![En la inmortalidad, no existen ni el bien ni el mal, por el simple motivo de que no existen ni el daño ni el beneficio, ni la vida ni la muerte. Dicho en otras palabras, sólo en este polvoriento mundo, lleno de miserias y errores, son necesarias las virtudes.](https://delicatessen.uy/wp-content/uploads/2021/07/marco-tulio-ciceron.jpg)
En su perdida obra Hortensio –que supo ser el antes y el después en la vida de San Agustín para que éste se dedicara a la filosofía–, afirma Cicerón algo obvio, pero magistral: si tuviéramos una vida inmortal en la Isla de los Bienaventurados–, podríamos prescindir de la elocuencia –ya que no habría juicios, ni conferencias ni debates ni arengas– y de las virtudes mismas. “En efecto –dice el padre de la patria romana–, no necesitaríamos la fortaleza, al no estar expuestos al trabajo o al peligro; ni la justicia, pues no habría nada ajeno que pudiera apetecerse; ni templanza que dominara deseos que no existirían. Ni siquiera necesitaríamos prudencia, al no estar expuestos a la elección entre bienes y males […]”.
En la inmortalidad, no existen ni el bien ni el mal, por el simple motivo de que no existen ni el daño ni el beneficio, ni la vida ni la muerte. Dicho en otras palabras, sólo en este polvoriento mundo, lleno de miserias y errores, son necesarias las virtudes.
EL AUTOR José Luis Krede Rossi (Argentina, 1997) es novelista, poeta y dramaturgo. Contacto: j-un99@hotmail.com