Adriana Filgueiras (Montevideo) es cantante y psicóloga. Integra Malajunta trío desde su inicio en setiembre de 2010, junto a Jorge Alastra (guitarra) y Juan Rodríguez (violoncello y acordeón). Malajunta tiene grabados dos discos: Baldosa Floja y Dar, ambos nominados a los premios Graffiti a la música uruguaya, y obteniendo el primero de ellos el premio Mejor disco de tango, además de haber recibido el trío un Graffiti a Mejor artista nuevo. Ganadora del premio a mejor intérprete de la Fundación Zitarrosa, marzo 2007 (concurso de música uruguaya y folklórica). Ha cantado desde adolescente en distintas formaciones, comenzó sus estudios en un grupo de música barroca y renacentista, donde se desempeñó como flautista, cantante y percusionista. Participó en actividad publicitaria como cantante y locutora.
Un sabor de la infancia
Los pucheros de mi abuela en invierno, las natillas de vainilla de Cantegrill.
Una manía confesable
Calentar el agua para el mate de mañana y prender la radio, así, medio en simultáneo.
Un amuleto
Piedras, no una, varias…depende de la situación me gusta tener una piedrita en el bolsillo.
El último libro que leí
Viralata, de Fabián Severo.
Una película que me marcó
Quién quiere ser millonario, un homenaje a las vidas que de tan intensas creemos que son ficción o mentira o exageración, cuando la vi pensé que yo podría responder muchas preguntas sólo de las cosas que he visto y eso me impactó. La vida vivida, la madurez de la vida.
Algo que evito
Responder preguntas con aire de trascendencia y superación haciendo gala de un lenguaje florido, barroco, intentando proyectar una imagen de persona intelectual, profunda y sensible, sin caer en lo obvio o esperado por quienes lean esta nota, que de ser posible, evitaría.
Si pudiera volver a empezar sería
Dibujante, escritora y peluquera, como me pidió mi niña y aún se lo debo.
Un lugar para vivir
Pueblo Estación Las Flores.
Un lugar para volver
México: cualquier ciudad, cualquier lugar, cualquier barcito, cualquier aventura.
Una materia pendiente
Vivir donde pueda plantar, plantarme.
Un acontecimiento que cambió mi vida
Muchos, porque he tenido muchas vidas. Pero conocer de cerca la muerte cambió mi vida. Acompañar a morir.
El escritor definitivo
Sería difícil e injusto elegir uno. Me gusta leer Lispector, Calvino, Juarroz.
Algo que jamás usaría
Una calza atigrada, un sombrero apretado, uñas esculpidas.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Cada vez que olvido la letra de una canción, cada vez que olvido, y olvido seguido así que vivo más en el inframundo que en la superficie.
El lugar más feo del mundo
Nunca iría a Las Vegas, es decir, nunca fui, pero junta todo lo que detesto o desprecio. Pero si fui a un lugar muy feo en la frontera entre Brasil y el Paraguar: Pedro Caballero.
Una rutina placentera
Acariciar a mi gata, acariciar a mi gata, acaricia mi gata, me acaricia la gata.
Me aburre
El bla bla bla, los vende humo, charla vacía, papo furado, zzzzz.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
No tengo muchas… pero últimamente tomo kombucha, y a casi todo le pongo cúrcuma y pimentón ahumado, ¿cuenta como extravagancia?
Una canción que aún me conmueve
Maninha, de Chico Buarque, nunca la pude cantar porque me hacía llorar en el ensayo.
Un restaurante que nunca falla
Antes de la pandemia me gustaba ir a Mediterráneo, a Potts. Ahora que todo se abre, recorreré Palermo para ver qué nuevos lugares han florecido.
Algo que cambiaría si pudiera
El diseño de los usb, la maldad, la cobardía.
El valor humano que más admiro
La valentía.
Una última palabra
Agua, porque si, me encanta cómo suena y es el recurso natural más preciado y la bebida más rica.