Guardianes de lujo | Francesc Fusté-Forné

Se abre el telón. Los porteros de hoteles, especialmente de lujo, son la ventana que abre otra dimensión, un espacio donde todo parece ser posible. No se nace portero, pero cuando uno se hace portero lo es para toda la vida. Es un oficio que crea adicción, el acceso del mundo real al mundo del lujo con tan sólo un paso. Los porteros de los más célebres y lujosos hoteles se emocionan cuando recuerdan todas las muestras de agradecimiento de los clientes, entre los que se encuentran algunas de las personas más influyentes de la sociedad internacional. El reflejo de una realidad cambiante, la constante transformación del mundo en el que vivimos a través de la mirada de aquellos que lo ven y lo saben todo. Pero que no lo pueden decir todo. Son unos guardianes de lujo, guardianes del lujo.

Algunos afirman que lo mejor de esta profesión es que “cada día es diferente. Todo cambia, la clientela, las preguntas, todo excepto el lugar”. A los clientes les gusta conocer lo que no es oficial, “lo que no sale en las guías, dónde voy yo a comer”. No dudan en alabar la actitud cercana y la humildad de muchos personajes públicos, “son gente normal y corriente”. Así, se destaca lo curioso de las actitudes de las personas en relación a la procedencia y el momento económico de cada país. “Los hoteles de cinco estrellas son el continuo reflejo de la sociedad, de la situación socioeconómica en la que vivimos. Cuando hay una crisis en un país, por la noche se alojan personas de ese país en el hotel”.

La mejor escuela para trabajar de portero es trabajar muchas horas y sobre todo tener “espíritu de servicio y sonreír, porqué sonreír es gratis”. Hay muchos buenos recuerdos, por ejemplo “el agradecimiento y la satisfacción de la gente. Eso significa que has cumplido con tu trabajo”. También hay recuerdos no tan buenos, por ejemplo las inclemencias del tiempo, “tú te mojas, pero el cliente nunca se puede mojar”. Con el paso de los años, los porteros se dan cuenta de lo normales que son muchos personajes famosos. “Algunos impactan por la sencillez y las maneras. Admiran tu forma de proceder, te preguntan cómo estás, de dónde eres”.

Hablar con los porteros de hotel es hablar con las paredes de la ciudad. Pruébenlo. Lo escuchan todo, lo oyen todo, pero no pueden decir nada. Una sonrisa se dibuja en la cara de algunos porteros cuando recuerdan las extravagancias de algunos personajes famosos. Son muchos los que día tras día se alojan en los hoteles. No se pueden desvelar sus nombres. “Muchos han vuelto y se acuerdan de mí. Yo paso vergüenza cuando no recuerdo su nombre”, afirma uno de los porteros. El portero acompaña al huésped al taxi. Un gesto de agradecimiento. El convencimiento que volverá. Y se cierra el telón.