica y espectral. La otra, el poema con que Jaime Dávalos solía presentar el tema Las Golondrinas. Allí la voz da vida rioplatense y traduce bellamente la cadencia original con que uno pueda tener grabada la casi cantada versión de su autor.
Cantorcita es un disco que muestra a una cantora que otra vez hace lo suyo, se corre del lugar cómodo y logra renacer con la mística egipcia y sensualísima de un ave fénix que no viene de las cenizas, al contrario, sale del fuego vivo de sí misma. Por su parte, Carlos Gómez, uno de los mejores guitarristas que tiene este país, maneja el instrumento de tal manera que logra algo tan sencillo y tan difícil; una dupla. No se trata de un disco de Canoura acompañada, se trata de un trabajo de dos para ir cerrando el panorama musical de este año. Una tarea impecable.
CANTORCITA, Montevideo Music Group. 2021. Vea aquí el video