Un mago llamado Shakespeare | Marcelo Marchese

William Shakespeare por Jaime clara

Cuando leí Macbeth en la edición de las Obras Completas de Aguilar, pensé que tenía La Biblia en mis manos, un poco porque esas obras completas tienen el tamaño de una Biblia, pero mucho más porque este hombre escribe como si miles de escritores escribieran con él. Ante cada frase de Macbeth, y sobre todo, ante cada respuesta de la valiente Lady Macbeth, me decía «¿Cómo hizo?» y luego me preguntaba “¿Será Shakespeare una sóla persona?”

La pregunta que me hice, lo supe después, se la hicieron muchos. Por un lado no se sabe si Shakespeare fue Shakespeare, pues hay algunos que afirman, con muy fundados argumentos, que fue Christopher Marlowe, quien, por razones políticas, debió vivir una vida de clandestinidad pero cediendo sus textos a Shakespeare. Otros dicen que fue el gran Sir Francis Bacon y hay otros que dicen que Shakespeare fue su hermana, o en todo caso, alguna otra mujer. Por mi lado, no sé si Shakespeare fue Shakespeare, lo que sí sé es que el que escribió estas cosas tenía un poder al que no accede fácilmente el hombre, lo que lleva a pensar que en realidad Shakespeare era muchos hombres.

Esto tiene, al menos, dos sentidos. En el primero, uno tiende a creer que ciertas obras que aparecen en este libro, como algunos Guillermos o no recuerdo qué reyes ingleses, no fueron escritas por el que escribió La Tempestad, Sueño de una noche de verano y El mercader de Venecia, pues estos Guillermos son unas obras panfletarias, ayunas de psicología, así que alguien, presumo, hizo alguna trampa y nos hizo creer que eso también es Shakespeare, sin embargo, hay una consigna del antiguo que dice «pane lucrando», lo que implica que uno no hace siempre lo que quiere y en ocasiones debe hacer cosas desagradables para ganarse el pan, y perfectamente pudo Shakespeare encontrarse obligado, como tantos otros artistas del pasado, del presente y del futuro, a hacer cosas con las cuales no estaba en absoluto de acuerdo, y eso también significa que Shakespeare era muchos hombres.

El segundo sentido es más complejo y lleva a teorías que pueden ser consideradas peregrinas, y refieren a que si Shakespeare era tan sabio, su sabiduría no era sólo resultado de su observación sobre el hombre, sino resultado de una sensibilidad especial que le permitía acceder, ya sea a vidas pasadas, ya sea a otras vidas. Esta nota, querido lector, se complica, y sobre todo, se complica para quien la escribe, pero hay que ser valiente y seguir adelante para decir que pienso que un grano de arena contiene al universo, que es lo mismo que decir que un hombre contiene a todos los hombres.

Cada uno de nosotros contiene a todos los demás, lo que significa que lo que tú estas viviendo en este instante, de alguna manera yo lo estoy percibiendo, y al revés, aunque en esta dirección es más obvio, pues justo estás leyendo lo que escribo, aunque yo lo hice en un pasado, un pasado desde el presente en que tú lo estás leyendo, pero explicando un poco más el asunto te digo que es falso que tú y yo no seamos, también, otra cosa, una cosa llamada «humanidad», por lo que la humanidad es una unidad y tú y yo estamos unidos por todo lo que nos pasa, y como la humanidad tiene un pasado y un futuro, y utilizo estas palabras por comodidad, ya que no existen ni pasado ni futuro sino un presente eterno, resulta que todo lo que vivieron los hombres antes de nosotros está en nosotros, y el poder revivir esas otras vidas, en la India se le llama «metempsicosis», un asunto del que habla Kipling en «El cuento más hermoso del mundo«, donde un escritor descubre que un colega joven muy mediocre tiene acceso a un pasado como galeote griego y como vikingo, y se desespera por escuchar esas revelaciones, hasta que el joven se enamora y Los Señores de la Vida y la Muerte le cierran las puertas a las vidas pasadas, que significa cerrar las puertas a los amores pasados, pues, cuando alguien se enamora, olvida los anteriores amores y si esto no sucediera, el mundo quedaría despoblado en menos de un siglo.

Así que Shakespeare era muchos hombres porque tenía, como tenía Jesucristo y como tenía Baudelaire, un acceso más libre a sus vidas pasadas, o a las vidas que vivieron otros hombres, y eso nos lleva a cómo fueron estos tres y Kipling y muchos otros tan sabios, y la sabiduría de Shakespeare ha asombrado a muchos, y a modo de ejemplo ¿cómo supo, y sobre todo, cuándo supo, que el nombre Ofelia, el amor que no se anima a vivir Hamlet, contenía la palabra «falo», el nombre del deseo? Podríamos pensar que se dejó llevar por una sabiduría interior y que no era consciente de su descubrimiento, y es posible, pero en Romeo y Julieta nos da otra pista para resolver el enigma cuando Julieta le pregunta a Romeo «¿Qué hay en un nombre?«, y en la Tempestad, el hombre que encarna el progreso, los tiempos modernos que vivía y sufría Shakespeare, se llama «Próspero», el mismo Próspero que aherroja a Calibán, que no es otra cosa que nosotros, los americanos.

