Una viña para dos | Alva Sueiras

Cierra los ojos y siente la caricia de una brisa suave sobre tu rostro. Las hojas se mecen al compás del viento y, al fondo, cantan zorzales, una pareja de cardenales y también un picaflor. Tus pies desnudos disfrutan livianos al calor de un piso de madera calentado al sol. Las manos juegan con la fibra natural de los brazos de un sillón que te atrapa y te cautiva, como en una ensoñación. Abres los ojos y descubres la estampa. 

El agua cristalina de una piscina responde al viento con ondas suaves. Tras esta, hileras e hileras de vides lucen su verdura y su incipiente floración. Giras levemente el cuello para entender la magnitud del paisaje y ahí te das cuenta. Estás rodeado de viña. Podría ser Italia o Francia, pero no. A tu izquierda descubres una mesita cuya tapa es el segmento de un tronco pulido. Sobre esta, reposa una botella abierta y junto a ella, hay una copa. Te sirves sin timidez y aireas el vino moviendo la muñeca en suaves círculos que sacuden el líquido por las paredes de cristal. Metes la nariz y estallan los aromas a fruta madura y especias. Lo pruebas y un terciopelo líquido te envuelve el paladar. Te recreas en la suavidad de los taninos dulces y piensas –tiene que ser un merlot–. La etiqueta, en la que no habías reparado, te da la razón. Es un Gran Ombú Merlot 2017. Te sirves dos dedos más y te incorporas sin soltar tu tesoro. 

Copa en mano, te volteas y tomas conciencia de que tras el porche desde el cual contemplabas el paisaje, hay una puerta corrediza de cristal. La cruzas y te sorprende el interior de madera de una acogedora cabaña de aire nórdico, que del otro lado tiene otra puerta de cristal. Tras ella, hay un nuevo porche que se asoma a otro cuadro de viñas, al que le sigue otro y otro más, hasta que la vista se pierde sobre un horizonte ondulado de hipnóticas plantas viníferas. 

Caminas por la viña y curioseas entre las parcelas de cabernet franc, de moscatel de Hamburgo, de merlot, de syrah, de cabernet sauvignon, de ugni blanc y, allá donde se pierde la vista, de tannat. Salvo por el casco de bodega al fondo y una coqueta sala de cata, no hay nada más. Como caída del cielo, en mitad de esta viña atlántica hay una cabaña y una piscina donde solo se oyen los sonidos de la naturaleza y donde se respira una inmensa y reconfortante paz. 

Viña Viva

Hacer noche en este bucólico paisaje de forma exclusiva será posible a partir del próximo 14 de diciembre. La bodega al frente de esta iniciativa enoturística es Bracco Bosca Winery, en Atlántida. La propuesta de alojamiento entre vides se engloba dentro del concepto «Viña Viva», impulsado por Fabiana Bracco Bosca, al gobierno del emprendimiento familiar. A través de distintas actividades e iniciativas, Bracco Bosca tiende un puente entre el consumidor de vino y la realidad de la viña, acercando y poniendo en valor el trabajo y la dedicación que hay tras cada botella que sale al mercado.

El desayuno, con productos delicatessen de origen nacional, llegará a pie de cabaña en una cesta campestre y sorprenderá al huésped a golpe de campanilla. Para quienes decidan no abandonar la viña durante su estadía, los restaurantes La Panca y Tsunami estarán disponibles en formato delivery, ya que la bodega no cuenta con restaurante propio. En las cercanías, además de los citados, hay opciones gastronómicas recomendadas como Verne, Ladran Sancho y Santoral.

Bracco Bosca Winery

La historia de los Bracco y los Bosca es una historia fascinante. Viticultores y vecinos en el Piamonte italiano, desarrollaron una acalorada y cómica rivalidad. Quiso el destino, que ambas familias emigraran no solo al mismo país, sino a la misma vecindad. Lo que no sospechaban aquellos italianos migrantes, es que la broma instalada sobre el futuro conyugal de sus hijos, se haría realidad. Bracco hijo y Bosca hija acabarían enamorándose uniendo sus apellidos «antagónicos» en Fabiana, su única descendiente. Tras el fallecimiento del padre, se resolvió la venta de la bodega pero, en el último minuto, Fabiana Bracco Bosca se arrepintió. En 2016, con la colaboración de su primo Enrique Sartore Bracco, se hizo cargo de la bodega.

Fabiana Bracco Bosca

Tras la muerte de Darwin Bracco, un rayo carbonizó el ombú ubicado junto a la entrada de la viña. Se dice que las monedas enterradas por los antiguos propietarios del terreno, de origen gallego, atrajeron la descarga. Cuando retomaron la actividad en la viña, quisieron sacar aquel tronco calcinado pero, sorpresivamente, comenzó a brotar de nuevo. Fabiana entendió la señal, el árbol siguió en su lugar y eligió el nombre Ombú para su nueva línea de vinos, ilustrando con un árbol las etiquetas.

Con la ayuda de su marido, Edison Viroga, Fabiana hizo grandes esfuerzos por modernizar la bodega y mejorar sus instalaciones apuntando a la elaboración de vinos de calidad. Cuatro años después, los vinos de Bracco Bosca obtienen excelentes puntajes por la crítica internacional y se exportan a distintos destinos a lo largo y ancho del mapamundi.

La construcción de la piscina y la cabaña es el punto de partida para el desarrollo, a pequeña escala, de una propuesta enoturística que apuntala el concepto de recreación en la viña, bajo el lema «Viña Viva».

Bracco Bosca Winery
Carretera Sosa Díaz Km. 43,5
Piedra del Toro, Atlántida
Uruguay
Tel: 097 335 943
Mail: bodega@braccobosca.com
Website: https://www.braccobosca.com