Mauricio Kartun (San Martín, Argentina, 1946) es dramaturgo y director de teatro. Ha recibido numerosos premios en su extensa carrera. Algunas de sus obras son: El niño argentino, Chau Misterix, El partener, La casita de los viejos, Sacco y Vanzetti, La Madonnita, Ala de criados, Salomé de chacra y Terrenal, y Pequeño misterio ácrata.
Un sabor de la infancia
Borsch con pimentón de la Vera. El sincretismo culinario de mi familia mixta.
Una manía confesable
Desayunar cada día dos vasos de agua con limón.
Un amuleto
La madera sin patas más cercana.
El último libro que leí
Poeta chileno, de Alejandro Zambra.
Una película que me marcó
Pelle el conquistador, de Bille August.
Algo que evito
Las reuniones sociales formales. Me gustan las fiestas, las reuniones me deprimen, son su versión atildadita.
Si pudiera volver a empezar sería
En lo profesional seguramente lo mismo. En lo ideológico quizá también. En lo personal: más tolerante.
Un lugar para vivir
La costa atlántica en invierno cuando se retira la horda turística.
Un lugar para volver
Taormina.
Una materia pendiente
Tres: Matemáticas, física y química. Tengo dos doctorados Honoris Causa pero nunca pude aprobar quinto año del bachillerato.
Un acontecimiento que cambió mi vida
Un premio literario que gané a los veinte años cuando luchaba todavía por terminar aquel secundario. La señal de que había un camino posible fuera de la formalidad institucional que se me hacía cuesta arriba.
El escritor definitivo
Antón Pávlovich Chéjov.
Algo que jamás usaría
Teléfono celular.
La última vez que pensé “tierra, trágame”
Diez segundos después de haber apretado la tecla enviar a un email con destinatario equivocado.
El lugar más feo del mundo
Recuerdo un restorán en Santa Cruz de la Sierra que era tan homogéneamente feo, tan coherente en su fealdad, que era hermoso.
Una rutina placentera
Mi caminata diaria libretita en mano acompasando el andar a la cabeza.
Me aburre
Los programas de entretenimientos.
Una extravagancia gastronómica que frecuento
Fresco y batata con pan. Resabios del sánguche de postre vigilante que me acompañó en el portafolios buena parte de la primaria.
Una canción que aún me conmueve
Mi barco velero. Un pasodoble que cantaba mi madre y me traía y me trae un extraño viento de libertad.
Un restaurante que nunca falla
El bar Manolo, de Madrid. Las mejores croquetas de jamón del universo.
Algo que cambiaría si pudiera
Mi compulsión bocona. Debería aprender a callar estratégicamente un poco más.
El valor humano que más admiro
La empatía.
Una última palabra
Magnolia. La más linda del idioma castellano según creemos algunos.