Arribamos ahora a otro asunto sorprendente, la métrica de Shakespeare, pues en la magia, para lograr cosas, no sólo se debe decir la palabra adecuada, sino que se debe decir de una manera precisa, con una entonación precisa, con una aspiración precisa y como verás al final de esta nota, Shakespeare era un mago. La métrica usada por Shakespeare en Ricardo III es el yámbico, por lo que es necesario leer Ricardo III en su lengua, y el yámbico es la métrica de las maldiciones, cuando el mago o la bruja maldicen, maldicen en yámbico. Fijate cómo suena:

«Now is the winter of our discontent
Made glorious summer by this son of York,
And all the clouds that loured upon our house
In the deep bosom of the ocean buried»

Así que tenemos a uno que sabe que un nombre (¿no te llama la atención el parecido entre las palabras «nombre» y «hombre»?) contiene algo más, y que sabe que ciertas cosas deben ser dichas con cierto tono, y también sabe que en un mundo con muchos poderes en juego, hay que saber moverse con infinita sabiduría y hay que saber decir lo que es preciso decir, de tal manera que no se entere el que te impida decirlo, pero que pueda entenderlo quien necesita entenderlo. Es en este aspecto donde Shakespeare se nos presenta como uno de los mayores magos de la Historia, y si alguna obra de Shakespeare se hubiera perdido, cosa posible, tenemos de sobra para aprender con lo que ha sobrevivido.

La técnica de Shakespeare es harto compleja, lo que equivale a decir que es infinitamente sencilla. Se trata de incluir las dos opiniones sobre un asunto en boca de dos personajes, y de tal modo, y con una trama tan compleja, que sea imposible saber cuál es la opinión del propio Shakespeare. En realidad, se puede saber, pero no viene a cuento, pues expresadas con meridiana claridad las dos visiones en juego, para el que sabe leer hay una que prevalece, ya que cuando nos encontramos en presencia de la verdad, así como cuando nos encontramos en presencia del amor, no hay espacio a la duda. Se siente en el pecho.

Hay una teoría a la que adscribo que dice que los magos y las brujas, antes de ser eliminados, heredaron su sabiduría a los poetas. Los poetas serían, de esta manera, sacerdotes de una religión prohibida, y como su religión se encuentra prohibida, deben oficiar el culto de tal manera que no sean descubiertos, y ahí tenés cómo, cada vez que a un artista se le dicta una prohibición, se sale con la suya pero en un giro más artístico. No es casual que en Las mil y una noches, al mejor tocador de laúd de toda la historia árabe, el Diablo le enseñe ciertos aires, y tampoco es casual que la Iglesia, en sus primeros tiempos, atacara la pintura y el teatro por ser cosas sensuales y diabólicas.

Aquí arribamos a otro problema, y es el vínculo entre lo sensual y lo diabólico, lo que nos lleva a que el mundo de nuestros sentidos puede llevarnos a una cosa oculta y prohibida, a un terreno diabólico ¿Qué es el Diablo? El Diablo es un ente que creamos cuando establecimos la primera prohibición a nuestros sentidos.

Tenemos entonces algo prohibido, y eso algo prohibido tiene relación con nuestros sentidos, lo que significa que tiene relación con lo que deseamos y con la manera en que gozamos, y como los sentidos nos indican de qué manera es el mundo, y cada cuál ve el mundo a su manera, pues los esquimales tienen treinta y seis maneras para decir «nieve», y como la manera en que vemos el mundo está vinculada con la manera en que deseamos y gozamos, resulta entonces que aquello prohibido está vinculado con la manera en que deseamos y gozamos, y en tanto la manera en que deseamos y gozamos esté interdicta, está interdicta la realidad, lo que lleva a decir que no vemos la realidad, no vemos lo que es, vemos lo que nuestra manera interdicta de desear y gozar nos hace ver.

¿Y todo esto es Shakespeare o es cosa tuya? Sí, todo esto es Shakespeare y más, y para quien lea a Shakespeare, todo eso será Shakespeare pues ya le habré advertido que todo eso es Shakespeare. Ahora bien, todo tiene un fin pues todo tiene un principio, y es el momento en que le pongamos fin a esta nota, pues como dijimos, el límite al arte beneficia al arte, y en la despedida me doy cuenta que dije al principio que este libro me pareció, en su momento, una Biblia, y ya fue dicho que Shakespeare era un sacerdote de una religión secreta disfrazado de artista, por lo que debo decirte que este libro no es otra cosa que una Biblia Pagana, y debo decirte algo más: cuando lo leas, sentirás que Shakespeare está vivo, pues Shakespeare, en realidad, está vivo.

Una voz, venciendo espacio y tiempo, te estará hablando como si te hablara un enamorado.