Halloween es irlandés | Pedro Ortega

Cuando pensamos en Halloween pensamos en una festividad comercial originaria de Estados Unidos. Pero nada más lejos de la realidad. Su origen es claramente irlandés. Fueron los emigrantes de la isla Esmeralda a Norteamérica los que llevaron consigo esta tradición. Ahora lo vemos.

Los primeros habitantes de Irlanda
La instauración de la fecha de Halloween puede provenir, incluso, de los habitantes de Irlanda antes de la llegada de los celtas. Aproximadamente en el año 3000 a.C. tenemos un túmulo circular espectacular en Newgrange, a una hora en coche de Dublín, que tiene unas características muy especiales. Y es que allí se enterraron personas notables de aquella cultura. Pero lo más interesante es que el día del solsticio de invierno, la luz entra por el corredor e ilumina durante 17 minutos el centro del túmulo. Esto es, este pueblo conocía perfectamente el firmamento y su relación con las estaciones.

Corredor de Newgrange iluminado en el solsticio de invierno.

La llegada de los celtas
Entre los siglos VIII y I a.C. llegaron a Irlanda distintas oleadas de pueblos celtas y, con ellos su casta sacerdotal, los druidad. Ellos establecieron el comienzo del año justo después del final de la cosecha, el 1 de noviembre. A este día lo llamaron Samhain. En lo opuesto del año fijaron Beltaine el 1 de mayo, festividad de la fertilidad.

Si nos fijamos en Samhain, es un momento del año en que la oscuridad, y más en esas latitudes, es muy profunda y hace pensar en la muerte de la naturaleza y en la vuelta de las ánimas del más allá. Así que la noche del 31 de octubre (el actual Halloween) los celtas temían por su vida y por la de los suyos pues de las colinas salían los seres del más allá que vienen a llevarse a los vivos.

En esos momentos de desolación, con los muertos danzando por el mundo de los vivos, los celtas se encomendaban a sus dioses. Uno de ellos es el dios Lugh con tres caras, que le permiten ver en los 360 grados y proteger así a sus devotos.

Este tipo de dioses trifaciales florecieron sobre todo en la Francia celta y sabemos que fueron la génesis de la Trinidad trifacial cristiana, esto es Dios con tres rostros (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) y que fueron condenados por el Concilio de Trento y por diversos papas posteriores que ordenaron quemar estas efigies por considerarlas monstruosas.

Nabo con ojos y boca La linterna de Jack.



La cristianización de Irlanda
A partir del año 415 d.C. comenzaron a llegar a Irlanda los misioneros cristianos. Las cosas fueron muy bien, pues san Patricio, el principal evangelizador de la isla, aprovechó las costumbres celtas para superponer las festividades cristianas.
Así las cosas, el papa Gregorio IV en el siglo IX movió el natalicio de Jesús al 25 de diciembre (fecha del Sol Invictus romano) o la festividad de todos los santos al 1 de noviembre, el día del Samhain celta.

De este modo, la noche antes del 1 de noviembre, se llamaría All Hallows Eve (la vigilia antes del día de todos los Santos), y de ahí proviene el nombre de Halloween.

Otro símbolo adaptado por el cristianismo en Irlanda es el círculo. Si nos fijamos en las cruces celtas, a ellas se ha incorporado el círculo, que rodea a la cruz. Otro sincretismo pagano cristiano.

El libro de Kells
Fruto de ese sincretismo pagano y cristiano fue la génesis de obras de un altísimo nivel como lo es el Libro de Kells, que hoy se puede ver en el Trinity College de Dublín. Se le conoce también como el Gran Evangeliario de San Columba, y se trata de un manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año 800 en Kells, una localidad irlandesa. Allí vemos la perfecta fusión de las imágenes cristianas con el preciosismo de la decoración celta.

Terminamos el tema, con una leyenda muy famosa, conocida como “la linterna de Jack” que es la que dio origen a las célebres calabazas de Halloween.

Una de las versiones de este cuento nos habla de que el pendenciero Jack estaba condenado al Infierno. Un día el Diablo vino a llevárselo y Jack hizo una de las suyas. Le pidió que subiera a un manzano para disfrutar de una de ellas antes de ir al Averno. Así que el Diablo ascendió al árbol y, en ese momento, Jack trazó una cruz en el árbol y dejo atrapado al Diablo, burlando así a la muerte.

Pero la muerte le llegó al poco tiempo. Al Cielo no podía ir, por pecador, y al Infierno tampoco, por burlar al Diablo. Se cuenta que el Diablo dejó caer una yesca incandescente que uso Jack para colocarla dentro de un nabo (no una calabaza) en el que dibujó unos ojos y una boca y sirvió para iluminarle en sus paseos entre el Cielo y el Infierno durante toda la eternidad.

Delicatessen.uy publica esta nota con expresa autorización de su autor. Originalmente aquí