La civilizada disputa por la Isla Hans | Alejandro Gamero

 

Las disputas internacionales por un territorio pueden convertirse en un conflicto muy grave. Solo hay que mirar, por ejemplo, el camino de derramamiento de sangre y destrucción de Rusia en Ucrania por su anexión de Crimea, o las construcciones de bases militares en islas de China para reclamar esos territorios ante otros países asiáticos. Sin embargo, Canadá y Dinamarca son países mucho más diplomáticos y civilizados. No deja de sorprender su forma de reclamar la propiedad de la isla Hans, un deshabitado trozo de tierra en el Ártico.

Esta isla en realidad no es mucho más que una gran roca que se encuentra justo en la mitad del estrecho de Nares, un canal que separa Canadá y Groenlandia, un territorio que pertenece a Dinamarca. Ahora bien, su situación es clave, porque se encuentra a ambas distancias de las dos orillas, justo en el centro, lo que permite que según el derecho internacional ambos países puedan reclamarla. Las dos naciones establecieron una frontera definitiva a lo largo del estrecho en 1973, pero no llegaron a un acuerdo sobre lo que iba a ocurrir con la isla Hans, que quedó en una especie de tierra de nadie.

Las tranquilas aguas diplomáticas se agitaron en 1984, cuando las tropas canadienses visitaron la isla, plantaron la bandera de su país y dejaron algo simbólico: una botella de whisky canadiense. Los daneses, por supuesto, no iban a dejar pasar esa afrnta. El ministro de Groenlandia no tardó en desplazarse hasta la isla para reemplazar los ofensivos símbolos canadienses por una bandera danesa y una botella de licor del país, junto con un cartel que decía «Bienvenido a la isla danesa».

Lo extraño es que ese gesto dio pie a una disputa que se ha alargado durante décadas. Cada cierto tiempo, militares de uno y otro país se desplazan hasta la isla para retirar la bandera del rival y reemplazarla por la suya propia. En 2005 las dos naciones acordaron llegar a un entendimiento, pero las negociaciones diplomáticas no han avanzado mucho desde entonces. En 2015 se presentó una propuesta para zanjar la cuestión: convertir la isla en un territorio de soberanía compartida, bajo las dos banderas. Si esto ocurriera, ambos países tendrían un segundo vecino terrestre, ya que hasta ahora cada uno de ellos solo tiene uno, Estados Unidos en el caso de Canadá y Alemania en el de Dinamarca.