Esta nota tiene unos cuantos años. Trata de un libro editado en 2007. Pero viene a cuento, para acercarnos a un libro que pinta a los uruguayos de cuerpo entero. Había menos redes sociales, menos intolerancia y quizás nos queríamos un poquito más. De todos modos, el destacado intelectual español, Fernando Díaz-Plaja, que vivió los últimos años de su vida en nuestro país, por lo que su mirada, sarcástica, llena de humor y cariño, es certera.
Los uruguayos decimos que somos autocríticos. Esto es relativo. Lo que sí es cierto es que no nos gusta que nos digan nuestros defectos. Reconocemos los problemas pero no aceptamos que vengan de afuera a dejarnos en falsa escuadra. El destacadísimo intelectual español Fernando Díaz-Plaja publicó, a través de Ediciones El Galeón, “El uruguayo y los siete pecados capitales”.
Díaz-Plaja (1918-2012) publicó unos 160 libros, varios de ellos, éxitos editoriales y justamente “El español y los siete pecados capitales” es uno de los más reconocidos, con más de un millón de ejemplares vendidos. Viviendo varios años en Punta del Este, se animó a hacer la radiografía del uruguayo a través de las siete faltas supremas en la historia de la humanidad. En el libro se hace una cruda descripción del ser vernáculo en 127 páginas.
Para el autor, los uruguayos somos avaros. “Una de las muestras de avaricia, en todas partes, es la obsesión de mencionar continuamente en las conversaciones, los gastos realizados en el desempeño de una misión cualquiera, como pasando factura al que disfruta oyendo la descripción del viaje.” (pág.59).
El escritor español es terminante cuando afirma, contundente, que “la facilidad con que se entregan las mujeres uruguayas es conocida en toda la América latina”. Agrega que “la verdad es que este país da la impresión de aceptar el pecado de la lujuria sin drama, como parte de su vida diaria, con lo que no extraña ninguna de sus posibles consecuencias. Por ello el cambio de pareja es aquí corriente y, con él, la existencia de hijos de diversos reuniones en una familia.(…) Mi impresión personal tras oírles es que este pueblo es el más parecido, en el aspecto familiar, al de los Estados Unidos de América, donde también se estila el cambio de parejas” (pág. 90)
No tiene desperdicio la descripción que hace Díaz-Plaja de uno de los pecados capitales sobre los cuales existe casi unanimidad, la pereza, a la que confiesa que es “una de las mayores que he visto en mi larga vida de viajero superando a veces, a la de los dos pueblos con mayor fama de apreciar el ‘dolce far niente’ esto es, los árabes y los andaluces”. “Cuando el uruguayo trabaja, en general, no mira hacia delante para triunfar en su oficio o profesión; es algo que le convertiría en un luchador… y eso cansa. La mirada del obrero o empleado, aquí, salvo excepciones, no va a hacia la fortuna, porque sabe que esto significaría un esfuerzo largo y continuado. Su objetivo es más práctico y cómo: se limita a dejar pasar los días, las semanas y meses para el nirvana que le espera después y que se llama jubilación. (pag.114)
Imposible condensar en esta columna un minucioso retrato como el que propone el intelectual español que convive entre uruguayos desde hace años, por lo que sabe lo que dice y por qué lo dice. Díaz-Plaja propone, a través de su libro, mirarnos al espejo sin los preconceptos de que somos mejores de cómo se nos ve. La costumbre de la autocrítica no abunda entre nosotros y por eso debemos atender especialmente los lúcidos –aunque crudos- comentarios que se hace en este trabajo recientemente editado. Después de leerlo, seguramente queramos cambiar en forma urgente.